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Cuando ayer el vigía gritó aquello de "¡tierra a la vista!" todos a bordo de la nao Victoria sintieron como si un jarro de agua fría cayera repentinamente sobre sus cabezas. Nunca esa famosa proclama lanzada desde el palo mayor de un navío había sentado tan mal. Y es que con esto no contaba nadie, ni siquiera el comandante de la nave, Juan Sebastián de Elcano, que no podía disimular su cara de estupor viendo lo que tenía ante sí.
Y delante de sus ojos lo que tenía el marino de Guetaria era una imponente masa de tierra que, conforme se iba acercando la Victoria, cada vez dejaba más claro que no se trataba de una simple isla sino de algo más serio. Rápidamente Elcano echó mano a las cartas náuticas que tenía en su poder y tras cotejar esos mapas con la costa que tenía delante, y sobre todo al ver la desembocadura del conocido como río del Infante, al poco tiempo el comandante se dio cuenta de su error: la Victoria se había topado con la costa suoriental de África, lo que suponía en primer lugar que seguían navegando por aguas del Índico y no del Atlántico y, lo que es peor, que algunas millas al oeste, por donde tendrán que pasar dentro de pocos días, está el temido cabo de Buena Esperanza.
Esto último es sin duda lo peor. Porque desde que zarparan primero de las Molucas (el pasado 21 de diciembre) y posteriormente de Timor (el 7 de febrero del presente año de 1522) Elcano impuso a su oficialidad un planteamiento que para él era innegociable: la Victoria cruzaría el Índico de este a oeste navegando siempre por la zona más al sur posible, a los 40º de latitud, primero para evitar ser vistos por los enemigos portugueses pero también para salvar el cono sur de África, donde confluyen unas corrientes marinas muy potentes que dificultan sobre manera la navegación.
Fue el pasado día 3 de mayo, hace menos de una semana, cuando Elcano ordenó poner rumbo noroeste al creerse ya en aguas del Atlántico, pero hoy se ha dado de su error. Y es que la costa africana que tiene ahora ante sí lo que le está diciendo al marino vasco es que ha navegado por el Índico menos de lo que había calculado. Los fuertes vientos contrarios a los que ha tenido que hacer frente la Victoria le han frenado más de lo que él creía.
Queda, por tanto, salvar el escollo del cabo de Buena Esperanza pero Elcano considera que quedan días por delante para preocuparse de eso. Ahora su prioridad es intentar salvar la visa de las decenas de miembros de su tripulación que se encuentran en un estado de salud pésimo, casi agonizantes, debido al escorbuto.
Por eso, nada más ver ayer la costa africana, Elcano ha dado la orden de intentar fondear en un lugar idóneo para ello, al resguardo de los fuertes vientos que hay en esta zona. De momento, ni ayer, ni hoy han dado con ese sitio, ya que la costa se ha presentado muy abrupta, con muchas rocas que amenazan con causar serios destrozos en la Victoria si la nave se acerca demasiado a la costa.
Elcano es consciente del riesgo que está asumiendo, porque su nave está ahora mismo en un enclave de paso de la flota portuguesa que con asiduidad navegan hacia las Molucas en busca de especias. Por eso, pueden ser vistos en cualquier momento, sobre todo si terminan fondeando. El éxito de esta expedición está, por tanto, más en peligro que nunca y por eso su deseo es alejarse cuanto antes de la costa. Pero Elcano también sabe que con tanto escorbuto a bordo, y si empiezan a producirse los temidos fallecimientos, la actual tripulación de 45 hombres iría mermando de forma paulatina, lo que pondría en riesgo poder garantizar la navegabilidad de la Victoria. Y para colmo, con el cabo de Buena Esperanza a la vuelta de la esquina.
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