In Memoriam

Javier de la Cruz Gil

Emilio de la Cruz Hermosilla: 20 años en el recuerdo

COMO cada año en estas fechas, con la misma ilusión e intención de recordar su memoria con quienes le queríamos y respetábamos en vida, hoy me vuelvo a fundir en palabras y recuerdos cada vez más lejanos, pero no menos entrañables, para dar vida a una de las personas más importantes en mi vida: mi padre, Emilio de la Cruz Hermosilla, cuando se cumplen ya dos décadas de su muerte.

 

Y en esta ciudad, donde por lo visto para ser recordado y honrado públicamente, hay que ser chirigotero, autor de carnaval, futbolista o aprendiz de periodista, es muy difícil andar por cualquiera de sus calles y plazas y no encontrar motivos de recuerdo. Plazas con monumentos a libertadores hispanoamericanos, calles con nombres de otras ciudades o personajes históricos muy vinculados a la nuestra, homenajes y recuerdos a los tan nombrados el año pasado, doceañistas en la fachada del Oratorio de San Felipe, lugares emblemáticos en su vida profesional y familiar y edificios donde impartió clases, donde recibió condecoraciones y homenajes o donde, simplemente, desde la modestia y la humildad que le caracterizaba, trabajó diario y durante muchos años de para el colectivo de periodistas, consiguiendo las mejoras y resultados, muchos de los cuales disfrutan hoy sus asociados, verdaderos desconocedores de sus predecesores.

 

Persona entrañable, trabajador incansable como periodista, abogado y oficial del cuerpo jurídico de la Armada , escritor y articulista, enamorado de los temas americanistas e impulsor de conferencias y reuniones a ambos lados del charco, condecorado con la Gran Cruz de Isabel La Católica, acostarse a las 4 de la mañana, después del cierre del Diario y cumplir con sus horarios en su bufete y sus muchos compromisos, jamás le impidieron ser un marido y padre, justo y entregado. Una persona enamorada de lo que hacía y de su familia, que supo transmitir a sus hijos, creyente, digno y con unos principios poco comunes en los tiempos que corren y que no todos hemos sabido ni reconocer ni respetar.

 

Hoy, cuando se cumplen veinte años de su fallecimiento, mirando desde la distancia del recuerdo y la añoranza, sigo sintiendo su pérdida, pues como padre que soy y en unos momentos tan convulsos como los que vivimos, comienzo a entender el esfuerzo que siempre desarrolló, la valentía que demostró antes todas las difíciles pruebas que la puso la vida por delante, pero, sobre todo, comienzo a pensar que nadie como él es profeta en su tierra y que la historia sólo sirve para ignorarse o cambiarse, dependiendo de lo que nos interese en cada momento, porque siendo un gaditano de adopción, cuyo currículum no cabría en esta simple columna epistolar, que tanto hizo por muchos que luego supieron pasar a la Democracia con chaquetas nuevas y hoy permanecen en la memoria de todos y tanto dejó escrito en sus más de mil Calles Anchas desde Diario de Cádiz, no ha tenido su justo reconocimiento.

 

A la edad de 67 años fallecía en Madrid un 1 de Marzo de 1993 y parece que ha sido ayer. Ese día, como recordaba hace pocos días en este mismo Diario, Carlos Medina, ante el fallecimiento de Pérez Sauci, seguro que se reunía con cuantos amigos y compañeros le han querido y respetado, mirando hacia una ciudad donde dieron lo mejor de sus vidas y dejaron la huella imborrable, de un pasado de honra y dignidad que muy pocos han valorado y se merecían.

 

Por eso, a mis hijos y a quienes no le conocieron les están robando una parte de la historia que les pertenece y somos nosotros, sus hijos y herederos, los encargados de dar valor y vida a la suya. Don Emilio para muchos. De la Cruz para otros. Hermosilla para algunos, pero papá para nosotros, gracias por haber sido así.

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