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El hartazgo de la corrupción

Los grandes partidos no han logrado poner en marcha mecanismos eficaces de control interno que hagan imposibles los comportamientos corruptos

Lo peor del caso Mediador, la presunta trama de corrupción constituida en torno al diputado del PSOE canario Juan Bernardo Fuentes Curbelo, es que todo suena a conocido: parece una reedición de otros casos que en las últimas décadas han sacudido los cimientos de los grandes partidos. La utilización de puestos políticos para favorecer a empresarios, el uso y abuso de restaurantes y viajes, incluso la cutrez de las fotos en prostíbulos remiten a otras historias que han jalonado, para vergüenza de nuestra democracia, las últimas décadas de la historia española. Ello no le resta un ápice de gravedad a lo que se va sabiendo, a cuentagotas, de este nuevo caso en el que, es de temer, estamos sólo ante la punta del iceberg. Todo lo contrario. El PSOE vuelve a tener un grave problema. Los españoles están ya cansados de ver los medios de comunicación salpicados de continuo por este tipo de informaciones que degradan la democracia y que hacen que una mayoría de los ciudadanos desconecten de la política y la vean más como un problema que como un mecanismo de solución a los problemas del país. Sería exagerado e injusto decir que España tiene un problema de corrupción sistémica del estilo de los que hay todavía en algunos países de América Latina o de África. Pero es cierto que ni el PP ni el PSOE han logrado poner en marcha mecanismos eficaces de control para erradicar este tipo de comportamientos. En este caso, el PSOE puede cometer un error de los que se pagan muy caro si no hace que aflore de una forma rápida todo lo que esconde esta trama y depure responsabilidades al nivel que haga falta. Sumar un caso de corrupción, de las características que se van dibujando en la trama Mediador, a los muchos problemas de todo tipo con los que Pedro Sánchez se presentará ante el electorado el próximo 28 de mayo, puede ser letal. Por eso no se entiende el silencio que guardan al respecto algunos de los principales dirigentes socialistas. La Justicia tiene sus plazos y sus ritmos, pero la política no admite dilaciones ni componendas.

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