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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Un terrorista con armas nucleares

Putin irrumpe en Europa como un terrorista que amenaza con hacer estallar su chaleco de bombas nucleares

El precio de la paz es la soledad de la Ucrania invadida, el llanto de un padre ucraniano sobre el cuerpo muerto de su hijo de 16 años cubierto por una sábana empapada en su sangre y el de los bebés llevados en brazos por los soldados para ayudar a su familia durante la evacuación. El precio de la paz es las manos de los padres superponiéndose a la de sus hijos a través del cristal de la ventanilla de un autobús o un tren, un millón y medio de refugiados -el mayor éxodo en territorio europeo desde la Segunda Guerra Mundial-, ver caer muertos a los ucranianos mientras están en la cola del pan o intentando parar los tanques con sus cuerpos y sus manos (una imagen recurrente de valor y desesperación frente a dictaduras comunistas o poscomunistas repetida en Budapest en 1956, en Praga en 1968, en Tiananmén en 1989). Como ha escrito Ian McEwan "estamos atrapados entre la piedad infinita y un razonable egoísmo" (El País).

En 1945 aprendimos que una guerra con armamento nuclear sería un apocalipsis y en 1963 -crisis de los misiles- lo confirmamos. Lo que ignorábamos es que la antigua disuasión nuclear se convierte en intimidación nuclear unilateral cuando está en manos de un irresponsable, convirtiéndolo casi en invulnerable. Putin actúa como un terrorista que irrumpiera en Europa amenazando con hacer estallar su chaleco de bombas nucleares. Y Rusia le sigue: tiene más apoyos de los que se le reconocen y la cúpula militar podía haberlo depuesto ya.

En un artículo de título estremecedor, "Soy historiadora de la Guerra Fría. Estamos en una nueva y aterradora era" (The New York Times), Mary Elise Sarotte ha escrito con pesimismo informado: "La amenaza de un conflicto termonuclear fue omnipresente para los que crecieron durante la Guerra Fría. Sin embargo, tras décadas de paz entre Occidente y Rusia, esa conciencia colectiva cultural se ha disipado en gran medida, a pesar de que la amenaza nuclear persiste, y de que la semana pasada volvió a intensificarse hasta unos niveles nunca vistos desde la Guerra Fría. Ser historiadora requiere la capacidad de desarrollar un sentido de periodización. Yo siento que termina un periodo. Ahora temo profundamente que la imprudencia de Putin pueda causar que los años transcurridos entre la Guerra Fría y la pandemia de Covid-19 parezcan un periodo feliz para los historiadores futuros, en comparación con lo que vino después".

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