El Viernes Santo comenzaba temprano en la Casa Hermandad de la Soledad. Se celebraba el habitual acto de reconocimiento a las personas que este año realizarían la primera levantá en el paso de misterio, Felipe Cauque Márquez; y en el paso de palio de la Virgen de la Soledad, que daría Antonio Vergara Fernández.
En el mismo acto, el director espiritual de la Hermandad, el Padre José Carlos Mellado, bendecía el nuevo juego de bambalinas en metal plateado, que la hermandad ha realizado respetando el diseño de las bambalinas antiguas. “Que éste sea todo el agua que le caiga hoy”, dijo Mellado, como un pensamiento en voz alta, cuando terminaba de lanzar agua bendita con el hisopo.
Y así ocurrió. Aunque el cielo se cubría de nubes por momentos, el muñidor de la hermandad de la Soledad anunciaba con el toque de campana que la cofradía salía a la calle para realizar una de las salidas procesionales más destacadas de la Semana Santa Local. Cientos de personas se daban cita en la Plaza Madre Loreto para vivir el especial momento en el que el Cristo Yacente, obra de la imaginera Luisa Roldán La Roldana, salía a la acalle acompañado de los sonidos que, de forma excepcional, interpretaba la Banda de Música Pedro Álvarez Hidalgo. A partir de ese momento iniciaba su recorrido en silencio.
Tras el Cristo, las puertas de la casa hermandad, junto a la Iglesia Conventual de la Victoria, se volvían a abrir para la siempre esperada salida de la Virgen de la Soledad, la imagen más importante del arte sacro de la ciudad, obra también de la Roldana, fechada en 1688.Con ambos pasos en la calle, el cortejo comenzaba su caminar por la calle Amargura para vivir el primero de los momentos destacados del Viernes Santo.
En la esquina con la calle Concepción, los mayores de la Residencia de ancianos Joaquina de Vedruna salían a la calle para ver a su Virgen muy emocionados, especialmente con las saetas que Loli Lacalle interpretó en la escalinata del centro.
La hermandad recorrió toda la calle De la Plaza para hacer su pase por la Carrera oficial, y girar en el estrecho Callejón del Obispo, uno de los lugares destacados del recorrido, que enlazaba con la plaza a la que da nombre la Imaginera Luis Roldán.
Un brillante desfile que culminaba pasadas las doce de la noche con la siempre llamativa recogida, en la que se simulan los tres portazos que diera la Madre Loreto a los exaltados que, en 1936, intentaron incendiar el templo de la Victoria.
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