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La tribuna

Eduardo / moyano

Revueltas agrícolas en Francia

LAS revueltas agrícolas forman parte de la tradición francesa. En su historia reciente, ha sido habitual que el malestar agrícola de nuestros vecinos se haya manifestado en forma de cólera contra los camiones españoles, italianos o alemanes que, cargados de fruta o carne, cruzan la frontera en dirección a los mercados europeos (incluidos los franceses, ya que el mercado único y la libre circulación de productos lo avala). Después de varios años de calma, estalla de nuevo la protesta en la agricultura francesa. Cabe preguntarse ¿por qué ahora? Intentaré aportar algunas reflexiones que nos ayuden a entender lo que les pasa a los ganaderos franceses (ya que esta vez son los ganaderos los que se rebelan).

En general, los agricultores europeos están sufriendo dos problemas en la actualidad. Uno es el efecto del embargo de la UE a Rusia por el tema de Ucrania, que está causando serios perjuicios a algunos subsectores agrícolas, debido a que se les cierra un mercado emergente como el ruso. Como consecuencia de ello, muchos productores se ven obligados a acudir a los propios mercados europeos con agresivas estrategias de precios, generando una feroz competencia con sus conciudadanos agrícolas de la UE.

El otro problema es el desequilibrio de la cadena alimentaria, debido a la globalización de los mercados y a la desaparición de los mecanismos públicos de intervención y regulación. En ese contexto, los productores están a merced de las grandes cadenas de distribución, sufriendo en origen las estrategias endiabladas de precios que en algunos sectores están por debajo del coste.

Esos dos problemas son comunes a los agricultores europeos, que, según su mayor o menor integración con las industrias, los sortean como pueden. Por ello, debe haber algún factor interno que explique la cólera de los franceses. Y ahí tenemos que echar mano de la política. Llama la atención que el propio presidente Hollande, adalid de la integración europea, se haya mostrado comprensivo con las protestas de los agricultores, sin emitir ninguna crítica ante lo que es una evidente violación de la libre circulación de productos en el mercado único europeo.

Para entender lo que pasa hay que tener en cuenta lo siguiente. La primera consideración es que, en Francia, se vive ya en la antesala de unas elecciones presidenciales y legislativas (que tendrán lugar en 2017). En esas elecciones (sobre todo en las legislativas) el voto rural será muy importante, debido al reducido tamaño de las circunscripciones electorales francesas. Por ello, ninguna fuerza política, ni siquiera la socialista (de base urbana), quiere enfrentarse a los agricultores, mostrándose incluso condescendiente con sus protestas, aunque eso obligue al Gobierno francés a dar explicaciones en Bruselas o en las embajadas de Madrid o Berlín.

En segundo lugar, debe tenerse en cuenta que, en Francia, el "sindicalismo mayoritario", formado por la Fnsea y su socio CNJA (jóvenes agricultores), está teniendo cada vez más dificultades para liderar la defensa de los intereses agrícolas. Los sindicatos minoritarios (como la Coordination Rurale y la Confederación Paysanne) comienzan a adquirir un protagonismo creciente. Así, en el caso de las actuales revueltas, el liderazgo lo está teniendo la Coordination Rurale (CR), cuyos vínculos con la derecha política son más que evidentes, especialmente con el Front National de Marine Le Pen. Además, la reacción vandálica contra camiones españoles y alemanes va directa al corazón de la integración europea, algo que es coherente con el discurso antieuropeísta que manifiestan los dirigentes agrícolas de la CR y los políticos del FN, alimentado por la ola de desafección contra la UE.

Finalmente, otro factor a considerar es que el liderazgo del sindicato Fnsea se está viendo cuestionado por la controvertida figura de su actual presidente, Xavier Beulin. No es ganadero, sino gran cerealista (propietario de una explotación de 500 has en la Loiret), y además preside el grupo empresarial Avril (Sofiproteol), un holding presente en el sector de las oleaginosas, de las semillas y de los biocarburantes. A diferencia de lo que siempre ha ocurrido en la cúpula de la Fnsea (cuyos dirigentes han solido representar al agricultor medio francés, extrayendo de ahí su fuente de legitimidad), el actual presidente Beulin es, sobre todo, un empresario con vínculos con el agrobusiness, lo que despierta recelo entre los ganaderos. Su liderazgo como dirigente agrícola es cuestionado, y más ahora en un momento en el que la cólera se dirige también contra los intermediarios industriales y contra la gran distribución. Ello explica que la CR esté canalizando la protesta ocupando el espacio que en otras ocasiones controlaban la Fnsea y el CNJA.

Éstas son algunas las claves para entender mejor por qué los ganaderos franceses están produciendo ahora unos actos vandálicos que nos trasladan a etapas que creíamos ya superadas en el marco de la UE.

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