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Madre mía, Virgen del Rosario

  • La afición asiste atónita, el día de la Patrona, a los tres penaltis fallados

Banderas de España en el Ramón de Carranza, una imagen poco habitual cuando juega el equipo amarillo.

Banderas de España en el Ramón de Carranza, una imagen poco habitual cuando juega el equipo amarillo. / JULIO GONZÁLEZ

Pocas veces una primera parte dio para tanto en el Ramón de Carranza. Ni los más viejos del lugar recordaban un partido en el que se fallaran tres penaltis; además por parte del mismo equipo; para más inri, del que contaba con el respaldo de algo más de 13.000 personas en las gradas, que antepusieron el fútbol a la procesión de la Patrona en su día grande. Madre mía, Virgen del Rosario, Patrona de los gaditanos y, ayer, de los cadistas desolados por lo que habían visto.

Los primeros 45 minutos cambiaron rápido el discurso de los parroquianos que profesan la religión cadista. De hablar de Cataluña, de la independencia ilegal y de acordarse de los antepasados de Puigdemont y Junqueras, a cargar contra el árbitro y contra el portero de Osasuna.

La noche empezó cariñosa e incluso conmovedora al ver a Aridane abrazarse con todos sus ex compañeros. Muy bonito y adecuado. Así como la pancarta que lucieron los dos equipos: 'El fútbol une. El racismo divide'. "También dividen muchos catalanes", que dijo en la grada más uno.

El Cádiz fue recibido con banderas de España y papelillos en Tribuna, una grada poco dada a la animación. Lo de las banderas era de esperar con Cataluña sacando pie y medio del tiesto. Pero, por encima de Cataluña y los catalanes, el que animó el cotarro fue el árbitro al no expulsar al portero en el primer penalti. El colegiado no dejó tantos amigos como Aridane. Aún peor el portero visitante, odiado hasta en tres ocasiones por ganarse la 'internacionalidad' en Carranza.

Después de que David Barral hiciera bueno a Aitor García -mal de muchos, consuelo de tontos porque el onubense sólo desperdició un penalti- y cayera el 0-2, el Carranza se despobló entre la decepción de los suyos mientras desde Fondo Sur se afeaba esa marcha anticipada; algo así como la desbandada empresarial y bancaria que vive estos días Cataluña. Los valientes que se quedaron hasta el final vivieron entre el dolor, la impotencia y la tensión sin haber Mossos d'Esquadra de por medio. Queda mucha Liga pero la buena imagen, los goles y las victorias del Cádiz parece que se han independizado sin permiso de Álvaro Cervera. Y tienen que volver.

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