La heroína de La Viña que reinó en Cádiz
La "bonita" y "triste" infancia de Caridad Aragón Pina, que fue reina infantil de las Fiestas Típicas hace 50 años tras ser premiada en la Operación Plus Ultra
El periodista entrevista en su casa a la princesa infantil de las fiestas. Es hija de un industrial gaditano. La niña responde que va al colegio de las Esclavas, que estudia primero de Bachillerato y que de mayor quiere ser azafata, como esas señoritas a las que ha visto varias veces en los viajes en avión que ha hecho con sus padres. Sí, ha viajado: conoce Sevilla, Málaga, Madrid, Valencia, Galicia... Y Portugal. Sí, conoce a la reina infantil. Le han dicho lo que hace, lo buena que es, y cree que se merece ser reina. El periodista también acude al domicilio de la reina infantil. Le hace un pregunta que no le ha hecho a la princesa. Cuéntame qué haces un día cualquiera, le pide.
"Me levanto tempranito, sobre las ocho de la mañana", responde Caridad Aragón Pina, de diez años de edad, vecina de La Viña, con nueve hermanos, hija de un matrimonio invidente. "Salgo a comprar el desayuno, que unas veces es a base de galletas, otras churros o tortas. Se desayuna, llevo a los más chicos al colegio y me pongo en la cocina para fregar lo que haya podido ensuciarse. Hago las camas y después de barrer y limpiar el polvo me voy al mercado, unas veces con mi padre y otras con mi madre, para hacer la compra. En casa ayudo después a mamá a preparar la comida y cuido de los niños pequeños. Si hace falta, salgo por fruta, pan, vino... Viene después el fregar y dejar limpia la cocina, y al colegio de cuatro a seis de la tarde. Cuando vuelvo, llevo las ropas a casa de la lavandera o las recojo cuando están limpias y planchadas. Por la noche, lo mismo, hasta que a las once o las doce me voy a la cama".
Las dos entrevistas las hizo Higinio Sainz hace cincuenta años. Eran las Fiestas Típicas, las dos niñas eran la princesa y la reina, infantiles, de ese año 1968, de aquel mayo mítico. Pocos años antes, en 1963, la reina infantil fue María del Carmen Martínez Bordiú, nieta de Franco; en 1966 lo había sido una nieta del ilustre escritor José María Pemán; y el año anterior, Rosa María de Arespacochaga, hija del director general de Promoción del Turismo. ¿Qué hacía en ese trono Caridad, una menor tan alejada del perfil al uso?
La respuesta asomaba en las páginas del periódico meses atrás, al final del verano de 1967. Caridad fue elegida para la Operación Plus Ultra. Y cuando los niños de esa campaña viajaron a Cádiz, el alcalde, José León de Carranza, decidió que la pequeña heroína gaditana sería la reina infantil de las próximas Fiestas Típicas. Un gesto. Ya lo dijo el propio Carranza pocos meses después: "En Cádiz-capital no hay diferencias de clase".
Caridad ha venido ahora al parque Genovés y, sentada en un banco, evoca aquella historia. Este paseo lo recorrió ella en una carroza, como reina. Lleva al cuello la medalla que le regalaron, con una fecha: 25 de mayo de 1968. El episodio anterior, el que la condujo al reinado, lo recuerda como "un milagro".
La noticia la publicó Diario de Cádiz el 26 de agosto de 1967. Entre los seleccionados para la Operación Plus Ultra estaba la niña gaditana Caridad, hija de un matrimonio de invidentes con nueve hijos, de 17 años el mayor. La campaña galardonaba cada año a niños que destacaban por un hecho heroico concreto, salvar a alguien en peligro, por ejemplo, o por su abnegada labor diaria. La organizaban la Cadena Ser, Iberia y las Cajas de Ahorros. Los niños eran premiados con un viaje de tres semanas que los llevaba incluso a Roma, donde los recibía el Papa. Una beca les permitía después estudiar y tener la oportunidad de afrontar un destino que no figuraba hasta entonces en sus planes porque no podía figurar.
Como hicieron al año siguiente, Higinio y el fotógrafo Juman acudieron prestos a La Viña, a la calle Panamá, a entrevistar a la menor galardonada. El periodista se topó con una niña "despierta, muy amante del hogar y siempre atenta a todos sus hermanos". Era cierto. Pero la realidad incluía otro detalle que todos obviaban: lo que Caridad quería era jugar con otras niñas e ir al colegio. ¿Qué haces en un día cualquiera?, le preguntó Higinio. Y Caridad se lo explicó casi con las mismas palabras que meses después, cuando el periodista volvió a su casa porque era reina.
"Mi infancia era bonita pero era triste", explica ahora Caridad. "Era bonita porque éramos muchos hermanos, porque estaba con mis padres, pero era triste porque yo no podía ir a jugar a la calle y no podía ir a un colegio por las mañanas como cualquier criatura. A casi nadie le gusta ir al colegio pero a mí era lo que más me gustaba. Yo iba al colegio en el turno de la tarde. Y ya cuando fui al viaje, me dieron una beca. Me pusieron unas clases particulares y pude aprender más; cuando recogía la casa, pues ya me iba para las clases".
Caridad le respondió a Higinio que no, que no tenía amigas, que no podía tenerlas, que no tenía tiempo para estar con ellas. Ahora rememora detalles de las tareas cotidianas. Una consistía en ir a la carbonería a buscar carbón que acarreaba a duras penas hasta su casa en un cubo de cinc. Debía detenerse en cada esquina a recuperar fuerzas. Para fregar la vajilla, en un lebrillo, tenía que subirse en un cajón de madera. "Un día se me fue el pie y me puse el lebrillo de sombrero". Con una tela de saco, áspera, fregaba el suelo arrodillada. "O no había fregona entonces o mi madre no la tenía". Una vida muy dura. Caridad le dijo a Higinio que le gustaba mucho leer, que nunca había salido de Cádiz y que de mayor le gustaría ser peluquera. Estaba contentísima con el viaje que le esperaba. Y no era para menos.
De Cádiz a Madrid viajó en tren, en coche cama. Caridad dice que iba con ella una persona encargada de cuidarla. Pero no recuerda quién. Era Carmen Coya, locutora de Radio Cádiz. "Me llamó la atención que en el lavabo había una jabonera pequeñita con jabón Magno. Aún me encanta ese olor". En Madrid se reunió con los otros 15 niños de la Operación Plus Ultra y los llevaron a El Corte Inglés, donde Caridad conoció las escaleras mecánicas. Allí les regalaron una maleta y el uniforme de la expedición y otra ropa. El 5 de septiembre, "las 16 estrellas de la bondad" volaron a Roma. Pablo VI estaba enfermo. En su nombre los recibió su secretario de Estado, Amieto Cicognani. "Sois un testimonio de la gran bondad del corazón. Por ello os estiman, os quieren no sólo en vuestras casas, sino también en vuestras naciones y en el mundo", le dijo el cardenal. Dice Caridad que en el Vaticano le llamaron mucho la atención los guardias. "El traje que vestían, con muchos colores... En Roma comí por primera vez espaguetis. Primero no me gustaban pero luego me encantaban".
Los niños regresaron a España y el viaje continuó por Valencia, Barcelona, Palma de Mallorca, Tenerife, Sevilla... "Me encantó Canarias", dice Caridad. "La piña de plátanos... Podíamos coger los que quisiéramos. La piscina en el hotel... Yo flipaba con todo. Es más: yo no quería volver".
La expedición también pasó por Cádiz. Los niños fueron recibidos el 16 de septiembre con una gran pancarta en la plaza de San Juan de Dios. Acudieron todas las autoridades y la Corporación. Un gentío les dedicó entusiastas aplausos y hasta hubo una traca y cohetes. No faltaron los padres de Caridad, que luego, tras la recepción en el Ayuntamiento, almorzaron con los niños en el Real Club Náutico. El periódico resalta que Caridad le entregó a su madre una muñeca que había recibido como regalo y que le dijo que era para su hermanita más pequeña. Por la noche, durante un frito gaditano en la plaza del Tío de la Tiza, Jerónimo Almagro, en representación del alcalde, anunció que Caridad sería la Reina Infantil de las Fiestas Típicas de 1968.
Los niños se alojaron esos días en la Escuela de Suboficiales de San Fernando. El domingo, día 17, el Ayuntamiento de esa ciudad les ofreció un desayuno en el hotel Salymar. Luego visitaron el Panteón de Marinos Ilustres. Después, en el Arsenal de La Carraca, embarcaron en dos dragaminas para dar un paseo por la bahía. Al día siguen, en Sanlúcar, les dieron una medalla de la Virgen de la Caridad Coronada, patrona de esa localidad. Se acercaron luego a El Puerto, donde también fueron obsequiados y almorzaron en el hotel El Caballo Blanco. Por la tarde visitaron Arcos.
A finales de septiembre, en Madrid, los nietos de Franco ofrecieron una merienda a los niños. En el palacio de El Pardo, a las seis de la tarde. Al acto, que tuvo "un matiz de espontaneidad y gracia infantil muy simpático", asistió "alto personal de la Casa Civil y Militar del Caudillo", precisa la noticia difundida por la agencia Cifra. Ese mismo día los recibió el ministro de Marina, el almirante Nieto Antúnez. Los niños de la Operación Plus Ultra, dijo el ministro, son un ejemplo "no sólo para todos los niños del mundo sino para los mayores". En lugar de avergonzarse de que el Estado no hiciese nada para ayudar a los niños sin recursos que se veían obligados a trabajar, el Gobierno elogiaba esos casos, decía que eran ejemplos a seguir.
Caridad regresó a su vida en Cádiz cargada de regalos y con el recuerdo de un gran viaje, de una experiencia inolvidable. Por delante le quedaba otra que llevó de nuevo su imagen a la prensa. Y a la televisión. Cuando Higinio vuelve a entrevistarla porque es la reina infantil de las Fiestas Típicas, se encuentra en la casa a un equipo de TVE que filma escenas de la vida diaria de la niña. ¿Sigue todo igual, Caridad? Es la primera pregunta. "Sí, señor. Porque aquello de la Operación Plus Ultra fue una pausa de casi un mes, pero en cuanto regresé -que lo estaba deseando- continué con mi trabajo".
Tras relatarle a Higinio, como unos meses antes, cómo era un día cualquiera para ella, Caridad le explicó que estudiaba en el colegio de la Sagrada Familia, en la calle Sagasta; que tras la Operación Plus Ultra, sus estudios los pagaba la Caja de Ahorros; y que también pagaba lo que ella necesitaba para vestir y calzar. Le contó también que del viaje se trajo libros de los lugares que visitaron, muñecas, una cámara fotográfica, un transistor, banderines... Y un tocadiscos que no podía poner porque no tenía discos y porque su padre no podía comprárselos.
Caridad recuerda que una de las cosas buenas que le deparó el reinado fue que disminuyó el trabajoso acarreo de cubos de carbón. Le regalaron una cocina de gas butano y al menos ya no hacía falta carbón para cocinar, sólo para el brasero. A Higinio le dijo que estaba muy contenta y muy ilusionada con ser reina infantil de las fiestas. Que nunca había podido disfrutar de ellas. Que luciría un vestido precioso que le pagaba el Ayuntamiento y que luego sería para ella. Tenía otro de gitana pagado por la Caja de Ahorros. ¿Y después de las fiestas?, le preguntó el periodista. "Lo de siempre. A seguir trabajando en casa, seguir estudiando y algún día ser la dueña de un salón de peluquería. Me gustaría mucho ser peluquera".
Caridad se casó joven. Tiene cuatro hijos. Una hija es periodista, otra es psicóloga y otra, abogada. Su hijo es estibador. Hacía tiempo que no paseaba por el parque Genovés. La acompañan su hijo, Antonio, y uno de sus hermanos, Joaquín. Otro hermano, Manolo, los fotografía para el reportaje: es el corresponsal gráfico de este periódico en La Janda. Caridad posa junto a la fuente de los niños del paraguas. En la soleada mañana resuenan los ecos de un viaje "maravilloso" y los de una infancia "bonita" pero "triste".
Mientras paseamos por el parque, evoca otra anécdota. "Antes de seleccionarme para la Operación Plus Ultra vino un cura a casa. Yo no sabía qué hacía aquel hombre en casa y preguntaba, extrañada. Luego supe que lo habían enviado para comprobar si lo que contaban sobre mí era verídico. Había gente que engañaba a los de la campaña. A un niño que ya estaba con nosotros en el viaje lo mandaron de vuelta a casa: habían descubierto que su historia no era cierta". El sacerdote certificó que todo era verdad y que Caridad, como escribió Higinio hace 50 años, era una niña lista, despierta, muy viva. Ella asiente. "Siempre fui una criatura muy espabilada, gracias a Dios".
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