Alicia González, psicóloga: "Te doy el truco para no discutir con tu pareja"

El secreto está en aprender a distinguir entre lo que se percibe y lo que realmente quiso decir la otra persona

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Alicia González, psicóloga / @aliciagonzalezpsicologia

Las discusiones en pareja suelen estallar por pequeños malentendidos. Una palabra mal interpretada, un gesto sacado de contexto o una frase dicha con cansancio pueden convertirse en el inicio de un conflicto. Sobre este terreno se detiene la psicóloga Alicia González, que ha compartido en redes sociales un sencillo truco que ella misma aplica y que, asegura, le permite casi no discutir con su pareja.

Su propuesta parte de una diferencia esencial: no es lo mismo lo que oímos que lo que entendemos. Según explica, "la percepción es, literalmente, lo que escuchas, ves o sientes, y la perspectiva es desde qué historia tú estás interpretando esa frase: el contexto, tus heridas, etc". Esa distinción resulta clave porque muchas veces la discusión no nace de las palabras del otro, sino de cómo cada persona las filtra a través de su experiencia personal.

Un ejemplo muy habitual es el que plantea la propia González. Si alguien llega a casa cansado y dice que no ha parado en todo el día, esa frase, aparentemente neutra, puede ser recibida como una crítica velada hacia la otra persona. "Tú interpretas que lo que te está diciendo es que no haces nada en casa, cuando realmente tu pareja no ha dicho eso", señala la psicóloga. Ese salto interpretativo es el que abre la puerta a la confrontación.

El método que propone para desactivar estas dinámicas es tan simple como efectivo. En lugar de reaccionar de forma inmediata, invita a detenerse y preguntar de manera clara. Como ella misma aconseja: "Cuando una frase te active demasiado, dile a tu pareja: ‘Perdona, estoy entendiendo esto. ¿Es eso lo que me quieres decir?’". Con ese gesto se evita asumir que la interpretación propia es la única válida y se ofrece a la otra persona la oportunidad de aclarar lo que realmente quería expresar.

La fuerza de este recurso está en que interrumpe el ciclo automático de reacción. Al reconocer que lo que se escucha no siempre coincide con la intención del otro, se gana tiempo para gestionar las emociones y se evita caer en reproches injustos. Además, preguntar en lugar de acusar abre un espacio de diálogo que fortalece la confianza mutua.

Este enfoque, que González ha desarrollado en sus intervenciones públicas y en medios especializados, tiene un trasfondo práctico: muchas discusiones no son más que malentendidos que se repiten porque se da por hecho lo que el otro piensa o siente. Cambiar esa inercia supone pasar de la confrontación a la colaboración.

En la práctica, aplicar este truco implica cuatro pasos: detectar cuándo una frase genera una activación emocional, expresar lo que se ha interpretado, pedir confirmación con calma y escuchar activamente la respuesta. González subraya que este hábito transforma el clima de la relación porque permite comprobar si la percepción inicial estaba o no equivocada.

Más allá de la técnica, el mensaje que transmite es que lo que uno interpreta habla tanto de las heridas personales como de lo que la pareja ha dicho realmente. No se trata de ignorar las emociones, sino de reconocer que muchas veces el conflicto no proviene del otro, sino de la manera en que se procesa lo que ocurre. En palabras de la psicóloga, distinguir entre percepción y perspectiva es el verdadero antídoto contra las discusiones innecesarias.

La propuesta de Alicia González ha despertado un amplio interés porque conecta con experiencias cotidianas de muchas parejas. La sensación de ser malinterpretado o de interpretar en exceso lo que se escucha es un escenario común que suele desgastar la convivencia. Su recomendación, sin embargo, devuelve la responsabilidad a cada persona, invitando a preguntar antes de reaccionar y a escuchar antes de discutir.

En un contexto donde las relaciones se ven sometidas a múltiples tensiones, su mensaje aporta un recordatorio sencillo pero poderoso: la mayoría de los conflictos no se deben a lo que se dice, sino a lo que se cree que se quiso decir. Y la forma de resolverlo no pasa por discutir más, sino por comunicarse mejor.

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