Paro y sexo

Pasolini, como era comunista y tenía veda, pudo escribir: "Demasiada libertad sexual os convertirá en terroristas"

Hay que reconocerlo todo. Que media España anda, por un lado, con la escopeta cargada esperando que Kichi o los suyos metan la pata para echarles encima los medios a la mínima. Y, por otro lado, que a menudo Kichi y los suyos dan motivo. El último: el curso de la Fundación Municipal de la Mujer que ha tocado el tema de la estimulación del clítoris. No es sólo el clítoris, si se piensa. Siendo un curso becado, a paradas, en Cádiz, ciudad famosa por su desempleo, y en el que también se pasan películas de Walt Disney para criticar su machismo, es natural que la cosa haya despertado una expectación más o menos morbosa. Se abona a todos los tópicos posibles.

Reconociendo esa acumulación de despropósitos, más que unirnos a la broma fácil, podríamos intentar un análisis, si nos atreviésemos. Pier Paolo Pasolini, como era comunista y tenía veda y como era, además, valiente por su casa, se permitió un valioso ensayito titulado: "Demasiada libertad sexual os convertirá en terroristas". Yo, como soy ultramontano, no sé si me atreveré a observar que demasiada libertad sexual nos convertirá en parados, clases pasivas y masa maleable. El curso de Kichi está más orientado de lo que parece: no vivimos en tiempos de simple permisividad sexual, sino de estimulación, proselitismo y, prácticamente, prescripción. El sexo, aunque en la reserva del amor sigue siendo el milagro gozoso de toda la vida, cada vez nos lo vuelven más el soma de Un mundo feliz de Huxley. Ya saben, aquella droga subvencionada por el Estado y que curaba, según rezaba la propaganda, diez depresiones con un gramo y que tenía todas las ventajas del cristianismo y del alcohol, sin sus efectos secundarios.

Para sofocar una sociedad crítica más allá de los cuatro eslóganes bien administrados, para que la gente no se plantee cuestiones trascendentes, para mantenernos fijos en el carril del progreso inevitable, nada mejor que el soma del sexo, tan gratuitamente dispensado por las televisiones, los sesudos (¿sexudos?) académicos, la pornografía ubicua, la publicidad sugerente y los contenidos transversales.

Lo del curso lleva al paroxismo el ambiente general, nada más. Podemos muy bien reírnos, sí, pero deberíamos tomárnoslo en serio. Es una oportunidad de oro para, aprovechando que todo el mundo tiene la lupa puesta sobre el ayuntamiento de Cádiz, hacer una crítica social más amplia, más verdadera y más comprometida.

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