Cádiz

Fallece la hermana Lourdes Dueñas, carmelita de la Caridad y secretaria de los obispos Dorado y Ceballos

A pesar de la excesiva distancia que, en estos momentos, me separa de Cádiz, gracias a la oportuna información de María del Rosario me acabo de enterar de que ha fallecido la hermana carmelita de la Caridad, Lourdes Dueñas, a la edad de 90 años. Era una señora que, amable, eficaz y generosamente, ha servido a la Iglesia entregando sus tiempos, sus energías y sus habilidades a la diócesis, desempeñando con discreción las delicadas tareas de secretaria de los obispos Antonio Dorado Soto y Antonio Ceballos Atienza. Su fina sensibilidad, su exquisita delicadeza y su depurada ternura explican, a mi juicio, su intensa vocación eclesial apoyada, como ella misma repetía, en su amor apasionado a Jesús de Nazaret. Pero hemos de advertir que esta entrega servicial no estaba trazada por un sentimentalismo subjetivo, sino apoyada en una lectura permanente de los Evangelios y en una oración sencilla y confiada ante el sagrario.

Lourdes leía y vivía el Evangelio profundizando hasta sus raíces y sin omitir ninguna de sus páginas. Contemplaba los gestos de Jesús y escuchaba sus palabras con la misma naturalidad con las que los contemplaron y las escucharon sus discípulos más directos. Sus actitudes y sus comportamientos nos han mostrado que el sentido de las palabras y de los mensajes evangélicos lo captan mejor los niños ingenuos, las mujeres modestas y los hombres sencillos que los doctos exégetas y los eminentes hermeneutas. Su testimonio coherente nos confirma, además, que los contenidos de la fe no se entienden si no percibimos, hacemos y padecemos la realidad de la vida.

El recuerdo de su trabajo generoso, callado y eficiente nos proporciona una visión esperanzadora para los hombres y para las mujeres que aquí se esfuerzan por comprender, por ayudar y por servir a sus compañeros de viaje. Su entera existencia -precisamente por su sencillez- nos proporciona esa otra visión positiva de un más allá que empieza aquí, en todos nosotros, en el recuerdo inmarcesible y firme, en la palabra dada, en el amor fraterno, en la esperanza compartida. Al despedirnos de Lourdes, le damos las gracias por tanta generosidad y delicadeza como supo derramar entre nosotros. Que descanse en paz.

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