La sentencia, de 63 páginas, dedica casi una a comentar las declaraciones de dos jefes de V. y a explicar que "nada puede extraerse" de ellas acerca de la actuación de ese procesado en los hechos enjuiciados. No en vano, esos dos jefes dijeron en el juicio, como recuerda el tribunal, que V. era un agente "ejemplar y trabajador" y que nunca recibieron quejas por escrito sobre su modo de actuar. Y no en vano, como también recuerda la sentencia, un compañero de V., que era entonces jefe de otro grupo de la Udyco, declaró en el juicio que precisamente él se quejó verbalmente ante los jefes del trato que V. mantenía con los confidentes.

La sentencia resuelve el asunto al decir que nada aportan los testimonios de los jefes policiales. Y anota un detalle que incide en esa posición: "Aunque hubieran recibido quejas del actuar irregular de V.", dice el tribunal, "no parece normal que lo fueran a recordar en el juicio, mucho después de haberlas recibido, en su caso, y no haberles dado importancia ya que no actuaron en su momento en consecuencia".

En ningún momento la imputación ni el procesamiento en este caso han supuesto para V. una suspensión de empleo ni ser apartado de su actividad como policía. Y eso que era jefe de una unidad antidroga y era acusado de provocar delitos de tráfico de drogas.