Tiempo y vándalos dejan huella

UN paseo ajardinado. Un balcón que asoma al mar. Una bella estampa ésta que ofrece la Alameda Apodaca, un rincón que aglutina el encanto que le proporciona una abundante vegetación, un mobiliario artístico y una balaustrada con vistas excepcionales al Atlántico. El espacio es evocador, pero transitar por él con la tranquilidad a la que invita deja al descubierto las huellas del paso del tiempo y de más de un vándalo.

El pavimento se encuentra deteriorado, con desniveles que los viandantes descubren con tropiezos. Y en determinados tramos faltan trozos de losas que han ido a parar a los parterres, algunos faltos de vegetación.

Varios bancos de azulejos cerámicos han perdido alguna de sus esquinas, y no parece que haya sido obra del tiempo, sino más bien de la mano del hombre. Toda una actuación de destrozo con saña. A ello hay que sumar la suciedad incrustada que presentan algunos poyos, sobre todo los cuatro más próximos al Baluarte de la Candelaria, junto a la fuente. Este espacio, de mucho tránsito, es quizás el peor conservado, tanto por la falta de civismo de algunos ciudadanos como por la falta de mantenimiento. Reflejo de ello son las plantas silvestres que van tomando altura junto a una de las columnas que mantiene la estructura de vigas de madera que conforma el esqueleto de una pérgola.

El grupo municipal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Cádiz denunció el pasado mes de junio la "penosa imagen" de la Alameda Apodaca, haciendo hincapié especialmente en el deterioro que presentan bancos y pavimento. Es por ello que su portavoz reiteró una propuesta de adecentamiento del lugar.

El mal olor proveniente de algunos rincones, grafitis, defecaciones de perros y botellas 'olvidadas' sobre los bancos aledaños a la balaustrada restan también poesía a este placentero lugar.