Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Mi Monedero

MI Monedero no es el [me resisto a llamarle ideólogo] de Podemos, de actualidad por sus dimes y diretes con Hacienda, que tan mal se compadecen con su programa político, por cierto. Mi Monedero se llama Miguel y es compañero de trabajo y, por tanto, amigo. Con el Monedero mediático guarda cierto parentesco del que no se siente particularmente orgulloso, todo hay que decirlo. De hecho, el mío me contaba que en una reunión se pasmaban todos de los votos que el CIS atribuye a su pariente, pues no conocen a ninguno que vaya a votarle.

No hay de qué extrañarse. Habrá círculos (de Podemos) en los que les resulte inconcebible que el PP sume aun (o aún) más votos que ellos. John Donne escribió, para prevenirnos contra nuestra soledad existencial, que ningún hombre es sólo una isla, y está muy bien visto. Pero todavía es más exacto que somos archipiélagos: nos juntamos a los que son y piensan y actúan como nosotros. Tanto, que llegamos a ver a los extraños como extraterrestres.

Esto, tan antiguo como el hombre, ha sido elevado a la enésima potencia por las redes sociales. Nos abren al mundo entero, es cierto, pero nos encierran en la complicidad más compacta. Imagino, por ejemplo, la tertulia poética que tendría José Luis Tejada. Estaría conformada por los letraheridos del Puerto de Santa María, vecinos todos, pero cada uno con sus gustos, sus prejuicios y sus lecturas o falta de ellas. Mi tertulia literaria ahora es virtual (entre Twitter y el blog) y no tiene fronteras: hay contertulios de Brasil, de Sudáfrica, de Alemania, de Filipinas…; pero todos lectores de Dante y de T. S. Eliot, cortados por el mismo patrón estético e ideológico. Eso, por muy prevenido que esté uno, distorsiona la percepción, y llegan unas elecciones y yo me hago cruces de que los güelfos blancos no obtengan un alto porcentaje de votos ni representación siquiera ni sean tampoco un partido político, ahora que caigo ¿Cómo es posible, si mis bulliciosas redes sociales parecen la Florencia populosa del siglo XIII?

Exagero, sí, pero poco. Hemos de esforzarnos por mantener una visión estereoscópica. Sin renunciar a esta divina potestad de hacernos un mundo propio a medida del corazón, no permitir que la realidad nos coja desprevenidos y por la espalda. Así, el Monedero de Hacienda, digamos, es una presencia insoslayable, qué remedio. Por mucho que me desconcierte tanto éxito. A mí, y a mi Monedero.

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