Golpes en las paredes de madrugada, entrada y salida de personas con animales, visitas exprés de otras a horas intempestivas... Los vecinos de la calle San Andrés llevan ya cerca de dos semanas soportando las molestias que, según se quejan, están generando las personas que han ocupado el número 1.
Se da la circunstancia de que el 18 de diciembre de 2017 la finca fue desalojada de sus últimos inquilinos –una familia de seis miembros con menores a su cargo– después de que una entidad bancaria se la embargase a un promotor, según el testimonio de una de las personas desahuciadas.
Los últimos inquilinos de San Andrés 1 fueron realojados ese mismo día después de meses de negociaciones infructuosas con el banco, de conversaciones con los Servicios Sociales y tras la crucial intervención de los activistas del Movimiento Antidesahucios. Parece ser que la finca volvió a cambiar de manos cuando la adquirió un grupo inversor extranjero. “Un fondo buitre”, comentan algunos. Y eso fue lo que se supone que propició la ocupación.
“Estamos ya hartos –dice uno de los vecinos de una de las fincas de la calle que prefiere permanecer en el anonimato– pero no nos hacen caso. Nos hemos quejado a la administradora, pero nos dice que cuando molesten, llamemos a la Policía Local. Y eso hemos hecho –nosotros y otros– en varias ocasiones. Pero llegan, hablan con ellos, se van y el problema continúa. La otra noche parecía que estuviesen colgando cuadros a la una y media de la noche y una vecina tuvo que llamarles la atención. Y necesitamos dormir, que algunos estudiamos por la noche y empezamos a trabajar temprano. Si no hiciesen ruido a mí no me importaría que estuviesen aquí”.
“Por la noche esto a veces es un continuo trasiego de gente –cuenta otra vecina que también prefiere que no trascienda su nombre– y a veces tenemos cierto miedo por lo que pueda pasar. No sabemos en qué estado se encuentra el edificio y hace poco se engancharon a la luz, creo que de una farola del alumbrado público, con el riesgo que puede conllevar eso”. Hay quien habla de que en algún momento antes de la ocupación “se colaban por uno de los balcones para consumir droga en el interior”.
Otra vecina ha hecho por su cuenta algunas gestiones para averiguar quién ha adquirido la finca al banco, con el fin de alertarles sobre la ocupación, pero asegura no haber conseguido nada.
Este periódico ha preguntado al Ayuntamiento por estas quejas vecinales que han derivado en varias visitas de la Policía Local y se ha interesado por la situación de las personas que ocupan la finca, pero hasta el momento no hemos obtenido respuesta.
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