61 años de consulta de pediatría

Atrás quedan 34 años de ejercicio en la calle Tomás del Valle, y 61 si se añade el tiempo de ejercicio de mi padre, el doctor Juan García Cubillana, en cuyo nombre escribo también. A final del presente año, por llegar a la edad de jubilación, cesaré en mi actividad como pediatra privado en San Fernando

Juan Manuel García-Cubillana de la Cruz, pediatra. / Ayuntamiento San Fernando
Juan Manuel García-Cubillana De La Cruz
- Pediatra

San Fernando, 29 de diciembre 2021 - 06:00

A final del presente año, por llegar a la edad de jubilación, cesaré en mi actividad como pediatra privado en San Fernando. Atrás quedan treinta y cuatro años de ejercicio en la calle Tomás del Valle, y sesenta y uno si se añade el tiempo de ejercicio de mi padre, el doctor Juan García Cubillana, en cuyo nombre escribo también.

Mis comienzos en la actividad no fueron difíciles, pues heredé los pacientes de mi progenitor, que había iniciado la asistencia en 1960, en la casa familiar de la calle Héroes del Baleares, en una época heroica para la Pediatría. Hasta finales de los años sesenta, cuando aún no existían servicios hospitalarios bien consolidados, los niños se trataban en sus domicilios donde los médicos y practicantes acudían varias veces al día, para administrarles los inyectables. Se trataban enfermedades graves, infecciones y deshidrataciones, no siempre con final feliz. En la sala de espera de nuestra casa falleció un niño pendiente de ser atendido.

A los largo de estos sesenta y un años, la asistencia ha sido posible gracias a la dedicación y esfuerzo innegable de enfermeras y auxiliares de clínica: Rosita, Mercedes (†), Manoli (mi madre, †), Cecilia (mi mujer), Victoria, Melana (mi hermana, †), Silvia y Maria José. La máxima gratitud a todas por haber facilitado nuestra labor en la maravillosa tarea de ayudar a preservar la salud de miles de niños de La Isla y de poblaciones aledañas, inclusive de otras provincias.

Pero nuestro principal agradecimiento se dirige a los niños y a sus padres, en especial a los de los pacientes crónicos, muchos de los cuales ya no están con nosotros. La mirada y sonrisa de los más pequeños, la ingenuidad y la complicidad de los más mayores, junto al espíritu fuerte e inquebrantable -en especial de las madres de los enfermos incurables-, han ayudado a levantarnos y proseguir en la profesión cuando el final no era el deseado, manteniendo el espíritu de filantropía y ayuda al prójimo que debe guiar siempre a las profesiones sanitarias y en particular al médico.

En esta carta, quisiera pedir disculpas ante tantas familias que depositaron en mí su confianza -siendo consciente del impacto y desasosiego que experimentarán- y cuando el diagnóstico y el tratamiento no fueron exitosos, pero por encima de todo gracias a todos por haber posibilitado el desempeño de mi maravillosa profesión y haberme ayudado a intentar ser una mejor persona.

3 Comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último