Las playas de Cádiz cuentan con el reconocimiento nacional e internacional por ser unos maravillosos enclaves de la costa gaditana. Durante los meses de verano son el principal reclamo de los turistas, quiénes llegan hasta Cádiz para enamorarse de las impresionantes playas salvajes de la costa gaditana. Para muchos, estos mágicos rincones, donde el agua salada y las olas confluyen con el encanto natural de un paisaje de contrastes, son un auténtico paraíso que no necesita filtros. 

El otoño no frena a los gaditanos, ni tampoco a sus visitantes, quiénes continúan eligiendo la costa gaditana para una escapada otoñal. Ahora bien, con estas agradables temperaturas, en las que el sol ya no aprieta tanto como durante el verano, comienzan las rutas por los impresionantes acantilados de Conil. A este encanto se le suma la llegada de la temporada de olas y muchos surfistas se arman de sus tablas para cabalgar las mejores olas en enclaves como Roche. 

Los amantes de las olas encuentran el destino ideal en las playas del Algarve en Portugal, pero no hace falta irse tan lejos para disfrutar de un paisaje que se asemeja bastante al del país vecino. Sabemos que las comparaciones son odiosas y las playas de Cádiz son únicas, pero eso no quita que existan lugares que nos recuerden a otros.

Esto es lo que sucede con las calas y los acantilados de Conil. Si alguna vez has estado en el sur del país vecino habrás podido comprobar que existen playas que te recuerdan a alguna de las más salvajes de la costa de Cádiz; aunque nada tienen que envidiar a las del Algarve en Portugal. Tal y como puede verse en la fotografía, sería complicado distinguir qué acantilado pertenece a la costa de Cádiz y cuál al Algarve en Portugal. 

Una cala de Conil y una de Portugal

Estos paisajes que enamoran a primera vista corresponden a una de las calas de Conil y una del Algarve. En la imagen de arriba podemos apreciar el impresionante acantilado de la cala de Puntalejos, una de las más desconocidas y, a la vez, con más encanto de la costa de Cádiz. Mientras que la segunda imagen corresponde a la playa de Benagil, en Portugal, que cuenta con imponentes acantilados de piedra caliza y grutas marinas. Ambos enclaves comparten aguas frías, turquesas y cristalinas que se mezclan con acantilados de vértigo para resguardar a los bañistas.