Una ucraniana en Cádiz: “Alguien tiene que liquidar a ese bicharraco”
La guerra de Ucrania llega a cádiz
Oksana Popovych narra el terror que está viviendo toda su familia: “Cada hora nos mandamos un OK para saber que siguen vivos”
“Estoy muerta, con pastillas y aterrorizada. No podía nunca imaginar que esto podía pasar en mi país”. Así se expresaba este viernes Oksana Popovych, una ucraniana que lleva viviendo en Cádiz 14 de los 21 años que hace que llegó a España.
Allí en Ucrania vivía en la ciudad de Kherson, donde se casó y tuvo una hija que, tras su separación, se ha convertido en su única compañera de viaje, dejando atrás a muchos familiares que aún permanecen a casi 6.500 kilómetros de Cádiz.
De todos ellos se acuerda cada día, pero más aún desde la madrugada del jueves pasado, cuando las tropas de Putin iniciaban la conquista de Ucrania. “No podemos conciliar el sueño y no nos separamos de la tele del salón”, destaca Oksana (rebautizada como Susana, nada más llegar a Cádiz).
Ella pensaba que la guerra era evitable con una buena dosis de diálogo, pero “él (por Putin) tenía claro que iba a atacar Ucrania por todos los lados. Mi familia está allí rodeada. No tienen escapatoria. Es un terror lo que está pasando allí”.
Su familia más cercana, dos hombres, seis mujeres y cuatro niños, se ha trasladado a una casa en el campo. “Allí tienen comida, agua, luz y calor, pero no sabemos si alguna bomba llegará hasta allí”.
La comunicación, sobre todo con su hermana pequeña, a la que crió casi como a una hija, al quedarse huérfana muy pronto, es escasa, si no casi inexistente. “El Gobierno ha prohibido que demos mucha información a través de los móviles. Las comunicaciones están intervenidas y vigiladas. Rusos y ucranianos hablamos el mismo idioma y lo que no quieren los gobernantes es que los rusos vean que tenemos pánico y que estamos asustados”.
Estos mensajes a través de whatsapp se ciñen a un estricto “OK” cada hora u hora y pico. “Cuando veo el OK, sé que todo va bien y que siguen vivos y respiro con tranquilidad. Si no llega ese OK, es que algo está fallando”.
Tomaron la decisión de abandonar sus hogares en Kherson cuando vieron como un bombardeo arrasaba el mercado en el que, cada día, hace la compra su familia. “A pesar del OK, nos cuentan mis amigos que ya han recogido los cuerpos de más de tres mil militares rusos. Y si han caído tres mil rusos, ¿cuántos de los nuestros habrán muerto ya”.
"Si me dices si me iría a pelear, yo me voy"
Oksana sabe a ciencia cierta que la verdad se queda allí y que no trasciende el número real de caídos. “A 20 kilómetros de la que era mi casa hay un puente en el que se están desarrollando sangrientos enfrentamientos entre rusos y ucranianos en un cuerpo a cuerpo en el que sólo les diferencia un lazo que llevan en el brazo:si el lazo es rojo son rusos, y si es azul, son ucranianos. Pero, a veces, las víctimas aparecen en el suelo sin brazos o incluso con el cuerpo destrozado y el color del lazo pasa del todo desapercibido entre tanta sangre”.
La familia de Popovych no está ya para batallar. Para colmo su suegra ha contraído el Covid. “Ellos tienen miedo, pero yo tengo miedo, odio y rabia y si me dices si me iría allí a pelear, yo me voy. Tenemos que defender nuestra tierra ante un tártaro como ese (refiriéndose de nuevo a Putin”.
Oksana desconfía del papel que está jugando la OTAN y la Unión Europea. “Hay demasiados intereses por medio”. No entiende como “le tengan tanto miedo a ese bicharraco, un asesino al que aún siguen llamando Vladimir Putin. Es un terrorista lo mismo que lo fue Sadam Husein o Gadafi. Alguien tiene que liquidarlo. Es un peligro para el mundo entero”, alerta Oksana.
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