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Emprendedores

Casa Lucas: el arte de la reinvención

  • Antonio Miranda abrió en el año 1997 en la calle San José un negocio de chucherías convertida ahora en una tienda de barrio que debe su nombre a Chiquito de la Calzada

Antonio Miranda y Ramón Roldán delante de Casa Lucas.

Antonio Miranda y Ramón Roldán delante de Casa Lucas. / Ramón Núñez

25 años contemplan a este establecimiento arraigado en la calle San José que comenzó su andadura el 1 de octubre de 1997 y que en estos últimos años ha mutado de tienda de chucherías a tienda de barrio llamada Casa Lucas. Antonio Miranda es su propietario y explica el curioso origen del nombre del negocio: “Abrimos la tienda en la época en la Chiquito de la Calzada estaba en su apogeo. Y aprovechamos una de sus expresiones, ‘Hasta luego Lucas’, para ponerle el nombre”.

Casa Lucas cumplirá en septiembre tres años en el nuevo local, en el 14 de San José, casi enfrente de donde se inauguró, en el 19. “Abrimos en plena pandemia y estuvimos esa etapa a caballo entre los dos locales”, apunta. El negocio ocupa ahora el local que acogió a un célebre comercio de la zona como el Acuario Gadir. Donde estaban esas peceras que tanto atraían a los niños, ahora hay neveras con refrescos.

Renovarse o morir. “Quería invertir y compré este local, el mobiliario del anterior tenía más de 20 años y para los veintitantos que faltan para jubilarme decidí cambiarlo todo”, expone Miranda. “Hemos ampliado la oferta a charcutería, panadería, pastelería y algunos productos de alimentación en lo que se llama el desavío”, añade.

"Ya no podíamos vivir solo de vender chucherías como al principio y decidimos ampliar la oferta”

Casa Lucas cuenta con un 70 por ciento de clientela fija, que no es poco para seguir al pie del cañón. “Es verdad que hay menos niños y los que hay, salen poco a la calle. Ahora vendo a los hijos de mis primeros niños. Y la gente de la zona sigue confiando en nosotros”, argumenta. No hay otra fórmula que el trabajo y la dedicación. Concretamente los siete días a la semana todo el año salvo los días 25 de diciembre y 1 y 6 de enero, “que son sagrados para nosotros”. De 9.00 a 22.30 horas ininterrumpidamente. Un equipo que comanda Antonio y que cuenta a su lado con un buen lugarteniente como Ramón Roldán, que trabaja en la casa desde enero de 2001. Por las tardes completa los turnos Eduardo de la Torre.

No ha sido fácil sacar adelante este negocio. “Nos han montado alrededor de todo, almacenes, barracas, tiendas de orientales… muchos no aguantaron y cerraron”, señala Miranda. Pero la constancia dio sus frutos. “El cliente valora la limpieza y el orden. El público, sobre todo el de fuera, nos felicita por ello. Hasta en las bullas del Carnaval tiene que estar todo en orden”, defiende el propietario.

Habla de la fiesta de febrero como la que, junto a la Navidad, más ingresos genera. “En Carnavales es una barbaridad, podemos echar 18 horas los días fuertes”, declara. Y aunque están volviendo las ventas prepandemia, lo que, según Miranda, se demostró en Carnaval, “antes se vendían más chucherías. Ahora es que se venden también en todas partes. No podíamos vivir ya solo de las chucherías como al principio y decidimos ampliar la oferta”.

Recuerda que “los costes son más grandes y los beneficios, menores. Luz, agua, seguros sociales, las cuotas de autónomo... Yo ganaba más dinero en 2005 que ahora, pero supongo que le pasa a casi todo el mundo. Pero resistimos”.

Antonio es sincero cuando asegura que “hoy en día no abriría un negocio como este, que supone mucho sacrificio. Dentro del gremio no estamos mal, nos repartimos las horas entre todos, pero yo para mis hijas no quiero esto. Gracias a Dios las dos trabajan”. Pero siempre se encuentra un resquicio de esperanza para seguir en la brecha. “Es verdad que estamos un poco quemados, pero todavía tenemos ilusión”, reconoce.

Con solo 49 años, Antonio Miranda tiene tras de sí un buen bagaje profesional. Trabajó tres años en Caramelandia, frente al Cine Avenida, y luego montó su negocio en San José 19. Es esposo de Cristina, y padre de Laura y Jessi. Esta última le ha dado un nieto guapísimo llamado Martín. Antonio y Cristina cumplirán sus bodas de plata en septiembre y lo celebrarán “por todo lo alto”.

Miranda no quiere pasar por alto el agradecimiento a la clientela “por su fidelidad” y aprovechar para recordar con cariño “a los clientes que fallecieron”. Dice finalmente que “el cambio de local nos dio fuerzas para el tirón hasta las 65 años” y pide “salud para 15 años más y poder jubilarnos”. Que así sea.

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