Gaza, 37 millones de toneladas de escombros después

Cuatro reporteros llegados de Jerusalén logran abarrotar el antiguo aulario de La Bomba de la Universidad de Cádiz

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El encuentro de periodistas corresponsales en Gaza, celebrado el miércoles en la UCA
El encuentro de periodistas corresponsales en Gaza, celebrado el miércoles en la UCA / Lourdes de Vicente
Pedro Ingelmo

05 de junio 2025 - 11:23

Aunque bien recuerdo que vivo en un mundo donde suele alabarse hacer el mal

Macbeth

Estos cuatro reporteros no han pisado Gaza. Cada cierto tiempo acuden al otro lado del muro que rodea una franja donde cerca de dos millones de personas se encuentran atrapadas y en esa ratonera, día sí y día también, son bombardeadas. Sobrevivir es una cuestión de azar, lo que incluye a los rehenes que la organización terrorista Hamas mantiene encerrados tras el salvaje ataque del 7 de octubre de 2023, detonante, que no inicio, de esta masacre. Estos cuatro reporteros pueden ver caer desde el otro lado esas cien mil toneladas de armamento que desde entonces ha descargado el ejército israelí para saciar una sed de venganza que inicialmente fue reconocida por la comunidad internacional como su “derecho a defenderse”. Paradójicamente, ahora estos cuatro reporteros se encuentran ante el salón de actos inesperadamente abarrotado de un centro universitario que antes se llamaba aulario de La Bomba.

La federación de periodistas de Comisiones Obreras, con la coordinación de la periodista gaditana Soco López, reunió en ese salón a cuatro de los profesionales que nos cuentan lo que está pasando allí como buenamente pueden. Son Nico Castellano para la cadena SER, Luis de Vega para El País, Lara Escudero para Cuatro y Shereen Dagani para Radio Nacional.

Y si ninguno de ellos ha podido entrar en Gaza es porque desde el primer momento existe una ley, la conocida como la Ley Al Jazeera, por la que el Parlamento israelí, con 71 votos a favor y diez en contra, primero confiscó todo el material de esta cadena árabe y luego cerró a cal y canto la franja. No querían testigos. Esto incluía a reporteros, pero también a observadores internacionales y forenses especializados en catástrofes. Desde que en la guerra de los boers, a finales del siglo XIX, arrancó la historia del reporterismo no se había entregado semejante carta blanca a la impunidad, “una borrachera de impunidad”, según Nico Castellano. Los crímenes son investigados por los mismos que los cometen. Y han tenido que pasar cerca de dos años para que la comunidad internacional acepte que Israel se está excediendo con mucho en su ‘derecho a defenderse’.

“Israel ha levantado un muro inexpugnable ante los protagonistas, que son las víctimas. La gran diferencia del genocidio, técnicamente indiscutible, que se está produciendo en Gaza es que no tenemos acceso. En la guerra de Ucrania, con todas las dificultades que quieras, sí puedes llegar; aquí no. Todos tenemos contacto con algunos gazatíes que están dentro y tienes que agudizar el ingenio para ver cómo contarlo”, continúa Castellano.

Israel ha levantado un muro inexpugnable ante los protagonistas, que son las víctimas"

Y hay que tener cuidado con cómo contarlo, asegura Lara Escudero, porque ser excesivamente crítico con el gobierno israelí te puede costar el visado. Está en manos de los periodistas locales de Gaza narrar lo que pasa dentro, pero cada vez son menos. Israel ha matado a más de doscientos. En ningún otro conflicto el periodismo ha sufrido tantas bajas. Durante toda la guerra de Ucrania han muerto 11 periodistas, durante toda la II Guerra Mundial murieron 68 periodistas, en la guerra civil española en torno a un centenar.

Luis de Vega es un onubense que lleva 25 años saltando de guerra en guerra y por eso sabe que esto no es una guerra: “¿Dónde están los tanques palestinos? ¿Dónde están los aviones? En una guerra hay dos ejércitos, aquí no”. También sabe que nada de lo que está sucediendo empezó aquel 7 de octubre en lo que el llama “esta tierra no tan santa”. Tantas décadas de convivencia con la muerte han hecho que el pueblo palestino tenga una relación especial con ella porque “el precio de la vida es nada”. Y si la vida no vale nada ante los ojos del mundo que asiste a esta eterna desgracia se inocula el virus de la indiferencia. “Por eso los palestinos muestran a sus muertos, a sus niños destrozados. Puede parecer obsceno, pero es el único medio que tienen para mostrar lo que está sucediendo”.

Una causa de la humanidad

Nunca antes, ni siquiera en el gran éxodo de 1947, sucedió nada parecido. Los 55.000 muertos, cifras que admite la ONU y que obstinadamente niegan los canales del gobierno israelí y sus voceros -nadie lo puede comprobar-, pueden quedarse cortos cuando se retiren los escombros, las 37 millones de toneladas de escombros, según recordó Shereen Dagani, que sufre como nadie cada unidad de cada macrocifra porque ella misma es palestina. Cuando se ha permitido a los gazatíes regresar a los mismo lugares de donde habían sido expulsados encontraron restos de cuerpos devorados por los perros y los gatos porque también ellos pasan hambre y su supervivencia depende de rastrear alimento bajo la destrucción. Ese alimento son los cadáveres nunca rescatados. “El mundo tiene que entender que esto no es una causa palestina, es una causa de la humanidad. No es una cosa de partidos, ni es oriente y occidente. Esto es una causa por los valores y por la justicia”, dice Dagani con un nudo en la garganta.

Ese juego infantil en España de estar a favor o en contra por motivos banales es una falta de respeto a las víctimas"

La insensibilización que produce el frío conteo quiere ser combatida por periodistas como el legendario reportero Mikel Ayestaran, posiblemente el mayor conocedor de la zona. Él propuso a sus contactos gazatíes en febrero de 2024 que le enviaran una foto de lo que comían cada día. Lo llamó “El menú de Gaza” y lo fue subiendo a Instagram para que se pudiera observar el deterioro de las condiciones en la franja. Ahora es difícil seguir con el proyecto porque cada vez es más complicado comunicarse con el interior y, también, porque la mayor parte de los días el menú gazatí consiste en nada. Ayestaran acaba de publicar un libro imprescindible, Historias de Gaza. Y lo es porque su misión es contar peripecias del día a día de civiles gazatíes, gente que aspiraba a una vida normal dentro de lo normal que es haber nacido en el apartheid de una tierra ocupada. Con ello se hace frente a la deshumanización con la que la propaganda israelí trata de sedar a la opinión pública y que tiene éxito entre muchos -demasiados- israelíes que consideran que “todos los palestinos son terroristas” y que lo que hay que hacer es o exterminarlos o expulsarlos.

Una magnífica película israelí como Foxtrot -en Filmin-, un premio Pulitzer como Un día en la vida de Abed Salama o un documental galardonado con un Oscar, No other land, realizado por dos cineastas, uno israelí y otro palestino, deberían ser de obligado conocimiento para cualquiera que se lance a opinar sobre el ‘conflicto’. Porque si algo rebela a Nico Castellano es “ese juego infantil en España de estar a favor o en contra por motivos banales como lo es la política local. Es una falta de respeto a las víctimas. En este país se opina por encima de nuestras posibilidades”. Y por eso Nico se niega a hablar de sí mismo. “Detesto la práctica del periodismo protagonista en el que el reportero te cuenta su vida. Me da igual lo mal que lo estés pasando, tío, es tu trabajo. Los protagonistas son ellos, nosotros somos unos privilegiados. Tenemos nuestros seguros, nuestros hoteles y, sobre todo, nuestros billetes de vuelta. Ellos, no. Ellos no pueden escapar”.

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