Diario de una gran hazaña | Capítulo 79 (4 de julio de 1522)

Elcano y sus hombres lo apuestan todo a la carta de Cabo Verde

  • Sin comida a bordo desde hace semanas y con muchos enfermos, la tripulación de la ‘Victoria’ decide entrar en el archipiélago de dominio portugués para buscar alimentos

  • La arriesgada decisión se ha tomado tras un profundo debate y una votación a bordo

  • Los españoles intentarán hacer ver que vienen de América y que la nave está muy dañada debido a los temporales

Uno de los mapas de la época, en el que se puede ver las islas de Cabo Verde pintadas al lado de la costa de África y debajo de las Canarias.

Uno de los mapas de la época, en el que se puede ver las islas de Cabo Verde pintadas al lado de la costa de África y debajo de las Canarias. / Paula Vergara

Tenía que tomar una decisión, tenía que decidir qué camino tomar, pero la encrucijada era tan grande y había tantas vidas en juego que el comandante de la nao Victoria, Juan Sebastián de Elcano, prefirió abrir un debate previo entre la tripulación. Partían de una premisa, de que hay que buscar alimento como sea porque el escorbuto no para de cobrarse vidas humanas, pero las opciones que había eran escasas y, además, muy peligrosas.

Pero antes de ese debate a bordo Elcano hizo un último intento por poder tocar tierra en la costa africana. Pero de nuevo fue imposible debido a los frondosos y peligrosos manglares que crecen en la desembocadura del Río de Gambia por el que pasaron hace escasas fechas.

El cónclave a bordo para saber qué rumbo tomar se produjo hace tres días, el 1 de julio de este año de 1522. En cubierta, reunidos, los 32 hombres de la tripulación de la Victoria, algunos de ellos muy enfermos, atendieron a las explicaciones sobre las tres rutas alternativas que se le abrían a la nave española en su camino para llegar a España y culminar así la primera vuelta al mundo. La primera opción es seguir en paralelo a la costa de África con rumbo norte hasta encontrar un lugar en el que poder fondear para ir a buscar alimentos. Pero hay dos pegas, porque la Victoria navegará por una zona de mucho tránsito de barcos portugueses y, además, por una costa en la que en breve aparecerá el desierto del Sáhara, lo que reduce, y mucho, la posibilidad de encontrar víveres.

La segunda opción es liarse la manta a la cabeza, no tocar tierra, llegar a mar abierto y poner rumbo norte hasta dar con la Península Ibérica. Pero sin nada que comer a bordo y con tanta gente enferma, no sería descartable que terminara falleciendo toda la tripulación.

Y después quedaba una última opción que es lo más parecido a meterse en la boca del lobo. Consistiría en poner rumbo a algunas de las islas del cercano archipiélago portugués de Cabo Verde, que está bajo dominio de la Corona de Portugal, y tras fondear intentar buscar esos alimentos frescos que permitan recuperar la salud a los marineros que aún siguen con vida.

El debate fue intenso, porque es mucho lo que está en juego tanto en lo personal (seguir vivos) como en lo colectivo (completar la primera vuelta al mundo y además con 27 toneladas de especias en la bodega de la Victoria). Y al final, tirando de democracia, la tripulación votó y se decantó por la tercera de las opciones, es decir, por apostarlo todo a la carta de Cabo Verde.

Eso sí, las reflexiones surgidas durante el debate han aportado un elemento novedoso con el que no se contaba a priori: los españoles intentarán trasladar la imagen de que la Victoria es una embarcación que viene de América y que precisa ayuda urgente porque sufrió daños en su estructura debido a un temporal sufrido cuando pasaban la línea equinoccial. La clave del engaño es que nadie se dé cuenta de que vienen de las Molucas con un cargamento de especias, ya que los españoles serían detenidos de inmediato, pues el Tratado de Tordesillas de 1494 prohíbe comerciar en tierras asignadas a los portugueses, como por ejemplo la Especiería.

También se planteó otra opción y es que la Victoria fondeara en alguna de las islas de Cabo Verde que están deshabitadas y no en su población principal, llamada Ribeira Grande y ubicada en la isla de Santiago. Pero rápidamente el propio Elcano desechó esta posibilidad pues entendía que, en caso de ser descubiertos, sí levantarían rápidamente sospechas entre las autoridades lusas.

Así, tres días después de aquella votación tan significativa, la nao Victoria navega hoy, 4 de julio de 1522, con rumbo oeste en busca de Cabo Verde, donde esperan llegar en cuatro o cinco jornadas, dependiendo de los vientos. Afortunadamente, y pese a encontrarse en una zona tropical del planeta y en esta época estival del año, la climatología está siendo en cierto modo benigna. Con más calor, a saber cuántas vidas más se habrían perdido entre una tripulación que está famélica y sin energías.

Cuando se estén acercando a Cabo Verde la tripulación ya sabe que tiene que desmontar y dejar sobre la cubierta el mástil del trinquete, el cual ya sufrió daños considerables al cruzar el cabo de Buena Esperanza. Luego, cuando remontaban el Atlántico de sur a norte, el trinquete pudo ser reparado, aunque ahora lo que manda es intentar hacer ver que los desperfectos en la nave son serios. Y para que una nave dé pena, nada mejor que un mástil desmontado.

Conforme pasan los días y se van acercando a Cabo Verde, entre la tripulación española crecen al mismo ritmo el hambre y la angustia. Lo primero viene dado porque hoy cumplen la friolera de 147 días sin tocar tierra, una marca jamás superada por otra embarcación en todo el planeta. Y aunque la Victoria partió de las Molucas y luego de Timor muy bien abastecida de alimentos, transcurridos casi cinco meses de la partida esos víveres o se han agotado o se han podrido. Por no haber ya no queda ni ese arroz que durante semanas han venido comiendo tras cocerlo previamente con agua del mar.

Y la angustia es evidente porque, salvo milagro, todos a bordo de la Victoria saben que lo más seguro es que en este archipiélago terminen con sus huesos en la cárcel. Elcano ha fijado una estrategia que pasa por fondear en la Bahía de Ribeira Grande y que luego una docena de hombres vayan en un bajel a tierra a buscar alimentos que poder llevar a bordo. Pero las probabilidades de que el engaño salga bien son muy escasas.

Es curioso, durante tres años la flota de las especias ha logrado esquivar a los navíos portugueses y ahora son los españoles los que van a adentrarse en casa del enemigo. Por eso es lógico que crucen los dedos y no dejen de santiguarse.

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