Remanso de paz y oración era el convento de Santo Domingo momentos antes de la salida procesional de la cofradía de la Sagrada Cena Tranquilidad absoluta esperando instrucciones del Consejo de Hermandades por el retraso de la jornada causado por una rotura en el palio de la Virgen del Amparo, de la cofradía de La Borriquita. En el patio del convento se alineaban los penitentes y aguardaban los cargadores. Dentro, el director espiritual de la hermandad y prior del convento dominico, fray Pascual Saturio, bendecía el guion sacramental y la vara del hermano mayor. Rogaba el sacerdote por los ucranianos "que han tenido que huir" y porque acabe "el sinsentido de la guerra". Incidía, además, en el carácter sacramental de la hermandad.

Los cofrades se encomendaban a la Virgen del Rosario, Patrona de Cádiz. “A tu lado nada malo nos puede ocurrir”. El mayordomo entregaba la procesión al fiscal y se iba a hacer de nuevo el milagro de la Sagrada Cena en las calles de la ciudad, tres años después del último Domingo de Ramos de desfiles.

Con solo cinco minutos de retraso asomaba la cruz de guía al Compás de Santo Domingo. El propio Pascual Saturio ayudaba a la colocación de la rampa para posibilitar la salida del paso de misterio, que estrenaba el dorado de la mitad delantera del canasto lateral izquierdo.

La cruz de guía de la Sagrada Cena.

Una vez en la calle, y dirigido por primera vez por Óscar Jiménez Pérez, el paso acometía sus primeros andares a los sones de la marcha 'La última cena', de Manuel Herrera Raya, interpretada por la Agrupación Musical Polillas, formación que se estrenaba detrás del misterio.

Entre Santo Domingo y Sopranis esperaba una multitud para arropar al desfile de la Sagrada Cena, que recuperaba el pulso a su manifestación religiosa externa en el espléndido Domingo de Ramos gaditano.