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No quiere ilusionarse demasiado, porque de reveses tiene el saco lleno, pero su subconsciente está hoy haciendo de las suyas y ha llevado a Juan Sebastián de Elcano a contar por primera vez las horas que le pueden faltar para volver a pisar suelo español casi tres años después.
Este gesto inequívoco de esperanza se ha materializado hoy, 4 de septiembre de 1522, cuando al alba el vigía de la nave que comanda, la Victoria, ha divisado tierra. Y no hay lugar para equívocos: ese trozo de costa sólo podía ser el Cabo de San Vicente, la punta suroccidenal de la Península Ibérica.
Lo que han visto es suelo portugués, donde reside por tanto el enemigo, pero la alegría se ha desbordado entre la tripulación de la Victoria, que sabe que unas cuantas millas más al este, pasando tierra lusa, está España. De ahí que hoy sea un día de fiesta a bordo de esta embarcación española, donde por un momento hasta han dejado de pasar hambre y sed los 18 hombres que quedan de la tripulación y los tres indígenas que sobreviven de la docena que se embarcó en las Molucas con la idea de conocer mundo.
Para allá, para España, navega ya la embarcación que comanda Elcano, quien tras divisar el Cabo de San Vicente ordenó rápidamente poner primero un rumbo sudeste y luego dirección este. Es decir, que la Victoria navega ahora en paralelo a la costa portuguesa pero alejada de tierra para evitar ser vista. Y la alerta en ese sentido sigue siendo muy alta porque tanto desde Sagres como luego desde Faro puede zarpar cualquier barco enemigo para interceptarlos.
El problema que tiene la nave española es que no puede dar más de sí. Demasiado bien se está portando tras tanto como lleva pasado, sobre todo desde que el pasado mes de mayo salvara el Cabo de Buena Esperanza, en el cono sur de África, para empezar a remontar el Océano Atlántico. Ahí se rompió un mástil, empezaron a surgir las primeras vías de agua en el casco y todo ello hace que la nave esté muy escorada, aunque al menos puede mantener el rumbo.
Y el nuevo rumbo está claro: sobrepasar Portugal, llegar a tierra española y, una vez que den con la desembocadura del río Guadalquivir, hacer escala en Sanlúcar de Barrameda.
Elcano tiene ya definido las tres cosas inexcusables que quiere hacer cuando llegue a esta localidad gaditana. La primera será mandar un escrito urgente a la Corte de Carlos I comunicándole que esta flota llegó efectivamente a las Molucas navegando siempre hacia occidente y que ha logrado dar la vuelta al mundo y regresar a España con casi 30 toneladas de especias a bordo.
La segunda prioridad será encontrar alimento y bebida, tanto para sus hombres como para él mismo. La delgadez de todos por la mala alimentación que arrastran desde hace meses es más que evidente y eso les ha dejado exhaustos, sin energías y casi sin poder mantenerse en pie.
Y la tercera cosa inexcusable que tiene que hacer una vez que atraquen en Sanlúcar es pedir ayuda. Elcano quiere llegar cuanto antes a Sevilla, donde se encuentra la sede de la Casa de Contratación, y para eso tiene que remontar el río Guadalquivir, con los meandros y vericuetos que tiene durante todo su recorrido. Esta no sería una misión complicada para una nave que estuviera en buenas condiciones, pero la Victoria, piensa su comandante, puede que por sí sola no sea capaz de llegar hasta la capital hispalense, debido a los pocos efectivos que quedan en su tripulación y a los problemas que tiene la nave para poder maniobrar. Por eso pedirá ayuda a los sanluqueños, bien para que se embarquen y ayuden a la navegación o bien para que remolquen la Victoria río arriba.
Pero Elcano no quiere darle demasiado vuelo a estos pensamientos de futuro. Está a dos o tres jornadas de llegar a suelo español, calcula, pero ha aprendido a no cantar victoria antes de tiempo. En estos tres últimos años la flota de las especias ha tenido tiempo para vivir muchos sinsabores. Pasó por ejemplo cuando descubrieron que el paso interoceánico no estaba en el Río de la Plata, o cuando comprobaron que el Pacífico era inmensamente más grande de lo que tenían calculado, o con las muertes primero en Mactán y luego en Cebú, o con la imposibilidad de que la Trinidad acompañara a la VictoriaTrinidadVictoria en la travesía por el Índico, o los 13 apresamientos en Cabo Verde, o...
Son muchas losas las que lleva acumulada y de ahí que prefiera tener los pies en el suelo... o en cubierta, mejor dicho. Si nada se tuerce, en cuestión de horas llegará el momento idóneo para festejar por todo lo alto una hazaña como la que están a punto de culminar. Porque han dado la vuelta al mundo y sólo falta hacerlo público. Y eso tiene que hacerse en casa, en suelo español, evidentemente.
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