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Cádiz

Cádiz, la ciudad que se lía cada vez más con sus problemas

Vista aérea de la ciudad de Cádiz. Vista aérea de la ciudad de Cádiz.

Vista aérea de la ciudad de Cádiz. / Julio González

NO está Cádiz como para aguantar nuevos enfrentamientos entre las administraciones, que afectan a proyectos que, a priori, son importantes para nuestro desarrollo como ciudad.

No es comprensible que una y otra vez estemos hablando sobre las mismas cuestiones, dándole la vuelta a los mismos problemas, cuando quienes pueden tomar una decisión sobre los mismos coinciden en la importancia de estos y coinciden, en mayor o menor medida, en la respuesta que hay que dar.

No hay respuesta posible que explique por qué llevamos dos décadas esperando a que salga adelante el Hospital Regional, la Ciudad de la Justicia, o el nuevo uso para el edificio de Valcárcel.

No hay respuesta que justifique por qué la Escuela de Náutica, un edificio de arquitectura notable y ya al borde de la ruina, no tiene aún un uso que le devuelva a dar vida; y por qué el Balneario de La Palma no se abre a uso ciudadano.

No hay explicación creíble ante el abandono del castillo de San Sebastián, despreciado por su propietario, el Estado, e ignorado por quien en su día tuvo la oportunidad de recuperarlo, la Junta. Ahí está cerrado como un inmenso barco varado con su Caleta al fondo y sin perspectivas de recuperación (¡lo que se hubiera aprovechado en cualquier ciudad costera en el Reino Unido o en Francia!).

No es posible que aún no tenga un uso adecuado el frente de la Puerta de Tierra, otro lujo de la ciudad, con su torreón y centro de interpretación cerrado desde hace cerca de dos años y pendiente de los achaques con los que se ha encontrado el nuevo gobierno municipal, y con la mitad de sus bóvedas convertidas en degradantes trasteros.

No tiene justificación que no se invierta lo que hay que invertir en referentes de nuestra cultura y nuestra historia como son el Museo de Cádiz (décadas pendientes de su tercera y definitiva ampliación) y el Teatro Romano (uno de los más importantes del viejo imperio).

No es posible que ni la Junta ni el Estado aceleren todos sus proyectos pendientes. Los primeros, ya sabemos el ritmo que tienen desde la infausta etapa de gobierno de los socialistas; los segundos, han tardado su tiempo en activar la recuperación de la muralla exterior. Algo es algo.

No podemos permitir que de nuevo proyectos que parecían encauzados vuelvan a enredarse.

¿No ha pasado tiempo suficiente para cerrar la operación de adquisición del suelo para el nuevo hospital? Zona Franca y Junta están en ello desde 2020, y ahora la administración regional dice que todo hay que verlo con lupa. Ahora y antes. Por eso se ha tenido tanto tiempo para aclarar qué se puede hacer y cómo se puede hacer: un trueque de terrenos o la compra pura y dura del terreno al Consorcio (como la Junta hizo con las oficinas de una empresa privada para la Construcción de la Ciudad de la Justicia en Sevilla, con un coste de unos 70 millones de euros, por cierto).

No hay explicación a tantos nuevos problemas. La Junta del PP ha insistido en los últimos meses en su compromiso para sacar adelante esta obra. Pues que se ponga en marcha. Ya sabe desde el pasado mes de marzo que el Estado no piensa poner ni un euro porque considera que la financiación le corresponde a la Junta.

Curioso, porque la administración central remitió esta semana un comunicado de prensa vendiendo sus inversiones en la sanidad pública gaditana... y entre ellas más de 7 millones de euros para un centro sanitario en el Campo de Gibraltar. ¿No decía que era éste un papel de la Junta? ¿O es que por ser Cádiz por lo que se queda fuera de este reparto?

No podemos permitir más retrasos y más enfrentamientos dialécticos. Que todas las partes implicadas se pongan de una vez por todas de acuerdo. Que ya cierren la negociación sobre el solar y que ya la Junta dé los pasos para su financiación, metiendo dinero en las cuentas de 2024 antes de que éstas sean aprobadas de forma definitiva.

El lamento de la clase política

La clase política se lamenta de que por parte de la ciudadanía hay un crítica latente hacia todo lo que hacen. Más bien, hacia lo que no hacen. Pues tendrán que espabilarse y entender que en veinte años ha dado tiempo para construir el hospital... y encalarlo de nuevo.

(Hoy visita la ciudad el consejero de Justicia. ¿Dará una fecha definitiva para el inicio de las obras de la ciudad judicial? ¿Aclarará qué va a pasar con el edificio de la Audiencia Provincial? Y ya puestos ¿dirá la Junta qué va a hacer con el inmenso solar de San Severiano, en una ciudad con tantas necesidades de equipamientos públicos).

Si recordamos, especialmente los que ya tenemos una edad, todo lo que se ha transformado Cádiz en estas cuatro décadas largas de democracia municipal, desde que en 1979 se encontraron con un Ayuntamiento y una ciudad en quiebra social y económica, bien esperamos que el ritmo de desarrollo no vuelva a pararse.

Es cierto que en materia de urbanización y equipamientos se ha avanzado de forma más que notable, pero también es que con el tiempo se han reconocido proyectos mal planificados.

Así que, ahora que las obras de la Ciudad de la Justicia aún no se han iniciado, y que se pone en duda la llegada de Ciencias de la Educación al Valcárcel, tal vez podríamos darnos unas semanas de tiempo (no más, por favor) para reflexionar si lo previsto en cada uno de estos edificios (y ya unimos Náutica, Balneario, castillo) es lo adecuado para una ciudad que debería de pintarse con vistas a 30 años.

Y aquí, el nuevo alcalde Bruno García debe de tener un papel relevante como impulsor de esta renovada ciudad.

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