Crónicas del retornado

Libertad, ¿para qué?

Cuentan que en 1920 Fernando de los Ríos visitó la Unión Soviética para entrevistarse con Lenin. En aquellos momentos el PSOE tenía que decidir si se afiliaba a la Segunda Internacional (la comunista, para entendernos) y delegó en don Fernando la importante misión de indagar “in situ”. Cuando el insigne delegado preguntó al jefe soviético cuándo iba a hacerse efectiva la libertad para los ciudadanos, tras la revolución, éste repuso lacónicamente: “libertad, ¿para qué?”

La respuesta escandalizó a don Fernando y, finalmente, el Partido Socialista quedó, como quien dice, en tierra de nadie durante muchos años. Opino que la respuesta no iba desencaminada y que se interpretó con excesiva simplicidad en aquel momento; cosas de la urgencia. También cabe suponer que el representante socialista no iba especialmente predispuesto a apuntarse al leninismo, dada su conocida moderación.Me explico: si a usted se le ocurre consultar el diccionario de la Real Academia para averiguar qué es esto de la libertad, se encontrará con una docena de definiciones y, de postre, matices sobre la libertad adjetivada. Si le da por plantear la cuestión en el oráculo llamado Wikipedia, tampoco saldrá de sus dudas, porque aquí la maraña se enreda muchísimo más.

Se me antoja que la Señora Libertad debe de ser una dama bastante veleidosa y proclive a ser manipulada, vulgo chuleada, por cualquier hijo de vecino. Cada quisqui la maneja y atuenda o disfraza a su gusto, y ese gusto no es siempre demasiado bueno, sino más bien todo lo contrario.Sin ir más lejos, ayer mismo vi y escuché en televisión a una señora muy empingorotada, maquillada y peluqueada (si se me admite la expresión), perteneciente al Partido que ustedes pueden suponer, defendiendo el llamado “veto parental” en nombre de la libertad, frente a la tiranía del Gobierno. Esta señora tan fina se había ido a Valencia en misión apostólica para proclamar la urgencia de instaurar tan sacrosanta libertad, consistente en controlar a los escolares y a los centros docentes en un alarde de libertad educativa, que ni Ferrer i Guardia, ni Giner de los Ríos. ¿Nos reímos o nos cabreamos?

Pues el actual Gobierno de la Junta de Andalucía también se dedica a promover la libertad de enseñanza, mediante un decreto que favorece la “libre” elección de centro educativo, léase la promoción de la enseñanza privada frente a la pública. Apoyemos a esos centros docentes en los que no se adoctrina a ningún jovencito y se ejerce la libertad de cátedra sin cortapisa alguna. Por cierto, me hizo gracia que otra política de derechas afirmase con gran seguridad que “la libertad de cátedra es para los catedráticos”. ¿También para los jubilados como el que suscribe? ¡Qué alivio! A los maestros, control y mano dura. Que muchos de esos centros privados añadan a la subvención pública una que otra propinilla, en concepto de lo que sea, carece de importancia. Que paguen peor a los docentes, la gran mayoría deseosos de ingresar en la pública, y se cargue su horario, da lo mismo. Conozco un caso en cierto “prestigioso y selectísimo” colegio de la Provincia, que me parece la mar de ilustrativo: una profesora lleva unos ocho años ejerciendo en él, pero es despedida cada fin de curso y vuelta a contratar a principio del siguiente. Libre interpretación de normativa laboral, supongo.

¿Y qué me dicen del libre mercado? Un amigo mío era tan liberal, que lucía habitualmente corbatas decoradas con la silueta de Adam Smith. Cuestión de fe, supongo. Usted puede creer en los beneficios del mercado libre, como si le da por creer en la reencarnación, como proponen algunas doctrinas orientales. A lo mejor así es feliz y llega a una especie de “ataraxia”, vaya usted a saber.

Pero, a lo mejor, si les pregunta a los agricultores y ganaderos españoles cómo les va con este prestigioso sistema económico, comienza a escuchar algunas expresiones no aptas para oídos sensibles. Tampoco les recomendaría que hablasen con los pequeños comerciantes sobre las virtudes del libre comercio, consistente en que mis amigos el frutero Pascual y el carnicero Pepe puedan competir en pie de igualdad con las multinacionales de la alimentación. A lo mejor alguna naranja tonta, de las más tontas, se siente orgullosísima de valer en origen unos céntimos y dos o tres euros ya en la estantería del supermercado. “Eh, colegas naranjas: ¿veis lo que he medrado en pocos días y pocos kilómetros?” No es cuestión de broma que nuestros trabajadores y pequeños empresarios del campo tengan que depender de lo que el Gobierno sea capaz de chalanear en Bruselas para sobrevivir medio decorosamente.

Menos mal que Su Majestad el Rey va a reunirse con el muy liberal Donald Trump en fechas próximas. Seguro que consigue acabar con los desmedidos aranceles impuestos libremente por la Administración U.S.A. sobre los productos españoles. Ande, séame optimista.

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