Una soberana soberanía

No son sólo los tiranos del mundo los que desprecian a los países que no son capaces de defenderse

Recordé una obviedad: con independencia de los antecedentes históricos, de los discursos más o menos precisos de Zelenski, de los índices de corrupción de la administración ucraniana, etc., un país soberano está siendo brutalmente invadido; y lo civilizado es oponerse a esa agresión. Enseguida, los partidarios de la equidistancia o directamente de Putin o del zdorovogo, han corrido a recordarme que, en realidad, países soberanos sólo son Estados Unidos, Rusia y China.

Los aspavientos no purifican el aire: no me voy a escandalizar. Es evidente que hablamos de soberanías distintas, pero ellos hacen bien en recordarnos que hay una soberanía plena de una total autonomía política que se basa en independencia energética, en músculo militar, en pulmón financiero, en estructura industrial y en peso demográfico. Luego están las soberanías jurídicas con un margen mayor o menor de desarrollo.

Me parece una precisión muy iluminadora, aunque da un peligroso salto en el vacío. Parece asumir implícitamente que el derecho a no ser agredido arbitrariamente sólo se tiene si se goza de una soberanía plena. Esta asunción es especialmente odiosa (dicho sea con todo cariño), porque si alguien necesita la defensa del derecho internacional y la solidaridad del mundo, será aquel a quien su grado de soberanía no le alcanza para defenderse solo. Además, los derechos de cada persona deberían ser los mismos con independencia de la soberanía que disfrute su país; aunque también sé -no hace falta que se apresuren a recordármelo- que no es así en el mundo real. Nuestros derechos dependen directamente de que nuestra nación los proteja o no, y del Estado (que eso también pasa) que los manosee o vulnere.

Me acepten o no mis vaga o vigorosamente prorrusos interlocutores la necesidad perentoria de sostener incluso más a las soberanías endebles, yo les agradezco su lección de realpolitik. Se ve que no son sólo los tiranos del mundo los que desprecian a los países que no son capaces de defenderse militar, energética e intelectualmente, también los comentaristas individuales desde la barrera. Hemos de preocuparnos, por tanto, muy seriamente de no ser débiles. Para no engrosar el listado de países potencialmente abusados y para defender a los más débiles. Que Mohamed se permita voltear nuestra bandera, símbolo máximo de nuestra soberanía, es mucho más que una ofensa moral. Debería servirnos como advertencia.

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