La ciudad y los días
Carlos Colón
Ministra fan, oposición Bartolo
Alto y claro
Las guerras sólo pueden terminar de dos formas: en victoria o en derrota. En el campo de batalla los empates no se conciben. Esta obviedad no siempre se entiende así. Incluso las victorias si no se miden bien se pueden convertir en semilla de nuevos conflictos todavía mayores. El injusto orden mundial que se estableció tras la primera guerra mundial con el Tratado de Versalles está en el origen de la crisis del 29, del rearme alemán y, a la postre, del estallido de la segunda. El final de la guerra fría y el desmontaje de la Unión Soviética produjo efectos a lo largo de las décadas posteriores y sus consecuencias todavía las estamos viviendo con la agresión de Putin a Ucrania, un territorio que el autócrata de Moscú considera suyo y que Occidente le ha arrebatado en los desequilibrios de poder creados tras la derrota del bloque comunista.
Es impensable que la guerra de Ucrania termine de otra forma que con la victoria de Rusia. Puede ser una victoria costosa y larga. Pero el desequilibrio de fuerzas es tan grande que las únicas dudas son cuánto tardará Putin en establecer un gobierno títere en Kiev y cómo de fuerte será la resistencia a la que sin duda tendrá que hacer frente en los años posteriores: se repetirá la historia de Afganistán.
Otro asunto es hasta dónde va a llevar Putin su desafío a Occidente. Si Ucrania es sólo el aperitivo sí estaremos ante un reto que puede hacer saltar por los aires -nunca mejor aplicada la metáfora- el mundo tal y como lo concebimos. Ahí está el peligro real de una nueva guerra mundial cuyos efectos ni nos atrevemos a imaginar. La respuesta que se le ha dado a la invasión ha sido el aislamiento internacional y duras sanciones económicas, de las que una buena parte se ha vuelto contra nosotros en forma de crisis económica y energética. ¿Pero qué pasará si después de Ucrania cae otra pieza del diabólico ajedrez que se juega en Europa oriental? Europa y Estados Unidos pueden permitirse el lujo de dejar a su suerte Ucrania y Bielorrusia. Pero más allá cualquier pieza que mueva Moscú nos metería en una espiral de resultados catastróficos. Por ahora es imposible saber qué va a pasar en los próximos meses y cuáles son los planes del Kremlin. Pero por lo que ha enseñado hasta ahora, Putin es un peligro para el futuro de la humanidad. Todo lo que se haga para pararle los pies antes de que sea demasiado tarde estará bien hecho.
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