Calle Teófila & Calle Kichi
Poco más de dos centenares de pasos separaban las mesas electorales en las que el PP y la marca de Podemos en Cádiz sacaron su mayor porcentaje de votos.
Algo más de un centenar de pasos separa la calle Acacias de la calle Teniente Andújar. La primera, línea tansversal del barrio de Bahía Blanca, es relativamente ancha, con aparcamientos a los dos lados, siempre ocupados y regulados por la zona azul. La segunda, entrada al barrio de Santa María, es estrecha, peatonal, con una anchura de poco más de dos metros y medio. Una calle y otra están muy cerca, sí, pero son dos mundos completamente distintos y su comportamiento electoral así lo atestigua.
En una de las dos mesas electorales de la calle Acacias, dentro del distrito 8, instalada en el edificio del Ministerio de Trabajo, un mastodonte burocrático desde cuyo exterior se pueden observar toneladas de carpetas amarilleando por el sol, sede del Fogasa o de Extranjería, se registró la mayor distancia a favor del PP frente a Podemos. 262 frente a 14. Al PSOE tampoco le fue mucho mejor: 33. No muy lejos, en el colegio electoral instalado en el centro municipal de arte flamenco La Merced, distrito 7, la marca de Podemos sacaba la mayor distancia con el PP, aunque no un revolcón como el de Acacias: 233 Para Cádiz sí se Puede; 105 para PP; el PSOE entre uno y otro, 144. Esto es un simple paseo por dos calles vecinas, de similar longitud, algo más de cien metros cada una.
El teniente de regulares de Ceuta Andújar Pinillos tuvo que ser un héroe de la guerra del Rif. Se sabe cuándo murió, en 1921, aunque no se sabe cuándo nació, pero nació en Cádiz, eso sí. Por el shock, en 1922 bautizaron así la calle. La calle a la que da nombre tiene distintivos de dos clases en sus fachadas. Por un lado, encontraremos azulejos que honran su pasado de arrabal gitano con ilustres nombres de flamencos. Encontraremos recuerdos a Enrique El Mellizo, Conchita Aranda, Rebujina... Hay muchos más. Compitiendo con los azulejos está el metacrilato junto a más de una decena de portales con el símbolo de la Junta de rehabilitación del centro histórico.
La actuación en el barrio de Santa María en los últimos veinte años ha sido decidida tras años de degradación. El barrio, un agujero negro en los 90, años duros, se ha salpicado la calle de viviendas sociales con estructura de vivienda social. Cubos como colmenas. Es emblemático el caso del número 20, donde entregaron viviendas a jóvenes, pero jóvenes que no podían reactivar la calle porque sus rentas eran muy bajas. Era una apuesta por rejuvenecer la zona. La crisis impidió que se pudiera culminar la tarea. Hay una finca grandísima tapiada con ladrillos en su integridad haciendo esquina con Rutilio, muy cerca de la Cuesta de las Calesas. y donde lo único que sobrevive es el azulejo de un antiguo bar, Casa Miguel. Queda viva la herida del momento de congelación que trajo la crisis. Hasta aquí hemos llegado.
Hay rastros de infravivienda, pocos, si lo que hacemos es ceñirnos a esta calle, y algunos turistas se asoman disfrutando de lo castizo de la vía. Se ven jóvenes en bicicleta, tatuados, sin camiseta, y en el primer cruce, sobre una señal de tráfico de prohibido han escrito 'prohibido prohibir'. Esta confluencia de calles está señalada por la Policía como un punto habitual de trapicheo de hachís, pero no es un lugar peligroso y los hombres que pasan allí el día son cordiales. Siempre hay alguna lata de Cruzcampo en la cercanía, que es la bebida oficial callejera.
Aparte, hay tres bares. Uno relativamente nuevo que se llama Abanico de Tapas y que, al estar en lo alto de la plaza de La Merced, tiene un gran velador y aceptación entre los visitantes. Los otros dos tienen una parroquia más local. Próximo a la Cuesta de las Calesas se encuentra el bar Rosalejo , donde el pasado viernes unos cuantos hombres dejaban pasar el tiempo hablando de "la página que ha puesto Teo para denunciar" desperfectos viarios y sobre una comparsa en ciernes. En el otro bar, el que está enfrente de la frutería, no destaca su nombre. Los botellines son a un euro y los dos vecinos que han entrado han pedido un vinito.
Veremos vecinos defendiéndose del calor, pese a que la calle se defiende muy bien con la sombra de los edificios, con sandalias y bermudas. En la sede de la asociación de vecinos un joven cumple trabajos sociales, quince días, ordenando los periódicos. Me dice que le parece bien lo de Podemos, que todo el mundo necesita una paga para ir tirando.
En la calle, además, hay una droguería y una peluquería. También un estanco que vende pan y algunas otras cosas de comida de última hora y que ha decidido llamarse It's different. Está cerrado un establecimiento de solera, donde quedan restos de un cartel electoral de Por Cádiz sí se puede con el cartel de Kichi. Es Alimentación, Antonio, que conserva en la puerta un precioso anuncio de 1979, que invita a acudir a la bolera municipal, frente al estadio Carranza, donde podremos ver a Marila, la gran vedette sexy italiana y las actuaciones, en trío, de La Salvaora, La Petróleo y La Filipina.
La calle Acacias debe su nombre a una denominación sectorial, el del barrio de Bahía Blanca, que es una lección botánica. Hibiscos, Tamarindos y otras plantas se rinden a la calle principal, Acacias. Era lo que se conocía como 'el caminito verde' al otro lado de la muralla, a un tiro de piedra de Teniente Andújar, el héroe muerto del Rif. El 'caminito verde' viene dado por los árboles y sus sombras.
Acacias saluda, a las espaldas del imponente edificio de Hacienda, con dos chalés, que en cualquier otro lugar serían chalés normales, pero que en pleno meollo de Cádiz se alzan como imponentes, símbolos de la prestancia que nos espera. Los vecinos de Bahía Blanca siempre dicen que hay mucho mito, menos plata de la que se supone. Los grandes pisos de esta calle están habitados por médicos -muchos médicos- funcionarios veteranos y marinos, muchos de ellos gallegos, que no hay más que ver cómo se pone el bar El Capirulo si juega el Celta o el Deportivo de la Coruña. Aunque el bar de Acacias es el Acacias, que regenta María, de procedencia eslava. Aquí la cerveza está a 1,50. A las dos y pico de la tarde entra un grupo de mujeres convestidos de playa estampados, muy bronceadas, portando sillas extensibles con sombrilla. Vienen de Santa María del Mar, al otro lado de la avenida. Suelen abandonar la playa cuando empieza a llegar el público en masa. Las mujeres que entran en el Acacias, antes de ir a casa donde la 'chica' tiene preparada la comida, piden un Beronia, por la marca.
Podremos encontrar un edificio de lofts, la sede de casi 3.000 metros cuadrados de la ONCE y el geriátrico Gadir. Además, aquí está la sede de la empresa dedicada a la ayuda domiciliaria para ancianos Kuidado's y, al lado, hay una oferta para gimnasia hipopresiva, que consiste en que "mediante diferentes posturas y movimientos y por medio de una contracción del músculo diafragma en espiración se consigue hacer un efecto de succión de las vísceras".
Abuelos llevan de la mano a sus nietos de uniforme de regreso a casa. En la calle predomina el vecindario de vestimenta sobria, con tonos claros en las prendas, y una edad de media que supera con creces los 50 años. Los lugares de abastecimiento son dos establecimientos regentados por dos matrimonios chinos, que son prácticamente supermercados. Es muy difícil que usted pida algo y no lo haya.
También hay un estanco, que se dedica además a regalos y algunos caprichos, una academia de idiomas, otra para refuerzo de estudiantes que se atascan y el despacho de loterías, donde de tanto en tanto cae algún premio. En los grandes inmuebles que se ofertan en alquiler desde hace años se puede leer el aviso de "prohibido fijar carteles".
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