La última tilde

La Real Academia Española quiere acabar con las faltas de ortografía acabando con la ortografía

Ha generado gran entusiasmo la noticia de que RAE metía marcha atrás en su interdicto contra la tilde del adverbio "sólo". Ahora avisa de que, en realidad, tampoco ha dado tanta marcha atrás. ¡Y qué nos importa, si lo precioso ha sido la explosión de alegría!

La prohibición en sí es tonta. Es mejor tildar "sólo" siempre por comodidad. Cuesta más discriminar si la frase es ambigua -que es lo que pide la RAE- que sustituir mentalmente "sólo" por "solamente" y a correr. Además, la ambigüedad percibida depende del lector. Y si tildar indica ambigüedad, el lector se metamorfosea en lingüista en cuanto ve una tilde y se distrae rebuscando la bruma. No tildar nunca, a lo que animaba la RAE, es aún peor, porque fomenta la imprecisión, pecado capital de la prosa.

Los sólotildistas teníamos dos argumentos más. El primero, precioso. Cuando se ama algo, se está orgulloso de su complejidad. Me pasa con el carácter de mi mujer y con los vinos de Jerez. A la gaseosa, en cambio, le va bien la simpleza. La pena del castellano es que tiene pocas tildes. Defendamos sus últimas diéresis y tildes, añorando los circunflejos de la dulce Francia. El otro argumento es más feo. La sospecha de que la Academia quiere acabar con las faltas de ortografía acabando con la ortografía. Se creerá que es un gesto democrático mejor que levantar el nivel de instrucción y que todo quisqui escriba como Azorín.

Lo mejor de este episodio ha sido la explosión. Mucha gente no se había rendido y hemos seguido tildando a troche y moche. También a los pobres pronombres demostrativos, de los que nadie se acuerda, y ésos son incluso más importantes. Se ha montado una resistencia, que a ratos ha sido heroica, porque los cancerberos de los manuales de estilo de periódicos, revistas y editoriales se lo han tomado a pecho. Quiero hacer público mi agradecimiento al Grupo Joly, que, fiel a su tradición liberal, me ha dejado poner todas las tildes que mi reaccionarismo estimase convenientes.

Son una cosita muy pequeña, pero la resistencia a cualquier imposición empobrecedora es vital. Aquí, rodeados por lo más alto (la imperiosa RAE) y lo más bajo (el agachamiento general y ortográfico), no nos hemos rendido. El debate está vivo y tildeando. Ahora bien, no debería quedarse en las tildes. La resistencia tiene que extenderse a la semántica, la sintaxis, el género y los contextos subconscientes. Ni un paso atrás, ni uno solo.

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