cádiz - nástic de tarragona

Enemistado con el gol (0-0)

  • El equipo amarillo se estrella contra su falta de puntería en el remate y deja escapar una ocasión de oro para distanciarse en la clasificación. Ortuño desperdicia un penalti

Las imágenes del Cádiz-Nástic

Las imágenes del Cádiz-Nástic / J. Marín

Sin llegar a brillar, el Cádiz hizo lo suficiente para quedarse con los tres puntos pero falló en la faceta más importante: el remate. Generó ocasiones, no muchas aunque muy claras, pero no fue capaz de meter una dentro. Ni de penalti. Tanto lamento de que al equipo amarillo no le pitaban un pena máxima a favor y cuando por fin la tuvo la mandó al limbo por medio de Ortuño, que no tuvo su día ni siquiera desde los 11 metros. Era el segundo penalti de la temporada -el primero fue en la segunda jornada- y la falta de costumbre pasó factura.

Sin la salsa del fútbol el plato de vuelve insípido y el Cádiz, fruto de su desacierto, dejó escapar una oportunidad de oro para poner tierra de por medio sobre el séptimo clasificado. Podía haber cobrado una ventaja de siete puntos pero la realidad es que son cinco después de no haber sido incapaz de marcar un solo gol al Nástic de Tarragona.

El empate sin goles se puede considerar justo porque con el punto de mira desviado es imposible la victoria, aunque la cosa pudo haber sido peor porque Cifuentes se vistió de héroe en el tiempo de prolongación para salir ganador de un mano a mano con Stephane Emaná y evitar una derrota que hubiera dejado un ingrato sabor de boca. El portero celebró su reciente renovación con un paradón.

Álvaro Cervera se ajustó a los parámetros de la lógica y sólo realizó los cambios obligados por las sanciones de Carpio, Aridane y Brian, relevados por Iván Malón, Servando y Luis Ruiz. El resto del once, los mismos que en las últimas dos jornadas que tan buenas sensaciones ofrecieron los gaditanos.

Tan enchufado empezó el Cádiz que en el primer minuto, cuando había seguidores que todavía estaban tomando asiento, desperdició una ocasión clarísima, de esas que son difíciles de olvidar. Álvaro García se coló como un puñal por la banda izquierda, desbordó con rapidez y sirvió en bandeja el pase de la muerte y Salvi, que sólo tenía que empujar el balón en boca de gol, pero lo envió fuera de manera inexplicable. Nueve de cada diez remates hubieran acabado dentro de la portería, pero ese en concreto no encontró la diana pese a su aparente facilidad. Le dio con el tobillo en lugar de con la bota.

La respuesta del Nástic no tardó en llegar. En el 4, Alberto Cifuentes evitó con la punta de los dedos el gol tras un disparo de Stephane Emaná dentro del área. Se libró el cuadro local del 0-1 por un pelo. Ambos contendientes mostraron sus cartas en un partido de ida y vuelta, con frecuentes llegadas a las dos áreas ante dos zagas seguras. Los dos necesitaban los tres puntos, cada uno por un motivo bien distinto, y ninguno ejercía el mando del todo. El dominio era alterno. Le pelota pasaba de un bando a otro en un duelo sin control en el que los amarillos buscaron una y otra vez la velocidad de Álvaro, que en el 11 conectó con Ortuño, en fuera de juego, y el latigazo del murciano lo sacó Manolo Reina.

Los locales empezaron a sentirse cómodos en su parcela, sin arriesgar. Concedieron la iniciativa a los visitantes y se abonaron al contragolpe, el arma de destrucción masiva que tanto daño ha hecho a los rivales a lo largo de la temporada. No surtió efecto pero al menos el Cádiz contuvo las acometidas de los catalanes.

El choque entró en una fase de continuas imprecisiones, como si nadie quisiese atesorar el balón, y las llegadas a puerta se redujeron a la mínima expresión. Las protagonizó Aketxe a balón parado. El vasco puso en apuros al cancerbero con libres directos lejanos, en el 35 y en el 37, que botaron justo antes de alcanzar la portería y dificultaron el despeje.

Los saques de falta y un par de internadas de Iván Malón emergieron como recursos ofensivos en la recta final de un primer acto solventado con el marcador intacto, con un conjunto amarillo sólido aunque sin pegada frente a un rival consistente que expuso argumentos justificativos de por qué no ha perdido sus últimos cinco partidos a domicilio.

La segunda parte arrancó igual que la primera, con una oportunidad pintiparada que el Cádiz tampoco supo aprovechar cuando parecía más fácil marcar que fallar. En el 50, Luis Ruiz colocó un centro medido en el corazón del área y a Ortuño, completamente solo, el cabezazo se perdió por muy poco por querer ajustar tanto su remate. Le dio tiempo a pensar pero no atinó.

El Cádiz se hizo con las riendas aunque se empeñó en perdonar la vida con errores de bulto en la definición. El propio Ortuño, en el 52, mandó al larguero un testarazo en una jugada sin aparente peligro y en 55 fue Garrido, también de cabeza, quien envió alto el esférico a la salida de un córner.

Los anfitriones no sacaron rentabilidad y además tuvieron que remangarse para al menos evitar la derrota. En el 57, Lobato, solo dentro del área, no fue capaz de poner la pelota entre los palos en un claro aviso de que el Nástic iba a por todas. El partido llegó a la recta final con todo por decidir, con Nico Hidalgo en lugar de Salvi y el ingreso de Abdullah por Garrido en una apuesta ofensiva.

El Cádiz quería ganar. Pujaba por los tres puntos sin freno y por fin le llegó la gran oportunidad en el minuto 73 cuando Ais Reig pitó penalti por un placaje de Mossa a Ortuño local dentro del área en una jugada confusa. El balón salió repelido tras tocar en un poste y de pronto el árbitro pitó penalti en una jugada confusa, muy protestada por los rojillos.

Ortuño culminó su tarde aciaga con un lanzamiento tan potente como defectuoso con el que el yeclano embarcó la pelota en el Fondo Norte y dejó escapar la ocasión de oro de poner con ventaja a los amarillos, que encararon los últimos minutos en superioridad numérica beneficiados por la expulsión de Mossa, que había la segunda cartulina tras cometer la infracción.

Los de Juan Merino se atrincheraron en su área para defender el empate y los gaditanos se volcaron arriba con más corazón que cabeza, con un sinfín de balones colgados al área, arrastrados por corriente de la precipitación ya con Aitor sobre el césped en busca de uno de sus misiles que llegó a conectar al final aunque sin puntería.

No sólo no vio puerta el Cádiz sino que estuvo a punto de perder en el alargue. Superado el minuto 90 y en plena vorágine ofensiva, los amarillos, descolocados y sin defensa, pusieron la alfombra para que Emaná se plantarse solo ante Cifuentes, que repelió el disparo del ariete y dejó un punto en casa.

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