Cádiz

Shakespeare en su hemiciclo

  • Los 400 años de la muerte del bardo universal se estrenan hoy en la provincia en el teatro Villamarta de Jerez con la representación de Hamlet, un drama político

Es sabido que cuando Billy Wilder vio por primera vez una repesentación de Hamlet exclamó: "¡Esta obra está llena de citas!". Desde el 'ser o no ser, esa es la cuestión' al 'de esta manera la conciencia hace de todos nosotros cobardes', pasando por ese final tan apoteósico y tan denostado por Borges de 'el resto es silencio' Hamlet es un baúl de reflexiones que son lo contrario de un manual de autoayuda.

Cuenta la leyenda que el próximo 23 de abril se cumplen 400 años de una fenomenal borrachera, la que se cogió Shakespeare con sus amigotes Ben Jonson y Michael Drayton en una mala taberna mientras celebraban sus nuevas e ingeniosas creaciones. Continúa la leyenda diciendo que la borrachera acabó siendo mortal y se llevó por delante al más grande dramaturgo de todos los tiempos, si nos olvidamos por un momento de todas las teorías que niegan sus autorías. Lo más probable, cuentan ahora, es que Shakespeare muriera de cáncer. A saber. Ni siquiera sabemos si murió el día que murió, que casualmente es el mismo día que murió Miguel de Cervantes, con el que todavía no sabemos qué vamos a hacer en la efeméride. 

Lo importante es que 400 años de una muerte son un motivo como cualquier otro para una celebración. Si el homenajeado es William Shakespeare, con más motivo. Hoy, en el Teatro Villamarta de Jerez volverá a resonar el 'ser o no ser' con el montaje de la Compañía de Teatro Clásico de Sevilla, con la dirección de Alfonso Zurro, que se estrenó en el pasado festival de Almagro con un notable éxito que ha continuado por buena parte de los coliseos andaluces.

 

Aproximarse a Hamlet es, en palabras del propio Zurro, "inabarcable". Lo tiene todo. Porque, al fin y al cabo, Hamlet es la historia, básicamente, de una duda y pocas cosas hay más inabarcables que una duda. "No da soluciones, se sigue preguntando. Necesita encontrar una verdad pero no llega a dar con ninguna", dice Zurro. Por eso, este montaje sevillano apuesta por los espejos y los juegos que evocan, aunque es respetuoso con el texto, sin salirse de la traducción clásica de Leandro Fernández de Moratín. Zurro asegura que ha querido quitarle grandilocuencia al personaje, pero "sin pasarse de rosca". 

 

Ahí, en ese papel de no pasarse de rosca, es donde se coloca Pablo Gómez-Pando, el Hamlet reencarnado, al que, según él, redescubre en cada representación y trata de acercarle a sí mismo. Hacerle muy humano, en definitiva.  Dudar, en definitiva, que es algo que todo hacemos muy bien. 

 

Más o menos todos sabemos lo de Hamlet. Hamlet es aquel príncipe de Dinamarca que era hijo de la madre que se casó con el hombre que asesinó a su padre para quedarse con el trono. Recuerden, el veneno en la oreja. Durante cuatro de los cinco actos Hamlet se lo pasa pensando si se venga o no se venga y, mientras se decide, entre fantasmas que van y vienen, van muriendo personajes uno detrás de otro. Como lo oyen. Así contado... si no fuera por las citas, podría decir uno como Billy Wilder. Sin embargo, hoy sabemos que Hamlet, además de muchísimas cosas más -muerte, incesto, amor... el catálogo entero- es uno de los grandes tratados políticos de todos los tiempos, sino el más grande, y la fascinación por el atormentado personaje, que se hace el idiota o lo es, no ha disminuido en estos cuatro siglos.  

 

Prueba de esa carga política ya la podríamos obtener en el momento en que Shakespeare hace decir a su príncipe: "No ha vivido jamás en toda Dinamarca un villano que no sea un pillo consumado". Contando con que algo olía a podrido en Dinamarca ya tenemos un escenario bastante similar al que vivimos en la actualidad. Gómez-Pando, el Hamlet de Sevilla, se maravilla de cómo el Hamlet inocente va creciendo en el momento que va dándose cuenta de "la corrupción del mundo y de su propia corrupción".

 

Porque si política es poder y venganza, y la política, de un modo u otro, siempre es poder y venganza, en Hamlet está todo el poder y toda la venganza del mundo, que son las mayores fuentes de corrupción y pudrición. En Dinamarca y en cualquier otra parte. No en vano, Borges hace decir a Alejandro Ferri, el anciano protagonista de El Congreso, su tercer cuento de El libro de arena: "He dejado de jugar a ser Hamlet. Me he afiliado al partido conservador". Ferri era aquel joven que participó en el proyecto de crear un Congreso de la Humanidad. Je. Pocas voces más autorizadas que Borges para hablar de Hamlet, ya que un día soñó que le ofrecían la memoria de Shakespeare y él, claro, la cogió y entonces recordó el día que escribió Hamlet. Y eso que cuando tuvo ese sueño, a los 80 años, ya había dejado de ser Hamlet, por eso de ser del Partido Conservador.

 

 Y sí, Hamlet es ese fin de la inocencia desde el mismo momento en que el fantasma de su padre le comunica que ha sido envenenado por su hermano para quedarse con  su trono y su mujer. Y no es que el rey Hamlet se aparezca diciendo mira, hijo, lo que me han hecho, vive tu vida y sé feliz. Y no es que el hijo no pueda soportarlo y se revuelva y se proponga acabar con ese asesino que es de su sangre. No, no, es el fantasma del padre el que dice ahora, hijo, vas y te vengas, te lo ordeno. Shakespeare no pinta un rey Hamlet sabio y moderado, sino un muerto airado. Aquí no intentemos paralelismos con nuestra monarquía. Más bien, como podrían ser cualquiera de los jarrones chinos que pueblan nuestra vida pública cuando son asesinados por las urnas o por las cuchilladas de los sicarios de su propia formación política. Se me están ocurriendo muchos nombres a un lado y otro de nuestra escena política, muchos reyes Hamlets que piden a sus príncipes Hamlets vengarse de los Claudios. No me digan que el PP no debe ser por dentro una representación shakespeariana en estos días, con gente escuchando detrás de las cortinas y todo eso. ¡Y Bárcenas una especie de Pfalstaff!

La cuestión es que Hamlet, que no acaba de tener claro si el fantasma es su padre o no es su padre, se zambulle por completo en las cuestiones políticas al hacerse el idiota, como el Bruto de la leyenda romana, una de las numerosas fuentes de las que bebe Shakespeare para su trama.

 

Parece asumir Hamlet lo que es la política a la que ha aterrizado por vía del fantasma paternal  cuando haciéndose el loco es interpelado por Claudio, su tío traidor, acerca de dónde está Polonio, el chambelán del reino, el Rajoy, vaya,  al que Hamlet acaba de matar  por confusión, ya que creía que era el propio Claudio. Contesta Hamlet que Polonio está en la cena. ¿Una cena?, repite extrañado. Y entonces Hamlet mezcla muerte y política al explicar que no se trata una cena donde Polonio/Rajoy come, sino una cena donde es comido. "Una asamblea política de gusanos se lo está comiendo. El gusano es el único emperador de la alimentación". En inglés original 'convention of politic worn'. 

 

Contando con que en la época que fue escrita había pocas veleidades con los contenidos políticos de las diversiones del pueblo, sorprende cómo Hamlet no sólo pasó el corte, sino que tuvo el sello real. Y eso que los exégetas de Shakespeare siempre han visto numerosos paralelismos entre los personajes de la obra y políticos de la época. Pero siendo toda la obra de Shakespeare tan política el Bardo gozaba de una reputación a prueba de censuras.

 

En Hamlet lo que está proponiendo, al fin y  al cabo, es una sedición. Figúrense, pongamos por caso, que Susana Díaz decide acabar (políticamente) con Pedro Sánchez porque se le ha aparecido el fantasma de Felipe González y  así se lo ha ordenado. De paso, mata por confusión a Polonio, que digamos sería Griñán. No sería creíble, ¿no? Hamlet es un desestabilizador que pone en peligro el buen orden de Dinamarca en un momento crucial, ya que  no olvidemos que Fortimbrás, el sobrino del rey de Noruega está preparando una invasión. Forimbrás sería en este caso Puigdemont, sobrino del rey Mas. Pero para Hamlet es más fuerte la venganza que la estabilidad del reino. Es una forma de verlo, no digan que no. Y con estas cosas hay que tener cuidado porque una vez que ha muerto hasta el apuntador, es Fortimbrás el que entra en Dinamarca, recoge el cuerpo de Hamlet y decide darle un funeral de Estado. No menos merece el que, entre duda y duda, le ha allanado el camino. Como dice Pablo Gómez-Pando, el Hamlet que se podrá ver esta noche en el Villamarta,  "pienso que Hamlet no sabe las consecuencias que puede traer todo pero sí sabe que todo va a explotar". Pues eso. El resto es silencio. 

 

¿Qué mejor plan puede haber que ahondar en estos juegos, en todo lo que ofrece Shakespeare en cada uno de sus rincones? Empecemos el año Shakespeare. Sube el telón. Noche oscura. Explanada del Palacio de Elsingor en la cercanía de las fronteras de Dinamarca. 

 

Bernardo: ¿Quién está ahí?

 

Francisco: No, respóndame a mí. Deténgase y diga quién es.

 

Bernardo: Viva el Rey....

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