Cádiz

plaza san antonio · palacete sede de la unedUna casa tan visitada como misteriosa

  • Este palacete de principios del siglo XIX esconde pasadizos y otros secretos · Es digna de resaltar la minuciosa y respetuosa reforma que la transformó en sede de la UNED

Quien haya visitado la sede de la Universidad Nacional de Educación a Distancia en Cádiz quizás rehuse a leer estas líneas al considerar que no va a descubrir nada nuevo. Craso error.

El palacete emplazado en el número 2 de la plaza San Antonio encierra secretos. ¿Sabía que en el interior de un hondo armario empotrado que aún se conserva en la estancia que ocupaba el dormitorio principal se disimula una puerta que esconde un pasadizo?

Con esta suculenta revelación nos da la bienvenida Miguel Farrujia Bocanegra, jefe de mantenimiento de esta finca burguesa, erigida a principios del siglo XIX. Es un edificio neoclásico que fue diseñado por Pedro Ángel Albisu y construido por el arquitecto Domingo Álvarez, aunque años más tarde, a mediados del XIX, su fisonomía fue adaptada al estilo isabelino. Y más recientemente, en la década de los 70, fue objeto de una amplia reforma que permitió darle a la casa un uso académico. Eso sí, esa cuidada, esmerada y respetuosa rehabilitación permitió que el edificio siguiera conservando su esencia y también sus exquisitos secretos.

Pero antes de degustarlos, vamos abriendo boca en la actual cafetería del inmueble. Para llegar a ella hay que cruzar el patio de acceso y recorrer un breve pasillo. La sala, rectangular y con las paredes decoradas con azulejos, comunica con la calle Enrique de la Marinas a través de una anchurosa puerta de dos hojas. "En el pasado, esta estancia albergaba la cuadra", revela Miguel. La presencia de un conservado brocal de pozo en un lateral ayuda a imaginar esa caballeriza, así como el aljibe que se expande bajo el suelo del edificio. Para hablar sobre él, nuestro acompañante nos lleva justo al centro del patio de entrada y levanta una de las losas de mármol. La densa oscuridad nos impide ver el contenido acuoso de la cisterna, pero sí escuchamos su sonido. Gota a gota.

Cerca de esa losa, una centenaria y hermosa bañera marmórea cumple la función de macetero. Y por hermosas también llaman la atención las conservadas puertas de caoba y adornadas con clavos de bronce que asoman al patio y que custodian estancias como la conserjería o la sala de profesores.

Antes de agarrar el pasamano de la escalera, Miguel señala hacia el ascensor, ubicado en el lateral izquierdo de la planta baja, en un hueco que anteriormente ocupaba una escalera de caracol destinada al personal de servicio. "La escalera caracol tuvo que eliminarse para instalar el ascensor. Era el mejor sitio para colocarlo, pues el hueco ya estaba hecho. Así se evitaron obras mayores", explica el jefe de mantenimiento, que lleva ya 23 años mimando esta gran instalación de cuatro plantas de altura.

Accedemos a la primera por la conservada escalera de mármol. Hay ganas ya de descubrir alguno de los secretos que esconde la casa, pero para ello hay que subir un piso más. Una impresionante lámpara que cae de las alturas acapara nuestra atención por unos minutos. Nuestra mirada trepa por la rígida cadena de eslabones que la aguanta y se detiene, deslumbrada, ante la genuina y artística montera. "La única con forma ovalada que existe en Cádiz", concreta Miguel. Le requerimos más información sobre ella, y desvela que esta "gran obra de ingeniería" sólo está sujeta en los extremos. El peso de la lámpara y la estudiada distancia que la separa de la cubierta de cristales actúan como contrapeso para que la montera no sufra vaivenes con el viento de levante o los temporales invernales. Impresionante la montera e impresionante su sistema de anclaje.

Continúa la visita. Ya huele a secreto, pero Miguel no nos lo sirve en bandeja, sino que nos anima a buscarlo dentro del salón de baile, actual sala de conferencias. Una decena de espejos de distintos tamaños y tres cierros cubren casi por completo las paredes de esta amplia y rectangular estancia. Nos llama la atención una elegante chimenea de mármol, a la que nos acercamos. Y a sólo un metro de ella, bajo uno de los espejos, localizamos una hendidura en la pared. ¡Eureka! Hemos encontrado un... Farrujia Bocanegra empuja hacia dentro esa parte de la pared y descubrimos un habitáculo que comunica con el resto de las plantas. Este zulo está lleno de cables porque, según cuenta Miguel, "ha sido aprovechado para tirar todo el cableado, aunque sabemos que en tiempos pasados se utilizaba para almacenar comida".

Abandonamos la sala y recorremos varias aulas de altos techos, suelos marmóreos y cierros que dan a la calle Enrique de las Marinas. La mayoría cuenta con chimenea y alberga hermosos muebles de caoba empotrados en la pared. Muebles con secretos. Miguel abre el primer cajón de uno de ellos y... se convierte en un escritorio. La tabla frontal se separa del resto del cajón aunque queda sujeto a la bandeja en posición horizontal.

Y el siguiente descubrimiento no tarda en venir. Accedemos al armario -sí, al armario- que se expande por una de las paredes de la dependencia que ahora acoge un aula y en la que antiguamente se asentaba el dormitorio principal. En el lateral izquierdo del armario, una hendidura dibuja una puerta. Miguel la abre hacia dentro y... una escalera de madera, pintada en blanco, abre camino hasta la primera planta. ¿Quién subiría o bajaría por ella y con qué fin? Misterio sin resolver.

Nuestra curiosidad ya está saciada, pero nos aguarda el postre tras una puerta curvada que comunica con una sala circular con cúpula. Impresiona. Pero mayor impacto nos causa conocer qué había en ella: "Justo aquí, donde ahora está esta puerta, había un mueble empotrado idéntico a estos otros, con la salvedad de que en un lateral tenía una palanca que permitía girarlo y descubrir el pequeño altar que escondía". De película.

Pero ese mueble, desgraciadamente, estorbaba. El jefe de mantenimiento explica el porqué: "Cuando se hizo la reforma, se aprovechó la parcela colindante para ampliar el edificio, y justo es por este espacio que antes ocupaba el mueble por el que el arquitecto consideró oportuno unir ambas construcciones".

Se acabaron los secretos, pero no las sorpresas. En la tercera planta nos topamos con una coqueta sala de té de ambiente neomudéjar. La decoración en estuco y los azulejos nos recuerdan al patio del Casino Gaditano. En el pasado, varios divanes se esparcían por esta sala que comunica con el amplio comedor, transformado hoy en sala de ordenadores. Pero eso sí, se conserva en ella un majestuoso e impoluto aparador de caoba que cubre por completo un lateral de la estancia.

La cocina se encontraba también en esta última planta del palacete, pero fue reemplazada por aulas, y el lavadero también fue eliminado de la azotea. En ella, la singular montera acapara todo el protagonismo, aunque ahí arriba, fuera ya de las fronteras de la finca burguesa, se nos desvela otro gran secreto: el horizonte gaditano desde una perspectiva insólita para nuestros ojos.

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