Salta conmigo
Imaginen un andén, y en ese andén, un pasajero que espera. Y ahora, imaginen un tren pasando y, en su interior, otro pasajero que corre por sus pasillos. Si al observador del andén le preguntaran a qué velocidad ha visto pasar al pasajero del tren, diría que el hombre estaba corriendo a 200 km por hora. Y sería verdad. Si le preguntamos al propio corredor, o a cualquiera de los pasajeros que viajan sentados en el mismo tren, diría que el hombre está corriendo a 40 km por hora, o a la que quiera que sea velocidad normal en el ser humano.
Y las dos afirmaciones serían ciertas.
El tiempo depende del movimiento, de la velocidad.
Y lo cierto llega a depender del observador.
Dicho suena a simpleza y, sin embargo, es un cambio de paradigma tan tremendo como pasar del mundo plano al redondo.
De la mano de Einstein y sus paseos fuimos abundando en este y otros conceptos aún más inasibles. Así, si para un objeto que se mueve a una cierta velocidad con respecto a otro que se mantiene fijo, el tiempo pasa más lentamente, ese movimiento podría verse como un "viaje al futuro". Una peculiaridad que está detrás de otra de las imágenes más sugerentes y conocidas de la Teoría de la Relatividad: la que dice que, dados dos gemelos, uno de ellos viajando en una nave espacial a velocidad tremenda, a su vuelta sería varios años más joven que el gemelo que quedó en tierra. Lo que venían a contar, de hecho, las leyendas que hablan de incursiones en las tierras de las hadas, con esos héroes que regresan al mundo humano sólo para comprobar que su amada es una vieja retorcida.
(Hasta ahora, la diferencia más notoria en nuestros viajes espaciales es la presión que ejerce la gravedad o, más bien, la ausencia prolongada de esta. Tras un año de aventura espacial, el astronauta Scott Kelly medía, a su regreso a este planeta, 3,8 cm más que su hermano Mark. En unos días se pusieron a la par. No extraña que al hombre del espacio le doliera todo el cuerpo).
Con nuestra capacidad actual, sabemos que seis meses en la Estación Espacial Internacional te hacían ahorrar 0.007 segundos con respecto a la Tierra. Así, uno de los pocos crononautas que ha dado la humanidad, y el más avezado, es Serguéi Krikaliov, que permaneció 803 días en el espacio y ganó poco más de 0.02 segundos al futuro.
La dilatación relativa del tiempo es una consecuencia de la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein, que postula que el tiempo transcurre a diferentes ritmos en regiones de diferente potencial gravitatorio; cuanto mayor es la distorsión local del espacio-tiempo debido a la gravedad, más lentamente transcurre el tiempo. Es decir: desde la Tierra, percibiríamos que el reloj de una nave espacial y lo que ocurre en ella van ralentizados, mientras que para nuestro astronauta lo que ocurre en la Tierra estaría acelerado. Este efecto se da no sólo cuando se viaja a muy altas velocidades, sino también en presencia de altos campos gravitacionales (como una estrella o un agujero negro).
Es el principio detrás del hallazgo de las ondas gravitacionales, cuyo descubrimiento casi llegó a tiempo para celebrar los 100 años de la Teoría de la Relatividad. Creadas por la acción de enormes masas, el mejor modo de entenderlas es recurrir al ejemplo de la famosa cama elástica, donde la cama, en una red de cuadrícula para que nuestra bidimensional mente lo asuma mejor, es el continuo espacio-tiempo: si arrojas sobre ella una pelota o una esfera de plomo, la superficie se deformará incluso en áreas alejadas, aunque sea de forma poco percepctible. Tal y como sostiene la Teoría de la Relatividad, la materia le dice al espacio y el tiempo cómo curvarse.
Si alguien pudiera contemplar de cerca un evento semejante, declaraba a El País Kip Thorne, uno de los impulsores de Ligo, vería cómo se producen distorsiones en la materia y el tiempo, que parecería ir más despacio y, de repente, mucho más rápido. El descubrimiento de las ondas gravitacionales cambiará nuestra forma de asumir el universo. "Se abre a la observación humana un nuevo tipo de radiación". Un nuevo dato, digamos, para desencriptar el gran código.
¿Recuerdan a los habitantes de las eras oscuras, esos que creían andar sobre plano en el centro del Universo? Pobrecillos, ¿verdad?
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