Doña Rogelia vs. Rockefeller
Lecturas de Verano
La ventriloquía tenía un lugar de honor en los programas de variedades de la España de la caspa. José Luis Moreno y Mary Carmen triunfaron con un cuervo anarquista y la viuda Doña Rogelia
EN los últimos veranos salmantinos de los años 90 todavía podía verse a un anciano sentarse en las plazas y sacar su puño mágico al que pintaba unos labios entre el índice y el pulgar y le colocaba una mata de pelo a modo de cabellera. De esa manera tan sencilla renacía Johnny, el personaje de Don Wences, que era como se hacía llamar el anciano, y la tarde se llenaba de niños para escuchar a Johnny despotricar de Don Wences. Fueron los albores artísticos de uno de los españoles más célebres en Estados Unidos en los años 60 y 70, un fijo en los late shows de Ed Sullivan. Don Wences, el ventrílocuo más famoso del mundo, nunca se separó de Johnny porque Johnny vivía en el final de su brazo.
La última vez que el sobrino de Don Wences, José Luis Moreno, habló en público de sus muñecos fue en una entrevista en El Mundo con motivo del éxito de un programa de televisión que era pura caspa y que él dirigía y producía, Noche de fiesta. Estábamos a caballo del cambio de siglo y a muchos sorprendía que un formato que amarilleaba rompiera los share de audiencia. De hecho, Noche de fiesta era heredero de los shows televisivos de humor y variedades que entretenían la catetez de los tiempos en los que el franquismo agonizaba. En ese caldo triunfaron durante años una chica de Cuenca que se llamaba María del Carmen y el sobrino de Don Wences.
Mari Carmen y José Luis Moreno no eran unos ventrílocuos excepcionales, si entendemos por ventriloquia la circense cualidad de hablar con el vientre. Ambos movían la boca de forma tan descarada que, a los ojos de hoy, hay que hacer un notable esfuerzo de empatía para considerar el discurso de sus muñecos. Pero no se les puede negar que fueron un fenómeno social. Los dos competidores eran dos caras de la misma moneda. Sus muñecos funcionaban con roles similares. Los personajes estaban basados en estereotipos muy interiorizados de la españolidad. Estaba el chuleta, que era un pato en Mary Carmen (Nicol) y un cuervo en Moreno (Rockefeller). Estaba el amanerado, que era un león en Mary Carmen y un niño con pluma cuyo nombre lo decía todo en Moreno, Monchito. Pero, sobre todo, en sus espectáculos, estaba presente la España rural, mitad paleto mitad pseudosabiduría popular, que era el labriego Macario en José Luis Moreno y doña Rogelia en Mary Carmen. Este último personaje encarnaba nuestra España perdida, el tópico profundo. Recorriendo los programas nostálgicos podemos contemplar a un joven Julio Iglesias explicando a doña Rogelia quiénes son los Beatles o a Juan Manuel Serrat hablándole de sexo a la lugareña de madera. De hecho, da la impresión de que tanto uno como otro están convencidos de estar hablando con alguien. Supongo que ese fue el gran mérito de la marca 'Mary Carmen y sus muñecos', hacernos creer que Rogelia realmente existía. Ya por entonces, Rogelia apenas existía. Rogelia parecía haber sido sacada de las viudas de las casapuertas que rodó Buñuel en aquel estremecedor documental sobre Las Hurdes, a mediados de los 30.
El muñeco estelar de José Luis Moreno era Rockefeller, el cuervo anarquista. Rockefeller no era una creación propiamente suya, ya que estaba tomado en su personalidad del personaje de Don Wences, Johnny. Rockefeller era el mayor crítico de José Luis Moreno. En cada actuación se reía de él, a veces hasta lo vejaba. Es más, Rockefeller se mofaba del público, lo tomaba por tonto. No entendía Rockefeller que la gente pudiera disfrutar de los palurdos espectáculos que ideaba su progenitor. Tiendo a pensar que llegó un momento en que Moreno se hartó de Rockefeller y por eso lo mató. Mi teoría (sólo es una teoría) es que alcanzó tal grado de endiosamiento que no encajaba las críticas y las que peor llevaba eran las de su subconsciente, es decir, las que verbalizaba Rockefeller porque Rockefeller, al fin y al cabo, no era otro que la voz de Don Wences, su tío, el que había llevado la voz de su conciencia en su puño hasta los últimos días.
En la última mención que se encuentra de José Luis Moreno sobre sus muñecos es en esa entrevista en El Mundo del año 2000. El periodista pasea por la mansión de José Luis Moreno y le pide que le enseñe en qué lugar guarda a Rockefeller. Espera encontrarlo en una urna, en algún lugar estelar, homenajeado como se merece quien le había dado la fama. Pero no, el periodista no podrá ver a Rockefeller porque el cuervo está guardado en una maleta. No ha salido de allí desde el día de la última actuación, cuando calló para siempre. Moreno estipula cuando concede entrevistas que no puede ser preguntado por sus muñecos, no quiere hablar de ellos y no sé si estarán de acuerdo que esta actitud refuerza mi teoría.
La vida después de los muñecos de Mary Carmen y de José Luis Moreno ha sido muy diferente. Cuando los tiempos definitivamente superan el humor blanco y bastante plano de Nicol, el león con pluma y Doña Rogelia, Mary Carmen sale de foco. Durante un tiempo es contratada por Luis del Olmo para amenizar sus mañanas. En la tradicional guerra de ondas que ha vivido la comunicación española podemos encontrar un fragmento de una salvaje diatriba de la ya fallecida Encarna Sánchez, conductora de la tarde de la COPE, contra Mary Carmen. Dibuja un personaje lisonjero y falso y hace una mención a su fracasada vida empresarial con "esas ruinosas marisquerías". Es lo más que se puede aportar de la Mary Carmen empresaria post Rogelia. Al contrario que Rockefeller, Rogelia sigue visitando platós. Es especialmente tierna una entrevista en La Noria, en agosto de 2010, en la que una Mary Carmen muy envejecida, que parece haber superado en edad a su personaje, aparece con su muñeco contando viejas glorias como si fueran presentes que, no sé por qué, me hizo recordar al personaje de José Sacristán en Viaje a ninguna parte.
Muy distinta es la vida empresarial de José Luis Moreno después de la muerte de Rockefeller. El refugio del sobrino de Don Wences fue la comunidad valenciana, un reducto como el de Asterix de la España de la caspa donde triunfaba hace más de diez años Noche de fiesta. Moreno pudo colocar allí nuevos productos que eran siempre el mismo y, además, encontró nuevas posibilidades de negocio para incrementar su impresionante patrimonio. Su nombre saltó de las páginas de espectáculos a las de tribunales cuando figuró como empresario cercano a Jaume Matas, el ex presidente de Baleares, en el proceso del caso Palma Arena. Con todo ello Rockefeller hubiera podido elaborar un ácido sketch, pero Rockefeller ya no está entre nosotros.
Aún así, la ventriloquia no ha muerto. Ya no vemos a los ventrílocuos mover los labios, ni siquiera conocemos sus caras, pero sus muñecos pueblan la polucionada pantalla de nuestro televisor según vamos avanzando con el mando hacia el mundo cavernícola donde la España de Noche de fiesta prepara su regreso.
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