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Historias de Cádiz

Pena de muerte suspendida in extremis

  • En abril de 1905 la petición de innumerables gaditanos evitó la ejecución de un reo en la cárcel del Campo del Sur  l “Pegarme un tiro, que no quiero morir ajorcao”

Cárcel del Campo del Sur a comienzos del siglo XX

Cárcel del Campo del Sur a comienzos del siglo XX

En abril de 1905 los ciudadanos de Cádiz quedaron sorprendidos al conocer que un reo ingresado en la cárcel del Campo del Sur, Antonio Vega, iba a ser ejecutado como autor de los delitos de incendio, robo y homicidio. Sorprendido porque en el juicio celebrado en la Audiencia de Cádiz tanto el Jurado como el Tribunal habían solicitado del Gobierno el indulto del condenado, puesto que estimaban que la pena era excesiva.  

En aquellos años de comienzos del siglo XX eran muy escasas las personas contrarias a la pena de muerte, ya que se consideraba que tenía un fuerte poder disuasorio y  que su aplicación lograba evitar nuevos crímenes. Pero, a pesar de ello, nadie quería que su ciudad fuera escenario de la ejecución de una persona, debido a los espectáculos poco edificantes que provocaba y a las muestras de incultura que demostraba parte de la población, ya que inevitablemente salían a relucir los instintos más primitivos.

En efecto, en aquellos años las ejecuciones ya no se llevaban a cabo en plazas públicas, sino en el interior de las prisiones. Sin embargo,  la Ley establecía que los vecinos podían ser testigos de las ejecuciones y eran muchos los que se prestaban voluntarios para ello. Por otra parte  cualquier ejecución provocaba que una multitud de curiosos se diera cita en los alrededores de la prisión para ver llegar a los protagonistas, en especial al verdugo y sus ayudantes. No es de extrañar que las autoridades quisieran evitar estas ejecuciones que tanto denigraban a su ciudad.

Dos fueron las personas que encabezaron las medidas para evitar que Cádiz fuera protagonista de este espectáculo lamentable, Juan de Vicente Portela y Rafael de la Viesca. El primero era un distinguido letrado que había sido el defensor del reo Antonio Vega. Rafael de la Viesca era diputado por Cádiz, subsecretario de Hacienda y miembro destacado del partido conservador.

 Juan de Vicente Portela consiguió que todas autoridades de Cádiz, así como las asociaciones y sociedades de todo tipo firmaran cartas solicitando el indulto de Vega. El obispo de la diócesis, José María Rancés, también solicitó por escrito el indulto del reo. La cofradía del Nazareno, que tenía al Rey como Hermano Mayor, envió su escrito directamente al Palacio Real. Rafael de la Viesca por su parte, mantuvo entrevistas con ministros y destacados diputados y senadores para lograr el perdón del Gobierno.

Pero el indulto no llegaba. El Consejo de Ministros, celebrado  el 27 de abril de ese mismo año bajo la presidencia de Fernández Villaverde, conoció el expediente de indulto y las peticiones formuladas desde  Cádiz, decidiendo no adoptar medida alguna y que la ejecución del reo siguiera adelante.

Esta decisión cayó como una losa en nuestra ciudad. Lo temido por las autoridades comenzó a suceder. Cientos de curiosos se situaban en las inmediaciones de la cárcel para ver los preliminares de la ejecución, como la llegada de los obreros para levantar el cadalso, la entrada de abogados y sacerdotes o la presencia de Hermanos de la Santa Caridad para acompañar al reo en sus últimas horas. Por otra parte, muchos curiosos acudían a la estación del ferrocarril para escudriñar a los forasteros y ver si llegaba el verdugo con sus siniestros utensilios de trabajo.

El condenado Antonio Vega fue llevado, mientras tanto, a  una habitación  separada del resto de los reclusos. Todos tenían palabras de consuelo y esperanza para él. Pero a la vista de las últimas noticias perdió toda esperanza de ser perdonado y pedía reiteradamente al administrador de la prisión:

don Pedro, pégueme usted un tiro, por favor,  que no quiero morir ajorcao

Pero las peticiones de indulto seguían adelante. Juan de Vicente Portela organizó una manifestación para pedir el perdón para el reo Vega. Muchísimos gaditanos acudieron a la convocatoria, que recorrió las calles principales de Cádiz hasta llegar al Gobierno Civil, entonces situado en el Palacio de la Diputación.

Mientras transcurría esta manifestación, en la redacción de Diario de Cádiz, en la calle Ceballos se recibió el siguiente telegrama: 

Diario de Cádiz.  Para redactor Joaquín Quero. Termina Consejo con el Rey. Acordado indulto reo Antonio Vega. Ministro me da la noticia. Viesca.”

Desde la calle Ceballos se envió un propio a la manifestación para dar la noticia, que causó el consiguiente júbilo. El redactor Quero, el abogado del reo y otros manifestantes marcharon corriendo hacia la cárcel para comunicar la noticia.

En la prisión aún desconocían el indulto, que fue recibido con gran alegría por todos. Antonio Vega abrazó a su defensor para darle las gracias. Portela, visiblemente emocionado, insistía en que las gracias había que darlas al pueblo de Cádiz, que con su noble insistencia había logrado el indulto.

El reo fue sacado de la habitación en donde esperaba la ejecución y trasladado de nuevo con sus compañeros, que lo recibieron dando vivas a Portela, a Viesca y al Rey.

Antonio Vega continuó en la cárcel de Cádiz para cumplir la pena de reclusión perpetua. Unos días más tarde varias asociaciones caritativas de nuestra ciudad ofrecieron un almuerzo extraordinario a los presos, que sirvió  para festejar el indulto concedido a Vega. Hubo rancho abundante, vino y un habano para cada preso. Diario de Cádiz, al relatar este pequeño festejo cuenta como simpática anécdota que el famoso Tragahilos, recluido en la cárcel del Campo del Sur, repitió cinco veces el rancho acompañado de cuatro teleras de pan.

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