Cádiz - Osasuna

Contrariedad paranormal (0-2)

  • El conjunto amarillo falla tres penaltis antes de caer frente a un rival que sí sabe aprovechar su momento

  • Cuatro partidos sin ganar ni marcar

El Cádiz demostró su evidente enemistad con el gol hasta límites insospechados. Falló hasta ¡tres penaltis! -uno fue la repetición de otro anterior- y claro, cuando un equipo no es capaz de aprovechar ni siquiera una pena máxima, la pena es máxima y la consecuencia no es otra que una derrota, la tercera en las últimas cuatro jornadas y la primera en un Carranza cuyo fortín saltó por los aires con un guión repleto de crueldad. El castigo quizás fue excesivamente duro para un equipo amarillo que, después de negar tres veces el gol desde los 11 metros, se encontró con el revés de los tantos de un Osasuna que sí aprovechó sus ocasiones después del hat trick de su portero, auténtico héroe de su equipo en un partido raro, con escasas llegadas a puerta.

La cruda realidad es que el Cádiz se adentra en una peligrosa dinámica arrastrado por sus errores, sin ideas en ataque y nula capacidad para marcar cuando se lo ponen en bandeja. Ya son cuatro encuentros los que encadena sin ver puerta. Y más fácil que en el duelo ante el Osasuna será difícil que lo tenga.

El duelo derrochó intensidad desde el pitido inicial, como si se tratase de una final. Una auténtica batalla cuerpo a cuerpo sin un dominador claro. Empujó más el cuadro visitante, con más querencia por el esférico, aunque fue el anfitrión el que dispuso de los primeros saques de esquina. De uno de ellos prendió la mecha que calentó al personal. Justo al cuarto de hora, Sergio Herrera, con el balón en su poder entre sus brazos después de un córner, propinó un codazo dentro del área a Servando y el árbitro señaló penalti sin la más mínima duda aunque no expulsó al portero, que protestó de manera airada y se originó una trifulca entre jugadores de los dos equipo que retrasó más de dos minutos el lanzamiento de la pena máxima.

No fue Barral, que había fallado un penalti contra el Osasuna en la Copa del Rey, sino Aitor García, el encargado de tirarlo pero telegrafió demasiado el disparo y el cancerbero repelió el balón y evitó el 1-0. No lanzó nada bien el onubense, que casi anunció dónde iba a colocar el cuero con la posición de su cuerpo y el arquero adivinó su intención.

El Cádiz desperdició una oportunidad de oro en casi su única llegada clara en toda una primera mitad en las que las defensas se impusieron a los ataques. Los amarillos no aprovecharon el regalo nacido de una acción absurda del portero foráneo aunque se vinieron arriba y apretaron en los minutos previos al descanso frente a un adversario que pareció tomarse una tregua, obcecado en sacar el balón jugado desde su propio área.

Cuando la pelota no tiene dueño y va de un lado para otro el juego se dispersa. Ni uno ni otro fueron capaces de atacar con un criterio sólido, enredados en marañas defensivas que hacían imposible divisar la portería. Parecía que una estaba en las Puertas de Tierra y la otra en Torregorda. Las dos amuralladas para que nadie osara su asalto. La pelota estuvo más tiempo en el centro del campo en un choque caliente desde el minuto 15. A la media hora el colegiado perdonó la expulsión a Garrido por una dura entrada.

Los de Cervera vieron taponadas las bandas y escasearon los recursos ofensivos, aunque supieron mantener el orden para desbaratar las intentonas de los rojillos, protagonizadas en su mayor parte por Quique.

El intermedio irrumpió con el marcador intacto, fiel reflejo de un equilibrio que el Cádiz no fue capaz de romper con aquel penalti no transformado por Aitor.

Un cabezazo conectado por Oier que se marchó fuera pegado a un poste en los albores de la segunda mitad avisó a un equipo amarillo que trató de animarse en tareas ofensivas con más corazón que cabeza, presionante arriba para pescar en la arriesgada salida de balón de los navarros. Cervera no esperó más y apostó por el esperado regreso del extremo Álvaro García con más de media hora por delante. No tardó en crear peligro el utrerano, que en el minuto 64 firmó su primera internada veloz aunque no estuvo preciso en su centro.

El reloj empezaba a correr tanto como el viento hasta que se detenía en el 67 por un nuevo penalti a favor del Cádiz por derribo de Aridane sobre Barral. El isleño cogió decidido el balón, tiró y paró Sergio Herrera, pero el árbitro ordenó la repetición del lanzamiento al considerar que varios jugadores rojillos invadieron el área antes de tiempo. Las protestas no sirvieron para nada y de nuevo Barral se encargó de lanzar. Cambió la dirección de su disparo y de nuevo se encontró con el portero, que paraba el tercer penalti de la noche.

Tres penaltis seguidos al portero. Increíble pero cierto. Y cuando se pierden ocasiones de ese calado, lo siguiente peor que puede suceder es recibir un gol. Y lo que tenía pasar, pasó. En el 76, Xisco, que llevaba cinco minutos sobre el césped, controló el esférico con el pecho dentro del área, lo dejó caer al suelo y soltó un zurdazo cruzado que se coló junto a un palo. El mazazo llegó con el 0-1 y aunque el Cádiz lo intentó hasta el final, fue incapaz de igualar. Alberto Perea, solo en el corazón del área, tuvo el empate en el 85 con una volea que de manera inexplicable envió fuera. No falló el Osasuna en la réplica, ya con los locales con uno menos por lesión de Marcos Mauro, y De las Cuevas sentenció con una acertada definición. Ahí radicó la diferencia entre uno y otro.

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