Historia

Ramón Andrey (1818 – 1875), fotógrafo gaditano en la transición tecnológica

  • El retratista contó con estudios en Cádiz, Jerez, San Fernando y Sevilla en los que empleó la innovadora técnica de colorear las fotografías

Detalle de Retrato de caballero. R. Andrey. Cádiz, hacia 1860.

Detalle de Retrato de caballero. R. Andrey. Cádiz, hacia 1860.

Aunque en mis libros sobre la fotografía en Cádiz no sea de los fotógrafos destacados, su labor, en unos momentos de cambios en la tecnología fotográfica, y, por tanto, de su precio y expansión social, es muy interesante.

En 1849, cuando aún la técnica fotográfica que habitualmente se empleaba para hacer retratos era el daguerrotipo (fotografía en positivo directo sobre placa metálica, sin posibilidad de copias y que debía guardarse en un cofrecito acristalado para evitar los roces) llegaron a Cádiz, “procedentes de Europa” y suponemos que en breve escala, los daguerrotipistas estadounidenses David E. James y J. B. Uithesell, aunque no con la intención de instalarse en la ciudad (como tantos otros retratistas transeúntes de la época) sino de enseñar su método para dar “colorido natural” a aquellos grisáceos retratos. Aunque realmente eso del colorido natural era mucho decir, ya que de lo que se trataba era de interponer entre el objetivo de la cámara y la persona a retratar una pantallita con un óvalo recortado, que hiciera que únicamente se impresionara la imagen de la persona, que quedaba, por contraste, destacada en un entorno clareado (método que ese mismo año patentó en Boston John A. Whipple).

Como por enseñar dicho método los norteamericanos cobraron, el 11 de febrero anunciaron en la prensa (para destacarlos ante la opinión pública respecto a los otros dos otros retratistas de la ciudad) que los favorecidos habían sido José María Blanco y el hasta entonces profesionalmente anónimo (anunciándose únicamente su estudio en la calle Juan de Andas, 159) Ramón Andrey, que rápidamente empezó a ofrecer al público sus “retratos fotogénicos con fondo blanco”, aun reconociendo públicamente “no haber podido vencer algunos inconvenientes que ofrece el nuevo cuanto maravilloso método que se está ensayando, cosa aún no vista en Europa, pues sobrepuja a la miniatura”. Un año después, Andrey, asociado al pintor Francisco Augusto para darle los toques de color a sus retratos, abrió nuevo gabinete en el número 150 de la calle Verónica.

Retrato de señora. R. Andrey. San Fernando, 1865. Retrato de señora. R. Andrey. San Fernando, 1865.

Retrato de señora. R. Andrey. San Fernando, 1865.

La siguiente información que tenemos sobre nuestro retratista es de enero de 1851, cuando, tanto él como Francisco Augusto, fueron incorporados al importante estudio que montó en Cádiz, en la calle de la Alameda, 12, el polifacético artista transeúnte Augusto de Belbedere (seudónimo del portugués José Vicente de Sales). Donde se anunciaron que se hacían retratos al óleo, miniaturas, a la aguada y al daguerrotipo. Aunque dicho estudio solo duró hasta la marcha de Belbedere a finales del mes de julio. Marchando la pareja de artistas gaditanos a Sevilla, donde abrieron gabinete en la plaza de San Francisco, 40, anunciando que hacían retratos “por un método especial que son los mejores que se han visto hasta hoy, tanto por la entonación como por la firmeza del colorido”, exponiendo sus resultados como publicidad en una tienda de modas de la calle de las Sierpes (haciendo valer la técnica aprendida y quizás aún no practicada en Sevilla).

No obstante, como solía suceder en la época, la novedad duró poco y Andrey, en agosto de 1852, ya estaba de nuevo en Cádiz, abriendo gabinete en Amargura, 97, esquina con Ancha, “desempeñando este precioso arte con la perfección y destreza que tiene acreditada”, pero ahora ya anunciando que los retratos no solo los hacía al daguerrotipo, sino también “sobre papel, cristal, planchas metálicas y estereoscopios”.

Lo que significaba que Andrey había dado el salto al procedimiento puramente fotográfico, de negativo que después se positivaba en múltiples copias. Lo que derivaba en el abaratamiento y expansión de los retratos a capas más amplias de la burguesía (siguiendo excluidos los miembros de la clase obrera, que morían sin fijar su propia imagen, a no ser que, como niñeras o personal doméstico, aparecieran ocasionalmente complementando los retratos de los señores).

En 1855, cuando los “Retratistas al Daguerrotipo” aparecen por primera vez en las guías de la ciudad que anualmente se editan, Andrey (junto a Blanco, Hernández y Roquero) figura con estudio localizado en la calle Amargura, 97. Año en que, por el padrón municipal, conocemos que Ramón Andrey, de 36 años, natural y vecino de Cádiz, vive en la calle de las Bulas, 120, está casado con doña Luisa Cerezo y es padre de cuatro niños y dos niñas.

En 1856 comenzó la relación de Andrey con Jerez, la ciudad en la que, desde primeros de año, abrió al público un gabinete, en la calle Lencería, 7, anunciándose como “Jorge y Andrey”, anteponiendo el nombre del pintor. Año en que la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Jerez montó una Exposición de Productos Naturales (ganadería, agricultura, industria, arte y artesanía). Unos, expuestos en los aledaños de la Plaza de Toros, y otros, en el ex-convento de San Juan de Dios. Pero como la mencionada Sociedad pretendió dejar constancia histórica de aquella primera gran Exposición editando una Memoria ilustrada (y como la fotomecánica aún no existía), contrató a un buen fotógrafo para que registrara situaciones y momentos de la exposición, con el propósito de que dichas imágenes sirvieran de modelo al artista que las dibujara sobre las piedras litográficas para su estampación. Escogiéndose a Ramón Andrey para las fotos y al dibujante y litógrafo belga J. B. Gratry, en aquellos momentos trabajando en la litografía del Boletín de Comercio de Cádiz. Se estamparon 13 litografías, y aunque los directivos dijeron haber contratado “a los mejores que era posible utilizar”, no terminaron de quedar satisfechos con los dibujos que se estamparon, sobre todo, por la incorrecta escala con que se reprodujeron algunos animales, quizás engrandecidos por Gratry (autor en 1855 de un Cours de perspective linéaire, editado en Bruselas) para que fuesen sobrevalorados.

No obstante, desde comienzos de 1857 ya volvemos a encontrar a Andrey de vuelta en Cádiz, con estudio de retratos en la calle Amargura, 10, y tres años después, asociado al también fotógrafo José María Blanco, en el número 7 de la calle San José. Una asociación profesional que anunció, como reclamo publicitario del nuevo estudio, el haber traído de París una máquina fotográfica de grandes dimensiones, y el tener asociado “al acreditado fotógrafo y célebre miniaturista Gumersindo Ortiz para dar color a los retratos”.

A comienzos de 1860, cuando la Sociedad Gaditana de Nobles Artes, que realizaba sorteos de cuadros para promover el aumento de asociados, dio el paso a sortear copias fotográficas de obras de arte (para, con el mismo gasto, multiplicar los agraciados), Ramón Andrey fue uno de los fotógrafos que, junto con R. Rocafull, se las suministró. Aunque dos años más tarde (cuando Andrey se trasladó a Jerez) fue sustituido por el fotógrafo M. Naranjo.

Cuando en 1862, con motivo de la antológica visita de la reina Isabel II a Cádiz, la Academia de Bellas Artes, con auxilio del Ayuntamiento, montó una gran Exposición de las Bellas Artes y sus Accesorios, Andrey presentó sus fotografías en la sección correspondiente, aunque los premiados fueron R. Rocafull y R. Hernández. La competencia profesional era dura en la capital y Andrey volvió a probar suerte ocupándose en Jerez de la Fotografía Española (estudio en el Café del Conde, propiedad de José Bracho, en la calle Larga, 18, del que se fueron ocupando diferentes fotógrafos) aunque por poco tiempo, ya que a comienzos 1863 ya lo encontramos instalado en San Fernando, montando vivienda y estudio en la calle San Bernardo, nº 2.

La estancia de Andrey en San Fernando duró poco ya que, el 8 de junio de 1864, pasó de nuevo a ocupar el puesto de director del estudio jerezano de José Bracho, ahora denominado Fotografía Jerezana: “El acreditado fotógrafo Ramón Andrey ha vuelto a ponerse al frente de los trabajos de esta casa, anunciando que se hacen ambrotipos, desde 20 reales en adelante, además de retratos sobre hule y papel, así como reproducciones de grabados, retratos al óleo y vistas de interiores de edificios. Además de ejecutarse todos cuantos trabajos se encomienden, tanto en negro como en colorido, se encontrará un variadísimo surtido de efectos para la fotografía, el dibujo y la pintura”. Destacándose como modernidad la nueva técnica del ambrotipo, que eran retratos directos, en negativo sobre placas de cristal, pero que cuando se ennegrecía el cristal por detrás la imagen pasaba a verse en positivo. Técnica más sencilla y barata que, de alguna manera (sacrificando la multiplicación en copias), ofrecía a capas más amplias de la burguesía aquel prestigio social que tuvieron los exclusivos retratos al daguerrotipo.

Esta nueva estancia de Andrey en Jerez fue breve, hasta el mes de marzo de 1865, pasando a San Fernando donde abrió gabinete, con el nombre comercial de “Andrey y Compañía”, en la calle San Pedro Apóstol, 12. Un socio que posiblemente, como había ocurrido antes, sería un pintor encargado de iluminar los retratos con sus pinceles. Trasladándose al año siguiente a la calle San Bonifacio, 1. Pero Andrey no era de los grandes y asentados retratistas que, con dificultades y rebajas de precio, pudieron aguantar las duras consecuencias sociales de ‘la gloriosa’ revolución de 1868, y todo apunta a que ese año dejó la profesión. Años después, en 1875, fallecería en Cádiz rodeado de su familia, aunque en la esquela que se publicó no se hizo constar su profesión de fotógrafo.

A Diego Moreno, cuidador en San Fernando de la fotografía histórica

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