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San Fernando

¿Quiénes son las víctimas franquistas de San Fernando identificadas por el ADN?

Javier Pérez Guirao con unos restos exhumados en el depósito de los cuerpos recuperados numerados, de archivo.

Javier Pérez Guirao con unos restos exhumados en el depósito de los cuerpos recuperados numerados, de archivo. / Román Ríos

Francisco Baptista Florenza, maquinista del Juan Sebastián de Elcano, fue asesinado el 11 de octubre de 1936 con 31 años. Juan Valverde Colón, natural de Paterna y de 31 años era conserje de la Peña Conservadora y lo asesinaron el 5 de septiembre de 1936. Manuel Barbacil Mejuto, masón, de 67 años y ferroviario, fue asesinado el 29 de octubre de 1936. José Sánchez Sánchez-Movellán, condestable de la Armada retirado y natural de Puerto Real, tenía 41 años cuando lo asesinaron el 14 de enero de 1937. Exhumados sus restos de la fosa común del cementerio de San Fernando, estas víctimas franquistas han podido ser identificadas con las pruebas de ADN.  

"Son resultados de los laboratorios de Granada", explica el antropólogo Javier Pérez Guirao, ex presidente de la Asociación de Memoria Democrática (Amede) de San Fernando. Integrante del equipo técnico responsable de los trabajos en el camposanto isleño, recuerda que enviaron a los laboratorios de la Universidad de Granada, que se encarga de las identificaciones genéticas, primero 108 muestras y después otra tanda de 39, "quizás alguno más que teníamos dudoso". "Pero oficialmente para nosotros son 147 las víctimas exhumadas", precisa. 

Según detalla, de los primeros remitidos no hubo resultados positivos, pero de estos últimos han aparecido "al menos cuatro". "Sabemos que es posible que hayan salido algunos más, pero están pendientes de que se aporten más muestras de familiares o de información que le tenemos que facilitar nosotros", adelanta.

Por el momento, se ha confirmado por ADN la identificación de Francisco Baptista Florenza, Juan Valverde Colón, Manuel Barbacil Mejuto y José Sánchez Sánchez-Movellán, de los que el investigador Miguel Ángel López Moreno recoge en su libro República, alzamiento y represión en San Fernando algunos datos personales. 

Baptista Florenza, maquinista del Elcano, manifestó a su comandante que no se sumaba a la sublevación, lo arrestaron y fue enviado al Penal de las Cuatro Torres. Estaba casado y tenía un hijo y una hija, que vive en Murcia. "Está entusiasmada por haber recuperado a su padre. Insistía mucho en que se le acaba su tiempo", cuenta Pérez Guirao.

Juan Valverde Colón era de Paterna de Rivera, como contaba su hijo que vive en San Fernando, señala el antropólogo. Tipógrafo, conserje de la Peña Conservadora, fue detenido en su casa por falangistas y llevado al Penal de la Casería de Ossio. "Muere fusilado por aplicación del bando de guerra", indica López Moreno en su obra. Estaba casado y dejó un hijo de nueve meses, Francisco, y una hija póstuma. 

Manuel Barbacil Mejuto dejó tres huérfanas: María de la Concepción, Isabel y Amelia. A sus otros dos hijos, Eladio y Alfonso, también los fusilaron. Era ferroviario, masón, e ingresó en la prisión municipal a disposición de Ricardo Olivera Manzorro, comandante militar de la plaza, que ordena un día después su traslado al Penal de la Casería de Ossio. Quince días después fue asesinado, el mismo día que Cayetano Roldán. Era el 29 de octubre de 1936. "Ahora mismo hay vivos biznietos", completa Pérez Guirao.

José Sánchez Sánchez-Movellán era condestable de la Armada retirado. Viudo de 41 años dejó cuatro hijos: Rosario Aurora, Socorro, Juan Ramón y Gloria. Fallece el 14 de enero de 1937 de madrugada por heridas de armas de fuego, según el testimonio de su hermano Manuel, relata López Moreno en el libro.

Los restos de estas cuatro víctimas, informó la Junta el martes, serán entregados a sus familias. Es el criterio que utiliza la Administración andaluza: entregar solo con identificaciones positivas de ADN. "Pero que no tengamos confirmación genética, no significa que no sea posible establecer un vínculo", deja claro Pérez Guirao que ofrece varios escenarios posibles. Puede que los restos óseos estén muy deteriorados y los laboratorios no hayan conseguido extraer material genético. O puede que la información genética de la familia sea menor, porque corresponda a un nieto o nieta, y no sea suficiente para que la prueba arroje compatibilidad. "Los restos óseos pueden estar en malas condiciones por la acidez del terreno que deteriora los huesos", comenta. Eso no significa, insiste, que no salga positiva una segunda analítica o que se pueda identificar a través de otros criterios.

Eso defiende Amede, que reitera que van a seguir "peleando para poder identificar a muchos más". "Han sido muchos años de trabajo, con poca financiación, mucho trabajo voluntario e implicación de algunas personas especialmente del equipo técnico, y el objetivo era identificar a todos los posibles. Cuatro es una cantidad pequeña", expone. 

Se centran en esa línea con el estudio para cuadrar por otros criterios posibles identificaciones, "las identificaciones presuntivas" en las que están trabajando. "Con eso nosotros queremos afinar y ofrecer posibilidades. No es solo lo que dice el ADN, sino que también están los objetos asociados, la posición de estratigráfica y cronológica de la fosa y los testimonios recogidos, que nos permiten afinar bastante con probabilidades bastante altas de ser esas víctimas. Alberto García Martínez, por ejemplo, llevaba dos anillos; Emilio Ordaz Martínez, una medalla, que han aparecido en dos de los cuerpos exhumados.

Tiene que ser la Junta la que autorice la entrega de restos a las familias a partir de este tipo de identificación porque La ley de Memoria Democrática le otorga todas las competencias. "Hay una parte ambigua de la ley, porque no se ha desarrollado, y queda un vacío legal", matiza.

En cualquier caso, la intención de Amede es aportar más nombres este año. "Lo que hicimos con Cayetano Roldán es un avance. Queremos afinar para ofrecer un nivel de probabilidad bastante alto", explica. El ejemplo claro es Manuel Barbacil Mejuto. Su nombre se ofreció al detallar la identificación presuntiva de Cayetano Roldán, como el de una de las personas que fue asesinada ese día y que formaba parte de la misma saca. Del cruce de los perfiles biográficos y demográficos recopilados por Pérez Guirao, el análisis de los huesos de Aída Muñoz (como que eran de un hombre mayor) y los datos arqueológicos de Jorge Cepillo, se estimaba que uno de los cuerpos encontrados en ese entorno de la misma fosa correspondía a Barbacil. "Ahora tenemos una identificación positiva de ADN y nos coincide con su número identificativo", destaca el antropólogo. Pero, además, este dato refuerza la identificación realizada por el equipo técnico tanto de Cayetano Roldán, del que se sabía por el testimonio de su nieto (al que se lo había contado su madre Catalina) que fue amortajado y rodeado su cuerpo por lajas, como de su saca.  

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