Canguros a los 60: los superabuelos
La Iglesia celebra mañana el Día de los Abuelos en pleno protagonismo de estas personas como pilares básicos de la sociedad moderna, merced al cuidado de los nietos por la incorporación de la mujer al trabajo
Las 'yayas' y 'yeyos' se han hecho fuertes en la sociedad contemporánea. Sin exagerar, imprescindibles. La incorporación de la mujer al mercado laboral han convertido a los abuelos en las personas sobre las que recae el cuidado de los niños, incluyendo idas y venidas del cole, almuerzo y hasta merienda. Superabuelos que, en muchos casos, apenas tienen fuerzas para bregar con niños en una etapa de sus vidas que debería ser un remanso de paz y tranquilidad después de tantos años trabajando y que sin embargo la ocupan echando un cable a sus hijos como canguros sin remuneración. Mañana, la Iglesia, coincidiendo con la festividad de San Joaquín y Santa Ana, abuelos del niño Jesús, celebra el 'Día de los Abuelos'. A pesar del periodo estival, la impagable labor de estas personas no cierra por vacaciones. Es más, se recrudece al no haber colegio. Un abuelo y una abuela hablan de sus experiencias para Diario de Cádiz. Están cansados, pero felices de echar un cable a sus hijos. No les queda otra.
José 'Neno' Macías tiene tres nietos de una hija: dos niñas de 8 y 2 años y un niño de 5. "Mis otros tres hijos no me han dado nietos. No se lo plantean. Si a todos les diera por tenerlos, ya no podría con todos", dice entre risas. En verano los lleva a la playa pero en invierno es cuando el superabuelo entra en acción. "Vivo en el casco antiguo y me levanto a las siete de la mañana para estar en casa de mi hija, en Los Delfines. Ella y su marido se van a trabajar y yo me encargo de prepararlos para el cole", relata. Podría, y estaría en su derecho, quejarse de estar pensionado de esta manera, pero Neno añade que "es bonito verles despertarse, eso es precioso. Estoy disfrutando porque con mis hijos no pude vivir esto por culpa del trabajo".
Reconoce que esto de bregar con los nietos tiene sus días. "Hay veces que estás deseando verlos y otros que estás ya cansado, pero por regla general es una maravilla. Me paso la vida pensando en ellos. Hay veces que es sacrificado, no vamos a negarlo. Veces que tú tienes otros planes y te los chafan porque te tienes que quedar con ellos, pero ser abuelo es una maravilla. Es señal de que has llegado a una cierta edad y has cumplido con los ciclos de la vida", afirma convencido. Los nietos siempre están en su mente. Para muestra, un botón: "No iba al cine desde hacía mucho tiempo y ahora voy con ellos a todos los estrenos infantiles".
Neno Macías lo tiene claro. "Los padres nos necesitan, la vida de hoy es así. Necesitan ayuda moral, física y económica. Para eso estamos". Según este abuelo la suya es una generación "de sacrificados" y recuerda que antiguamente "no había tanto contacto con los abuelos como ahora". Pero no se cuelga medallas: "No hago nada excepcional. La vida está ahora así".
Loli Álvarez, divorciada de 65 años, tiene tres nietos, uno de ellos con sus padres trabajando en Madrid. Loli se lo trae cada verano para que pase aquí unos días. "Me da mucha lástima de la vida de mi niño allí, en Madrid. Sus padres lo tienen que dejar a las siete y media de la mañana en el cole y lo recogen por la tarde. Unas doce horas el pobre fuera de su casa", cuenta. A esta mujer se le juntan, a veces, en casa, los tres pequeños. "A veces me veo desbordada. Cansa mucho, sobre todo un pequeño de 20 meses", admite. Para Loli, las abuelas "tienen que aprender a decir que no". Cuando parece que se va a venir a arriba y a quejarse por el papel que les ha tocado en la sociedad actual, matiza: "Pero es que no nos sale, la verdad. Nos necesitan. Yo no estoy ya para estos trotes, pero hay que ayudar a los hijos. Cuando tengo a los niños protesto porque me canso, pero cuando se van los echo de menos".
"Luché con cuatro hijos y ahora que puedo descansar, tengo nietos y vuelvo a criar niños". Este pensamiento es común entre las personas mayores que ejercen de canguros. "Menos mal que al de Madrid se lo lleva los fines de semana su otra abuela, al menos así descanso y puedo salir con mis amigas. Así, además, la otra abuela puede disfrutar de él", explica. Loli sube a Madrid dos o tres veces al año a echar un cable a mi hijo y su nuera. "Ella está esperando otro niño, para diciembre, y sé que se me acumulará el trabajo, pero no queda otra que ayudar", asegura resignada. Al fin y al cabo, y como ella misma reconoce, no se puede quejar. "Hay amigas que están peor que yo", sentencia buscando un alivio en las comparaciones.
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