Cádiz CF - Betis | Ambiente

Pasión desatada en el Nuevo Mirandilla

  • La afición vibra con el equipo amarillo en un día primaveral, de sol radiante y magnífica temperatura

  • Espectacular ambiente pese a que no se registra el lleno augurado en la víspera del Domingo de Ramos

  • La hora del partido, en pleno almuerzo, se contrarresta con la apertura de cantinas por primera vez en dos años

El equipo amarillo hace piña antes de empezar el choque de este sábado.

El equipo amarillo hace piña antes de empezar el choque de este sábado. / Jesús Marín

El cadismo vibró en uno de los partidos más esperados de la temporada, el derbi andaluz con el Real Betis, un finalista de Copa del Rey que, de la mano de Manuel Pellegrini y con una de las mejores plantillas de la Liga Santander, está metido de lleno en la pelea por las plazas de Liga de Campeones.

Pese a que las gradas del antiguo Carranza, Nuevo Mirandilla, no registraron el lleno que en las jornadas previas se auguraba, desde temprano las calles de la capital confirmaban que se trataba de un día importante, en lo deportivo y no sólo en lo deportivo. Las camisetas amarillas por doquier, también algunas verdiblancas, contrastaban, especialmente en el centro de la Tacita de Plata, con las visitas a los templos en la víspera del Domingo de Ramos.

Sábado de pasión desatada por la afición en un mediodía o media tarde primaveral, de sol radiante y magnífica temperatura. La hora del almuerzo, poco habitual para la práctica del balompié, se pudo contrarrestar con otra buena nueva en tiempos de pandemia: las cantinas abrieron en el estadio por primera vez en dos años.

El empaque del Cádiz de Sergio González, las hechuras de bloque compacto en defensa pero también con conceptos llevados a la práctica en ataque, lejos del ideario grabado a fuego con Álvaro Cervera, invitan a espolear, a jalear cada acción, a animar sin desfallecimiento de principio a fin. La hinchada da y recibe.

Ello explica que la primera parte transcurriera con tanta intensidad en el campo como alrededor, con presión sobre el césped e igualmente en el graderío. Como debe ser, vaya. Las individualidades de Fekir inquietaban, no era para menos, aunque especialmente un manotazo del francés a Iván Alejo provocó la ira del respetable.

Tras el descanso, con fuerzas repuestas y el apetito saciado –muchos cientos de aficionados de los más de 18.000 que se dieron cita abandonaron la grada durante el cuarto de hora del intermedio-, los seguidores béticos, los de Preferencia pero también los repartidos por otras zonas del estadio y sobre todo en la Tribuna alta, acapararon protagonismo coincidiendo con la salida en tromba de los suyos.

Claro que el éxtasis estaba por llegar. Y llegó cuando Iván Alejo marcó el 1-0, con doble o triple incertidumbre porque el auxiliar de línea señaló fuera de juego. El cadismo celebró, contuvo la respiración y finalmente celebró el gol como si con él se certificara una permanencia que aún queda lejos.

También disfrutaron su particular jolgorio los hinchas desplazados desde la capital hispalense, primero con el tanto de Tello tras la enésima filigrana de Fekir, tras magistral conducción del veterano portuense Joaquín, y a renglón seguido al materializar el Panda el penalti cometido por Alcaraz sobre él mismo y pitado a instancias del VAR.

La alegría fue por barrios, como suele pasar, con el denominador común de la pasión desatada en un sábado de fervor por el fútbol y la Semana Santa para dos aficiones, de dos ciudades futboleras y cofrades, que viven estas fechas de manera muy especial.

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