Crónica levantisca

juan Manuel / marqués Perales

Bar Plata

NOS retiramos los embajadores. Hace dos años, publiqué en este mismo periódico un perfil de Susana Díaz titulado La gobernanta de San Vicente, donde trazaba la figura política de la hoy candidata socialista a la Junta basada en varias entrevistas con personas que estuvieron con ella casi desde sus inicios en el PSOE. A Díaz le sentó aquello muy mal, pero tuvo la elegancia de no descolgar teléfonos. Tampoco me la guardó; simplemente, nos evitamos cuando nos encontrábamos en el Parlamento. Vamos, que nos retiramos los embajadores: ella, porque creía que la había insultado, y el que esto suscribe, porque entendía que un político debe aguantar éste y muchos más juicios de valor. El único dato erróneo del reportaje fue que Susana Díaz, que había sido catequista en Triana, no estudió en un colegio de monjas, como escribí, sino en uno público. Admito que el perfil tenía lados afilados. Comenzaba así: La mitad del partido habla mal de ella; la otra, la teme. Bueno, eso fue lo que me explicaron.

Pasados dos meses de aquello, y como la situación era ya un poco ridícula, desayunamos en el bar Plata, cerca del Parlamento andaluz. Creo recordar que debieron caer dos coca colas y otros dos cortados. Fue una conversación a rienda suelta, en la que Díaz, tras una hora de conversación, casi logra abrirme una duda sobre algunas apreciaciones que yo había realizado y que ella consideraba machistas. El desayuno me sirvió a mí más que a Díaz, porque salí convencido de que aquella mujer iba a mandar mucho. "No la subestiméis", le advertí siempre a los meritocráticos de salón. Y acerté.

Al salir del Plata -ella giró hacia el Parlamento-, crucé por el semáforo de la Resolana y me di de frente con la basílica de la Macarena, templo que nunca había visitado. Aunque sea tan descreído como un fraile borrachín y me guste más la elegancia del Salvador, me asombró la imagen. "Ea -me dije-, ya he conocido a dos de las mujeres que más mandan en Sevilla". Las otras son la Esperanza de Triana y la juez Mercedes Alaya. No es que me haya vuelto capilla, pero observo la política como un teatro donde lo más importante no es la acción, sino los personajes. Díaz es política pura, partidista, aprende con la rapidez de un bebé y es incansable. Uno de los reproches que me trasladó es que me creí el traje que varios de sus compañeros le habían diseñado. Y es posible. Algunos de ellos han posado junto a la candidata durante estos días de fiesta. La adoran.

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