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Una rehabilitación cada vez más cuestionada

La decepción de los últimos propietarios del Castillo de San Romualdo

Cayetano Pérez, de la última familia que tuvo la propiedad del Castillo de San Romualdo hasta que el Ayuntamiento de San Fernando les expropió.

Cayetano Pérez, de la última familia que tuvo la propiedad del Castillo de San Romualdo hasta que el Ayuntamiento de San Fernando les expropió. / Julio González (San Fernando)

No todo el mundo puede presumir de haber nacido y de haber vivido en un castillo. Es algo que solo unos pocos puede contar. Cayetano Pérez se encuentra entre ellos. Él, que ahora va a cumplir 74 años, y sus hermanos, sus primos... Sobre todo, recuerda, su primo Deli, que fue el último de todos, el que se quedó hasta el final.

Porque todos ellos se criaron en el Castillo de San Romualdo en aquella época en la que en el histórico inmueble estaba rodeado de viviendas, había un reñidero de gallos, un mesón, una cristalería, un molino de harina, vaquerizas, gente que vivía de alquiler... Hasta un cine llegó a existir durante esos años –el cinema Castillo– que aprovechaba uno de sus muros laterales.

Eran otros tiempos y el Castillo era de todo menos un castillo. Quizás entonces no se era del todo consciente de su enorme importancia histórica y de su inmenso valor patrimonial, cierto. Pero no cabe duda de que el edificio era ya uno de los lugares más señeros de La Isla.

Cayetano cuenta que su abuelo, Fidel Pérez de Diego, compró el Castillo de San Romualdo en una subasta, así que allá se fue a vivir la familia, que de hecho se convirtió en la última propietaria que tuvo el antiguo ribat –edificios de origen islámico que eran a la vez fortalezas y lugares de culto– hasta que a finales de la década de los 90 fueron expropiados por el Ayuntamiento de San Fernando para afrontar unas obras de rehabilitación que hoy todo el mundo cuestiona por su pésimo resultado, como se puso de manifiesto en el debate del último pleno ordinario al abordarse una moción que instaba a una nueva intervención habida cuenta del estado en el que se encuentra el monumento a pesar de que hace tan solo siete años que abrió definitivamente sus puertas.

El pésimo estado que presenta el Castillo de San Romualdo, que abrió sus puertas hace tan solo 7 años después de su rehabilitación. El pésimo estado que presenta el Castillo de San Romualdo, que abrió sus puertas hace tan solo 7 años después de su rehabilitación.

El pésimo estado que presenta el Castillo de San Romualdo, que abrió sus puertas hace tan solo 7 años después de su rehabilitación. / Julio González (San Fernando)

Y, precisamente, esta polémica intervención que hace poco ha regresado al debate político es la que ha llevado a Cayetano Pérez a querer contar ahora la historia de la familia, que en gran medida La Isla desconoce. Porque a él –recuerda– le tocó ejercer el papel de interlocutor entre la familia y el Ayuntamiento en aquellos años de la expropiación. Y porque el resultado final, admite, no puede ser más decepcionante.

"Yo solía venir por aquí", dice Cayetano Pérez, que desde hace años reside en Cádiz –aunque por su profesión ha vivido en distintos puntos de la costa de España– pero después de esto (del resultado de la rehabilitación) dije que no volvía más: es que me entra una congoja...".

La familia, los que fueran lo últimos propietarios del Castillo, siente "una gran frustración" con todo esto. Porque la expropiación, explica, fue pactada. Se llegó a un acuerdo con el Ayuntamiento, que por el Castillo pagó 120 millones de las antiguas pesetas (algo más de 720.000 euros). Para hacerse una idea del chollo que supuso la operación para hacerse con el edificio más antiguo de San Fernando basta compararla con los 1,8 millones de euros que hace tan solo unos días ha abonado el Consistorio por el cine Alameda.

Estado que presenta la fachada del Castillo de San Romualdo en San Fernando. Estado que presenta la fachada del Castillo de San Romualdo en San Fernando.

Estado que presenta la fachada del Castillo de San Romualdo en San Fernando. / Julio González (San Fernando)

Un empresario quiso hacer un parador 

"No pusimos ninguna pega", explica Cayetano al querer dejar clara la postura de la familia. Creyeron que era lo mejor y que, en definitiva, si el Castillo se iba a rehabilitar y se iba a poner a disposición de la ciudadanía iba a ser bueno.

Pero esa decisión la tomaron después de que, en su calidad de propietarios, se les abriera desde el Ayuntamiento –en la época del alcalde Antonio Moreno– un expediente en el que primero se les instaba a hacer obras de emergencia el Castillo y, posteriormente, a hacer frente a su rehabilitación. Y al tratarse de un BIC "se nos obligaba a hacerla con los mismos materiales y siguiendo los mismos métodos y técnicas que se utilizaron en su construcción".

"Llegamos a hablar con unos artesanos que había en Granada, que utilizaban el mismo tipo de ladrillo, de mortero, etc...", recuerda. Cayetano se plantó incluso en el Ministerio de Cultura para ver si había alguna posibilidad de optar a alguna ayuda para afrontar como propietarios la rehabilitación. Pero nada... Se vieron solos ante la obligación de hacer frente a la puesta a punto del Castillo y siguiendo además unos exigentes criterios de rehabilitación.

"A nosotros se nos obligaba a hacerlo de una determinada forma, con materiales y técnicas similares a lo original, pero luego la rehabilitación se ha hecho de cualquier manera", afirma al contemplar la fachada a parches y llena de desconchones a causa de un dudoso revestimiento que poco tiene de histórico y que ha tapado la piedra original.

La intervención llevada a cabo en el Castillo de San Romualdo está cada vez más cuestionada. La intervención llevada a cabo en el Castillo de San Romualdo está cada vez más cuestionada.

La intervención llevada a cabo en el Castillo de San Romualdo está cada vez más cuestionada. / Julio González (San Fernando)

Por entonces, además, llegó a manos de la familia otra oferta. Había un empresario dispuesto a comprar el Castillo: quería hacer allí un parador. Aquello –reconoce– no llegó muy lejos porque el Ayuntamiento de inmediato cortó por lo sano y le dijo que nunca iba a dar los permisos porque quería hacerse con el Castillo y rehabilitarlo. "Ni siquiera se llegó a hablar de dinero", afirma.

Así que a la familia solo le quedó un camino: llegar a un acuerdo con la expropiación. "Tomamos la decisión, de verdad, de corazón, porque pensábamos que al menos así se iba a rehabilitar dado que nosotros no podíamos hacerle frente, así que creímos todos que era mejor eso antes de que se terminara cayendo...".

Hoy, claro, no pueden sino mostrar su "frustración" al ver el resultado de la intervención y al ver incluso que hay zonas como la lanta superior que no pueden ser utilizadas y permanecen cerradas.

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