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El pasaje del terror

  • Los vecinos y comerciantes de García Escámez y Ciudad de Santander denuncian la dejadez y falta de mantenimiento que sufre el pasaje que conecta las dos calles

Entre todos la mataron y ella sola se murió, dice el dicho o el refrán. Primero fue el cierre del antiguo Mercado de San Severiano y años después el derribo del Pabellón Portillo. Fueron muchas las posibles causas que han marcado la decadencia de la manzana comprendida entre las calles General García Escámez y Ciudad de Santander.

Dos vías que contaron en su día con tiendas de todo tipo gracias a que eran dos calles, sobre todo Ciudad de Santander, que contaban con una gran afluencia de gaditanos. Pero llegó la vía transversal que ahora llega desde la Barriada de la Paz hasta Cortefiel y se acabó la vida de esta dos citadas vías gaditanas.

Tanta era la afluencia de público, que estas dos calles están conectadas por un pasaje, algo nada habitual en una ciudad como Cádiz. Se llama Pasaje de Mari Carmen González. Puede tener no más de 50 metros de longitud, pero su decadencia actual y su estado de abandono son una muestra evidente de la situación que se vive en este rincón de la ciudad.

Acceso al pasaje por la calle Ciudad de Santander. Acceso al pasaje por la calle Ciudad de Santander.

Acceso al pasaje por la calle Ciudad de Santander. / Julio González (Cádiz)

Allí hubo casi de todo, según relata Juan Dávila, propietario de la peluquería ubicada en este pasaje, por la parte de la calle Ciudad de Santander. Cuenta este peluquero que allí hubo una tienda de discos, vendían saneamientos, muebles, marcos de cuadros, había una tienda de ropa, un bar cuyo escaparate siempre llamaba la atención de los más pequeños por lucir una gran pecera así como por poseer una de esas entonces populares máquinas de discos en las que el cliente elegía qué música quería escuchar cada momento por muy pocas pesetas.

Pero ya no es lo que era. “Ahora entre las dos y las cinco de la mañana aquí se ve de todo”. Lo cuenta el hijo de Juan, Juan Ramón, que desde hace ya unos 20 años ejerce de aprendiz con su padre. “El se encarga de los clientes más jóvenes y yo me quedo con los más clásicos”, comenta sonriente Juan. Pero esta sonrisa se le borra de la cara cuando habla del mal estado en el que se encuentra el pasaje que aloja su peluquería. “Esto es un show. En teoría el pasaje pertenece a los vecinos y comerciantes del pasaje pero ya no hay tiendas y los vecinos dicen que no se quieren hacer cargo de su mantenimiento”. El caso es que el olor a orines, las paredes enlucidas con espectrales grafitis, escaparates de tiendas cerradas hace ya años dan una imagen pésima a un singular pasaje que tanta vida y a tantas familias mantuvo en su día.

Juan, el peluquero, confiesa que él vive con su familia en una de las vivienda de los dos únicos edificios a los que se acceden desde este pasaje “y ya porque mi niña es mayor, pero cuando era más pequeña, me he visto obligado a bajar por la noche cuando llegaba de pasear con sus amigos para darle el encuentro. Yo no sabía si cualquier día le podían da un susto en el pasaje y a dos metros de su casa”.

Parte de sus propietarios son partidarios de cerrar el pasaje por la noche

El único que hace por mantener parte del pasaje es el propio Juan, que cada día le da un buen flete a todo el frontal de su negocio, “e incluso un poco más allá porque me gusta que esto huela bien, pero lo peor es que hay vecinos que se quejan a veces porque dicen que se pueden resbalar cuando limpio, así que esto no hay quien lo arregle”.

Ya Juan Dávila piensa en jubilarse y dejarle a su hijo Juan Ramón la peluquería pero se indigna al recordar que ya le han robado en dos ocasiones en los últimos años.

Al tratarse de una propiedad privada, el Ayuntamiento no tiene nada que decir respecto a la dejadez de este pasaje, ya que deberían ser sus habitantes los que la tuvieran siempre a punto. “Yo soy partidario, al igual que muchos otros vecinos, de que se ponga una reja por la parte de García Escámez y otra por la calle Ciudad de Santander. Así evitaríamos la indeseable visita nocturna de los grupos de chavales que se sientan en las escaleras que hay justo en el centro del pasaje”.

Incluso Juan asegura que hay vecinos que viven en el pasaje que prefieren dar la vuelta por García de Sola en vez de acceder a sus viviendas por el pasaje que es lo que se ha hecho toda la vida. Pero el pasaje ya no tiene vida y la falta de mantenimiento lo tiene cada vez más muerto y lo hace menos paseable.

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