Torcuato Cayón: Reivindicando al gran arquitecto del Cádiz del XVIII
El Colegio de Arquitectos de Cádiz homenajea con un coloquio al autor de emblemáticos edificios del siglo de oro gaditano con motivo del Día Mundial de la Arquitectura
Torcuato Cayón y sus edificios más simbólicos de Cádiz protagonizan el Día Mundial de la Arquitectura
Aunque no tenga el nombre de una calle señera en la capital gaditana, ni sea protagonista de un monográfico sobre su obra, Torcuato Cayón fue uno de los arquitectos más importantes del Cádiz del siglo XVIII, en cuyo diseño de ciudad participó activamente, dibujando parte del skyline que ha perdurado hasta ahora. Fue uno de los arquitectos de la Catedral de Cádiz; ideó la torre de la iglesia de San Juan de Dios, la del sagrario de la Catedral Vieja o Santa Cruz; amplió la Santa Cueva, la iglesia del Rosario; proyectó el Hospicio Provincial conocido hoy como Valcárcel; es autor de la iglesia de San Juan Bautista y la capilla de Santa Ana en Chiclana, de la iglesia de San José en Puerto Real o la Casa Consistorial y del hospital de San José de San Fernando. Proyectó incluso el alcantarillado, pavimento y saneamiento de Cádiz que fue modélico en toda Europa.
Y es que a Torcuato Cayón le tocó vivir el siglo de oro gaditano, en el que la ciudad iba como un tiro económica y socialmente hablando, se convirtió en una orbe cosmopolita, repleta de foráneos que venían a hacer sus negocios y no le quedó otro remedio que crecer, dotándose por entonces de los edificios monumentales y emblemáticos, en los que Cayón imprimió su sello.
Por este motivo, el Colegio de Arquitectos de Cádiz no ha dudado en dedicar el Día Mundial de la Arquitectura a este ilustre personaje con un coloquio se que se celebró bajo el título ‘El arquitecto gaditano Torcuato Cayón de la Vega en el tricentenario de su nacimiento (1725-2025’)’. Un conversatorio que contó con la participación de Beatriz Blasco Esquivias, catedrática de Historia del Arte, que contextualizó el periodo de transición entre el Barroco y el Neoclásico en el que intervino en la ciudad; el doctor en Historia Juan Alonso de la Sierra, que repasó la obra construida y proyectada en Cádiz y la provincia; y los arquitectos que durante las últimas décadas han actuado en varios edificios del homenajeado como Juan Jiménez Mata, con más de treinta años de trabajos en la Catedral de Cádiz; José Ignacio Fernández-Pujol, restaurador de la Santa Cueva y la iglesia del Rosario, y el arquitecto y ex-presidente de la Real Academia de Bellas Artes, José María Esteban, autor de diversas iniciativas y actuaciones en la iglesia de San Juan Bautista de Chiclana. El coloquio fue moderado por Tomás Carranza, Jefe del Área de Formación y Cultura del Colegio de Arquitectos y presentado por su decana, Paula Vilches, que se encargó de recibir al numeroso público participante y de poner de manifiesto su papel como “arquitecto puente, al formar parte del ambiente barroco de Cádiz, a la par de introducir elementos que anticipan el gusto neoclásico”, además de convertirse en una figura clave para entender la evolución de las instituciones arquitectónicas gaditanas del siglo XVIII.
Porque fue justo este uno de sus principales retos, introdujo Beatriz Blasco, al explicar que el contexto en el que se desarrolló su labor fue en la de un reinado, el de Carlos III, que impuso un nuevo tratado “del buen gusto, contrario al Barroco”. Por lo que Cayón se convirtió “en un arquitecto bisagra, en lo que fue un difícil y lento proceso de sedimentación al arrastrar usos y costumbres de los viejos valores que ahora denostaban la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid”.
En este entramado entró en escena Antonio Ponz, al que el monarca encargó un viaje por España en busca pedagógica del buen gusto, en el que “fue muy cruel con el barroco y con los artistas”. De aquel viaje nació un tomo dedicado a Cádiz en el que criticó ferozmente los elementos barrocos de la nueva Catedral que se estaba construyendo en esta ciudad.
Ponz de la Catedral: "Habría que derribarla y hacer cuenta que se la tragó el mar"
Tanto fue así que en 1777 la Real Academia madrileña decretó que “ilegalizaría el mal gusto” y todos los grandes proyectos tenían que contar con su beneplácito, por lo que se llegó incluso a proponer el “derrumbe de la Catedral” como solución.
En esta insólita solución ahondó Juan Jiménez Mata, que fue el encargado de desgranar su vínculo y obra expresa en la Catedral de Cádiz, apuntando “que no se formó con Acero, pues su tío se fue a Guadix cuando tenía 4 años”.
Destacó el arquitecto gaditano lo que reflejó Antonio Ponz en su libro sobre su encuentro con Torcuato, del que reconoce que a su llegada a esta obras “los disparates más gordos estaban ya construidos”, y al que llama “ingenuo maestro”, para referirse a la Catedral en boca de “cierto conocedor que entró en ella cuando yo la estaba viendo y acertó a decir que era el promontorio de mármol más extravagente y desconcertado que había imaginado, que si bien se ha querido remediar no hay más que derribarla y hacerse cuenta de que se la tragó el mar, teniendo en cuenta los raudales que se han gastado en ella”.
Una obra que, “en términos generales, no responde a un estilo único del barroco, sino que se traducía a una manera nueva de entender el espacio”, apuntó.
También mencionó Beatriz Blasco que Ponz acuñó el término churrigueresco para referirse peyorativamente a toda la obra del arquitecto y escultor José de Churriguera, de estilo barroco.
Juan Alonso de la Sierra, por su parte, abundó en que Cayón participó del crecimiento de la ciudad, de su arquitectura tradicional, “la religiosa y doméstica, en la que tiene mucha importancia lo castizo y local, con una relevancia mayor de los elementos decorativos que lo arquitectónico en los edificios de viviendas”.
También “estaba inmersa la ciudad en el proceso de fortificación y en la construcción de su Catedral”, que fue de las obras más importantes que se inició en época borbónica en la que también participó, entre otros grandes proyectos para la ciudad.
Repasó su rápida proyección profesional tras llegar a Cádiz de la mano de su tío Vicente Acero. “Era un hombre con carácter”, pues con apenas 19 años contrarió el destino que su padre proyectó para él, al casarse e interrumpir los planes de una carrera eclesiástica.
“Se ganó el respeto del equipo por su forma extraordinaria de dibujar y el Cabildo de la Catedral le nombra aparejador”. Pronto demandaron sus servicios para trabajar en las defensas, “e incluso finalizó la portada de la Puerta de Tierra, que sigue un diseño más barroco que el que él plasma”. Como muestra de un legado entre los nuevos y viejos valores, también levantó un Triunfo de la Virgen del Rosario tras el maremoto, “que llama la atención por su base de columna salomónica, es totalmente rococó”.
Una carrera en la que entró de lleno su ahijado Torcuato Benjumeda, que se convertiría pronto en su alumno aventajado, hasta el punto de que en la década de los 60 del siglo XVIII, ya se diluía su brillante labor con la segunda etapa de su maestro. Del Hospicio, esgrimió que no es autoría total de Cayón, que también creó una escuela gratuita en los 60, siendo nombrado a finales de esta década maestro mayor de la seo, que fue cuando se encargó de la torre de San Juan de Dios, donde “recupera la tradición de las torres de las iglesias gaditanas”, describió el historiador.
En los 70 “llegó su plenitud y también su decadencia por cuestiones de salud”, que fue cuando concluyó el sagrario de Santa Cruz bajo cánones academicistas muy austeros, así como sus obras en Chiclana, “que es la interpretación academicista de la Catedral de Cádiz imposible conseguir, pues con buen criterio solo pudo acabarla sin intentar romper con lo anterior, sino solo tratar de armonizarla, que es lo que explicó a Ponz”.
Ya al final, en los 80, deja de ser maestro mayor por imposibilidad, época a la que pertenecen San José y San Pablo, “que podrían ser de los dos”.
De la Santa Cueva y la iglesia del Rosario disertó Fernández-Pujol. Ubicó los albores de la Santa Cueva en el óleo de Aramburu de 1674 y contó la evolución y ampliación en este Cádiz floreciente de la mano de José Sáenz de Santamaría, Marqués de Valdeíñigo, como mecenas. El origen se encuentra en los ejercicios espirituales de un grupo de varones que pasaron a reunirse en la iglesia del Rosario. Una obra que arranca Cayón en 1781 y finiquita Benjumeda tras su muerte en el 83, y de la que repasó la sobriedad de la capilla subterránea, frente a la riqueza de la capilla alta, con planta oval y su “impresionante programa iconográfico”, con sus Goya o los altorrelieves de Cosme Velázquez Merino, para resaltar la ingeniosa entreplanta “para apoyar la capilla sacramental”.
Y de la obra fuera de la capital se encargó José María Esteban, autor del proyecto de la obra de ampliación de la inacabada Iglesia Mayor de Chiclana, que describió como “la iglesia neoclásica más importante de la provincia de Cádiz y de las más relevantes de Andalucía”. El arquitecto presentó la culminación de esta obra “que mira a Torcuato Cayón en el futuro” para sentenciar que “merece la pena que se acabe”.
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