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Historia

Entre la leyenda y el compás flamenco, ¿qué era La Cueva del Pájaro Azul de Cádiz?

Cada artista y cada espectador que recaló en la calle San Juan en la primera década de la Cueva del Pájaro Azul guarda un recuerdo imborrable de la experiencia. Buena parte de culpa la tenía Manuel Fedriani Consejero (1914-1985), su ideólogo y gerente, un empresario con ojo y talante que supo convertir su taberna en ineludible punto de encuentro flamenco; y la otra, (la culpa, digo) las propias hechuras legendarias del establecimiento, una cueva hallada de la manera más fortuita en la accesoria que servía de almacén al entonces bodeguero Fedriani y que dio lugar a múltiples teorías y a que la imaginación de más de uno volara acrecentando las leyendas... ¿O no? Y es que quizás la cueva no sería la guarida del tesoro de ningún antiguo matutero apodado El Pájaro Azul pero, desde luego, se ha demostrado que solera tenía el enclave donde apenas hace unos años se encontraron los restos del antiguo Puerto de Gadir, la Cádiz fenicia. Hallazgo puesto en valor por Pedro Fernández y Germán Garbarino que, precisamente, lo que andaban buscando en los números 37 y 39 de la calle San Juan era volver a recuperar la vida para la Cueva del Pájaro Azul. Y hoy, casi 62 años justos de su inauguración, que tuvo lugar el 12 de agosto de 1960, lo hacen devolviendo el flamenco a una de sus estancias con un programa de actuaciones.

La acogida está siendo “muy buena”, confirma Fernández que tiene agotadas las 44 localidades de esta sesión inaugural (con Emilio Florido al cante, Cristina Aldón al baile y Óscar Lagos a la guitarra) y apenas le quedan unas pocas para ventilarse la sesión de la semana que viene. “Sí podemos asegurar que en septiembre tendremos dos citas más”, explica el gerente del enclave que “pronto” podrá confirmar las nuevas fechas.

Pero, ¿qué fue La Cueva del Pájaro Azul? “Sin duda, un punto de encuentro, un lugar mágico donde la leyenda, el arte y la buena atención fueron la clave de sus primeros años y donde recalaron los más grandes artistas flamencos del momento ya que mi tío era un buen aficionado”, explica a este periódico Charo Barrios, sobrina del fundador de La Cueva del Pájaro Azul y la primera en poner negro sobre blanco el descubrimiento y la historia de este mítico local de Cádiz, gracias no sólo de sus recuerdos de “las bodas, bautizos y comuniones” que allí celebró su familia, sino de todo el conocimiento que le ha transmitido su querido primo Manuel Fedriani.

Descubrimiento

“A finales de los años 50 mi tío decide abrir las Bodegas San Juan arrendando un local en la calle Magistral Cabrera, 7, con salida por la calle San Juan. El negocio prosperó y, al cabo de algunos años, se vio obligado a arrendar una accesoria, no muy anchurosa pero bastante profunda frente a la bodega, como desahogo. Pero una mañana, unos meses después, se encontraba un arrumbador organizando y limpiando un poco la accesoria y al voltear un bocoy (barril de gran tamaño para transportar vino) para ponerlo de pie sonó un gran estruendo.El arrumbador rápidamente dio aviso a mi tío que estaba en la oficina y que se desplazó hasta el lugar para repetir juntos varias veces la misma operación. No había duda. Debajo del suelo había algo hueco hasta ahora desconocido y por ello retumbaba. Así, con la correspondiente autorización de la dueña de la finca, que vivía en Madrid, se hizo una perforación en el suelo para averiguar qué había allí abajo...”, explica Barrios que dice, según le contaba su primo, que echaron un primer vistazo al hueco abierto con un papel prendido, “creo que era una hoja de Diario de Cádiz”.

Una vez comprobado que no era un pozo, el albañil contratado para el trabajo bajó con una lámpara y comprobó que aquello parecía una habitación. Pero no una, tal y como el albañil, apodado El Cordobés, pensó en un primer momento, sino varias.

La noticia corrió como la pólvora por el barrio y entre los próceres de la ciudad, despertando viejas leyendas. No en vano, “Adolfo Vila y Valencia, amigo de Fedriani, fue el que le sugirió, entre otras personas, que le pusiese La Cueva del Pájaro Azul, en recuerdo de un estraperlista de gran habilidad, aunque parece que realmente no existió”, recuerda la sobrina.

Inauguración

De hecho, en la crónica de la inauguración del establecimiento publicada por Diario de Cádiz el 13 de agosto de 1962, el académico de Bellas Artes Ramón Grosso, encargado de pronunciar unas palabras antes de la ceremonia de bendición a cargo del padre Martín Bueno, párroco de Santa Cruz, habla de una “Comisión de Restauración de la Cueva del Pájaro Azul” formada por Mariano Muñoz, Álvaro Picardo, Benito Cuesta, Carlos y Ramón Solís, Manolo Accame, entre otros colaboradores, que se comprometían a dar vida al local con sus charlas y reuniones.

Hombres de fortuna de la ciudad ligados además al flamenco (¡qué decir de Picardo!) que Fedriani siempre tuvo claro que reinaría. “La Cueva del Pájaro Azul fue la gran apuesta de mi tío por el cante flamenco, sin perjuicio de que también tuviera contenido gastronómico, los Huevos a la Cueva, como los huevos a la flamenca pero con un gran bistec de ternera debajo servido en fuente de barro, el vino de su bodega y el buen marisco fueron algunas de sus especialidades”, apunta Barrios que recuerda, como también queda reflejado en el artículo de este periódico, “un ánfora custodiada en una hornacina que se puso como custodia de la esencia del cante”. En efecto, fue “el mejor cantaor de España”, como tildó Grosso aquel día a Aurelio Sellé, el que depositó “su denso hálito estilístico” en el ánfora de “donde simbólicamente aspirarán sus esencias las generaciones venideras”.

No pudo Aurelio acudir a la inauguración “por razones profesionales” pero sí lo más granado de la ciudad y una terna de buenos artistas, entre ellos, el jovencísimo hermano de la bailaora Encarnita Silva (el que sería el gran Juan Silva) que encandiló a los presentes.

También actuaron Miguel Armario El Borrul a la guitarra -tuvo que abandonar el local llegado el momento por llamada de José María Pemán, que acudió a la inauguración pero que pronto se tuvo que marchar, que lo solicitaba para Antonio Mairena que actuaba en los Cursos de Verano que el escritor dirigía- siendo sustituido por Antonio Ávila, el cantaor Manolo Córdoba (que fue quien presentó a Juanito Silva) y Manolo Romero y los bailaores Pilili de Cádiz y Cigarrito, además de las mencionadas Encarnita Silva y María Borrego La Torbellino, los tres artistas que protagonizaron la imagen con la que Diario de Cádiz ilustró la crónica del acto.

Figuras

Pronto, ya al año siguiente, se organizaría un Concurso de Cante propio junto a Radio Cádiz, cuya primera edición ganaron La Perla de Cádiz y María (Mariquilla) Vargas y por donde desfilaron desde El Niño de la Pelota al gran Santiago Donday y un pequeño Camarón de la Isla que La Cueva del Pájaro Azul vio crecer.

Al calor de este concurso, de las buenas reuniones y de "la vista larga de empresario y de persona con gran habilidad para el trato social", como define su sobrina, de Manuel Fedriani Consejero, por La Cueva del Pajára Azul pasaron en aquellos años (60-70) desde el Nobel de Literatura Jean Cocteau a la supervedette sueca, Lill Larsson, pasando por Marisol, Antonio el Bailarín, Camilo José Cela, Antonio y Manuel Mairena, la bailaora María Rosa... Y es que muchos y grandes fueron los que buscaron, y encontraron, a Cádiz en la Cueva del Pájaro Azul que este miércoles regresa, un poquito más, a la vida. 

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