De poco un todo

Enrique García-Máiquez

El fracaso

ZAPATERO se ha encontrado con la horma de su zapato donde más lustre se daba: en las políticas sociales. Se estrella en la que fue su estrella. Tanto presumir de Estado del Bienestar y el malestar ha empezado por ahí, y parece imparable. La gente está negra y mosca con la ampliación de la edad de la jubilación y con la rebaja -vía ampliación del tiempo de cómputo- de las pensiones. El presidente que negó la crisis anteayer, con las prisas y los nervios de la de hoy, se ha echado sobre los hombros el desgaste de popularidad de proponer estos ajustes. Luego, cuando ha querido recular, ha hecho el ridículo, aquí y en Europa. Y su amago de reforma laboral del viernes fue tan vergonzante que no es reforma ni será muy laboral tampoco. Tenemos paro para rato.

ZP no es santo ni de mi devoción, pero no lo celebro, que conste. Yo, ingenuo intelectual, hubiese preferido que el desengaño no nos hubiese entrado por el bolsillo, sino que el pueblo soberano hubiese repudiado sus políticas por motivos morales (la ampliación del aborto o la negociación con ETA o el laicismo recalcitrante) o por principios básicos de lealtad a la Constitución (el peligroso pistoletazo de salida a los nuevos estatutos) o por criterios de prudencia (la innecesaria ley de la Memoria Histórica) o por la errática política exterior o por empacho de su retórica relamida. Pero todo eso, que era alarmante, a la mayoría de la sociedad le resultó indiferente o, incluso, le hizo mucha gracia. Tenía razón Zapatero al pensar que, mientras fuera bien la economía, podría hacer y, sobre todo, deshacer a su antojo.

Negaba la crisis con tanto afán por puro instinto de supervivencia: estaba agarrándose a la conditio sine qua non de todas sus políticas. Con la boca llena, la gente no grita. El PP lo entendió al revés, y pensaba que cualquier otro asunto que no fuese la economía era una cortina de humo, cuando la economía era la cortina de humo de lo demás. Lo demostraba la escasa importancia que Zapatero le daba: "Eso lo aprendo yo en dos tardes". Ahora él se asfixia en su propia cortina de humo. Y todo parece indicar que el PP ganará las próximas elecciones con su estrategia de "hablar sólo de lo que importa a la gente", renunciando a los principios y a los valores liberal-conservadores, que yo vengo defendiendo aquí por activa y por pasiva.

Este fracaso anunciado de Zapatero es también el mío, por tanto. Con la diferencia de que mientras los políticos dependen de su éxito electoral o no son nada, para los columnistas lo importante es tener razón y dar razones, con independencia de que la mayoría esté de acuerdo con uno o no. Según las encuestas, el PP descafeinado ganará las elecciones. Y según aseguran ellos, no arreglarán nada sustancial, de fondo, sino que se limitarán a meter en caja la economía. Entonces, volverá otro Zapatero a sus zapatos, y estaremos en las mismas, nuevamente.

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