Diario Cofrade

La fe y la calle se reencuentran en Cádiz de la mano de la Patrona

  • Casi dos años después de que saliera la última procesión, la Patrona devuelve la normalidad del culto externo a Cádiz

  • La procesión ha estado llena de emoción, aplausos, vivas, música, fuegos y, sobre todo, mucho público

La Patrona busca la calle Plocia rodeada de un enorme gentío.

La Patrona busca la calle Plocia rodeada de un enorme gentío. / Lourdes de Vicente

Había ganas de procesión. La ya de por sí siempre ambientada fiesta del 7 de octubre superó, posiblemente, este año todas las cifras anteriores, con una gran cantidad de público que desde primera hora de la mañana llenaba el interior de Santo Domingo y sus alrededores y que conforme se acercaba la hora de la salida de la Patrona iba ocupando las dos aceras que escoltarían al cortejo. La alegría era palpable dentro del convento, donde los cofrades de una y otra hermandad se saludaban y se felicitaban por volver a vivir las sensaciones del día del Rosario; y se tornaba en emoción cuando la banda del Rosario asomaba por la calle Plocia anunciando la inminente salida.

Un atronador aplauso saludó a la Patrona cuando la parihuela siquiera asomó por la puerta de Santo Domingo. Aplauso que sonó a agradecimiento de la ciudad por haber superado los dos últimos años, a estallido de haber finalizado una etapa de año y medio sin imágenes en la calle, a alivio de recuperar también estos cultos externos. Aplausos que junto a los sones de la banda de Maestro Dueñas y unos cohetes y fuegos artificiales redondeaban un momento que seguramente quede marcado en la historia de la ciudad. La fe y las calles de Cádiz se reencontraban (con permiso de la cofradía del Huerto, que en la noche del miércoles celebraba un rosario público presidido por la Virgen de Gracia y Esperanza).

El regreso de las procesiones se hizo aún más cercano, porque la decisión de sacar a la Patrona en una pequeña parihuela en lugar de su paso procesional restaba distancia entre la Virgen y el espectador, solo separados por el respiradero blanco que formaban los cargadores alrededor de la parihuela con sus camisas. Dos pequeños candelabros flanqueaban a la imagen, que no perdió la clásica estampa de los nardos a su alrededor. Nardos que hasta última hora siguieron llevando los gaditanos en una intensa jornada en la que las puertas de Santo Domingo no se cerraron hasta alrededor de las diez y media de la noche cuando la procesión, y con ella la jornada festiva, se dio por concluida.

El cortejo avanzaba lentamente, muy lentamente, con un recorrido que quizás pecó de exceso de metros o que se realizó con excesiva lentitud, conformando una especie de dos procesiones; la primera, que abría la banda del Rosario y en la que marchaban las representaciones de todas las hermandades, cada una con su guión y cinco varas; y otra integrada por los hermanos de la archicofradía -que este año procesionó sin el Simpecado-, las representaciones oficiales y el paso de la Virgen con el magistral acompañamiento de Maestro Dueñas.

Entre esas representaciones marchaban el subdelegado de Defensa, Ángel Javier Umbría; el vicario general de la diócesis, Óscar González; varios concejales del Ayuntamiento, como los populares José Manuel Cossi y Maite González, la portavoz de Ciudadanos Lucrecia Valverde o el no adscrito Domingo Villero; el presidente del Consejo de Hermandades, Juan Carlos Jurado, con buena parte de su junta permanente; el delegado episcopal de Hermandades, Juan Enrique Sánchez; el carmelita Francisco Antonio Gutiérrez; el canónigo Balbino Reguera; o el párroco del Rosario y San Antonio, Rubén Virués; entre otros. Sin olvidar a Pascual Saturio, siempre pendiente a todo lo que rodea al Rosario y a Santo Domingo.

El gentío que llenaba las calles Pelota, Nueva o San Francisco, además de la plaza de San Juan de Dios, fue decayendo conforme la noche iba ganando enteros; aunque en la calle Sopranis, profusamente exornada, aguardaba numeroso público para acompañar a la Patrona en esos últimos metros antes de regresar a Santo Domingo y constatar que aunque sea sin paso y con mascarillas, las procesiones en Cádiz han vuelto.

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