"Nos ha dejado con la boca abierta"
Antonio Porras y Adela Losada, los clientes más veteranos del hotel Atlántico, reconocen que les ha impresionado el nuevo edificio · "Es grandioso, espectacular"
Hace tres años se despidieron de la que durante décadas había sido su segunda casa, el hotel Atlántico. La emoción les venció ese 2 de noviembre de 2009, cuando el Parador cerró sus puertas para siempre, a la espera de ser demolido. Ahora, Antonio Porras y Adela Losada, los clientes más veteranos del Parador gaditano, han regresado a la avenida Duque de Nájera, a las nuevas instalaciones del Atlántico, y la emoción ha vuelto a apoderarse de ellos, pero esta vez por un motivo distinto: "Estamos emocionados, impresionados, porque esto es una preciosidad", saluda sonriente Adela. "Por fuera es una cosa y por dentro es otra. Es grandioso, es espectacular", agrega Antonio mirando a su alrededor.
El matrimonio, que reside en Madrid, llegó al complejo hotelero en la tarde del pasado lunes, y desde que pisaron el vestíbulo "nos quedamos con la boca abierta. Pero literalmente, ¿eh?". "No me creía lo que estaba viendo. Me dio la sensación de estar en el extranjero, en un hotel del extranjero. Esto no parece un Parador. Es un hotel de ciudad ya". Su marido asiente a la vez que escucha y toma la palabra para destacar la "luminosidad" del equipamiento: "Me ha impresionado las características arquitectónicas del edificio porque aprovecha al máximo la luz natural de Cádiz, que es única. Es un equipamiento muy, muy luminoso".
Y puestos a resaltar, cómo no hablar de las cinco piscinas, una de ellas de agua salada. El matrimonio propone abandonar el hall y continuar la conversación junto a las piscinas, en una de las mesas del bar emplazado en la entreplanta. "El hotel es tan moderno que hay que ser ingeniero para entender todos los botones que hay para encender las luces, bajar las persianas...", bromea Adela dentro del sofisticado elevador.
Algo más serios, los huéspedes reconocen que tenían sus dudas sobre la nueva construcción. "El pasado año, por el mes de junio, estuvimos en Cádiz y vine a ver cómo iban las obras... Se me cayó el alma a los pies cuando vi la estructura", confiesa el sevillano afincado en Madrid. "Yo le dije a Antonio que cuando abriera el hotel, vendríamos pero pocos días, por si no nos gustaba. Pero si tenemos salud, el próximo verano estaremos aquí quince días como mínimo. Y a ver si podemos regresar antes. Ojalá".
El jubilado profesor de la Universidad Complutense de Madrid, que se ha llevado más de 60 años alojándose en el Atlántico (se hospedó por primera vez con 14 años, en 1940), ha sido testigo de todos los cambios estructurales que ha sufrido el Parador: una ampliación, un derribo, una nueva construcción, la posterior unión de dos inmuebles, un nuevo derribo y una nueva edificación. Ha presenciado la evolución de estas instalaciones hoteleras, su deterioro y envejecimiento, y ahora su renacimiento. "Por eso yo digo que soy el director moral de este Parador", ríe.
La cadena Paradores ha querido premiar su fidelidad y la de otros clientes habituales invitándolos a pernoctar varias noches en el nuevo complejo hotelero, cuya apertura oficial está programada para el próximo sábado, 1 de septiembre.
El matrimonio se marcha ya hoy hacia Madrid, tras disfrutar dos días de una de las suites de la que vuelve a ser su segunda casa. "Aunque el edificio es otro y no tiene nada que ver con el anterior, desde que hemos entrado nos hemos vuelto a sentir como en casa, porque el personal sigue siendo el mismo. El reencuentro con ellos ha sido muy emotivo. Y además, muchos de los clientes habituales van a seguir viniendo, como Esperanza y Lázaro". Se refiere Losada a un matrimonio afincado también en Madrid y que, al igual que ellos, redescubrieron el Atlántico el pasado lunes. Esta pareja, que acumula más de veinte años de estancia en el Parador gaditano, contemplaba ayer el mar desde una tumbona, mientras hacían tiempo para tomar un baño en una de las piscinas. "El hotel puede parecer frío por fuera, pero por dentro es precioso. Es una maravilla. Y además, se respira paz, tranquilidad", saluda Esperanza.
Una tranquilidad que, en el caso de Antonio, se ve perturbada por su vértigo. Aunque no lleva bien las alturas, el sevillano hace un esfuerzo y sale a la terraza de su habitación -en la penúltima planta, la sexta- para fotografiarse junto a su mujer. "Las maravillosas vistas al parque Genovés y al mar prefiero contemplarlas desde dentro de la habitación, porque el vértigo me puede. Así que ya le he comentado al personal del hotel que la próxima vez que venga, me gustaría alojarme en la tercera planta, que es donde siempre nos quedábamos Adela y yo. En la 337".
"Aún no nos hemos ido y ya estoy pensando en volver", se percata. Y ríe.
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