"Las trastiendas"

Será porque me crié en la trastienda del Bazar Candelaria, rebuscando entre cajas imposibles donde encontraba preciados tesoros, objetos que no se vendieron y se acumulaban en las estanterías a oscuras y semiocultas por el polvo como demostrador del tiempo. Sigo teniendo debilidad por ese tipo de comercio al que podríamos llamar "de autor" y que tenía (y los pocos que quedan, aún tienen) esa personalidad tan particular y en vías de extinción. Esas tiendas de las que no te ibas sin encontrar lo que buscabas o con algo parecido que, al efecto, serviría para lo que necesitabas.

Esas trastiendas que, por lo general, eran de mayor tamaño que la propia tienda, reduciendo a conciencia el recinto donde el cliente se apretaba ante el mostrador y el tiempo no pasaba contemplando los cachivaches colgados por las paredes y el techo o guardando un equilibrio perfecto en una acumulación que retaba a la gravedad.

Días atrás, en el Pay Pay, el monologuista Javibe interpretó un magnífico monólogo surrealista basado en los misterios de la trastienda de "El Millonario", lo que me hizo pensar en las pocas trastiendas de ese tipo que nos van quedando en Cádiz.

¿Quién no ha viajado a mundos de fantasía por la trastienda de Pepi Mayo?... Qué feliz he sido en ella... ¿Quién no recuerda la inquietud que producía la trastienda de Casa Crespo?... Tan desconocida que inspiró la creación de una chirigota.

No creo que exista una casa en Cádiz que no haya contado alguna vez con la simpar ayuda de los chicos de la Ferretería Quirós. Cuánta amabilidad, cuánto ingenio para resolver cualquier problema.

Existen en Cádiz otras trastiendas, como la de Picolita, que esconde una imprenta, o la de uno de los últimos ultramarinos que quedan en la ciudad, que guarda antigüedades como un tesoro cerca del Oratorio de San Felipe Neri. Vaya desde aquí mi apoyo, en estos tiempos de crisis, al pequeño comercio que hace ciudad y trata a los clientes a la antigua usanza. Seguiré comprando y disfrutando en vuestros negocios.