Cádiz

Opinión: El hermano pequeño

QUE se besen, que se besen. Tanta unión, tantas ganas de colaboración entre administraciones y partidos y tanto remar juntos para el Tricentenario de la llegada de la Casa de Contratación a Cádiz es una gran noticia tan directamente proporcional a las sospechas y al escepticismo que la acompaña.

El Bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812, nació desde el principio con una bicefalia que era el plan que llevaba por un lado la Junta de Andalucía, léase PSOE, frente al Ayuntamiento de Cádiz, en este caso Partido Popular. Era algo así como a ver quién puede más. Dos logotipos, dos agendas de actos y, al final, la mitad de resultados de los que se pudieron obtener.

El Bicentenario llevaba el brillo de los grandes acontecimientos, de esos que pasan pocas veces en la vida, y nadie quería dejar pasar la oportunidad de dejar su sello, aunque a veces fuera con proyectos irrealizables y faros de las libertades que nunca se llegaron a ver.

El Tricentenario nace desde la humildad, desde el niño pequeño que ha visto cómo el hermano mayor ha cometido muchos errores.

El principio de la unión es un buen comienzo. En esta ocasión se ha empezado la casa por los cimientos y se ha preferido ir convenciendo a todo el mundo y recoger sus ideas para tratar de conseguir algo más que salvar los muebles en un acontecimiento que hizo que esta ciudad viviera su mayor momento de esplendor en toda su historia.

Pero a la vez que hay esas ganas de arrimar el hombro por parte de todo el mundo, hay un enemigo implacable y es el poco tiempo que queda para que llegue la celebración. Eso exige una organización tremenda para estar a punto. Aquí no habrá cumbres iberoamericanas ni nada parecido pero se pueden hacer cosas interesantes si se fijan bien los objetivos y no hay una dispersión excesiva. En un año lo veremos.

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